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jueves 8 de junio de 2023

Alegría, alegría…

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El papá de Messi dice que su hijo está muy mal. Dios no quiera que el Pulga se enoje y no quiera jugar más en la Selección argentina. Miren si se va y no vuelve. El pibe está acostumbrado a que se lo respete. Se educó en Europa. Allá la gente es considerada. Se puede salir a la calle aún siendo famoso. Te dejan vivir. Acá somos unos salvajes. Gritamos. Nos enojamos. Adoramos y escrachamos. Somos peregrinos. Ungimos ídolos con pies de barro. Los odiamos cuando se caen. El fútbol es nuestra religión. Grondona es un Cardenal. Messi un ángel. Maradona es Dios. River se fue al infierno. Segregamos fe. Nosotros somos habitantes de la patria futbolera. Es una tierra santa. No es lo mismo que la nación argentina. Rezamos para que en el Paraíso haya una cancha de fútbol en la que jueguen Maradona y Messi. Virgilio nos acomodará en la platea. Siempre ganaremos. Brasil siempre perderá. La blanquiceleste que adoramos tiene tres tiras y rayas verticales. La otra, la de franjas horizontales y un sol en el medio, los futboleros se la dejamos a los políticos. Podemos cantar el himno o la marcha de San Lorenzo, o un boogie-woogie, lo mismo da. Nuestro coro no tiene partitura. Tiene tres letras: GOL. Es posible que a la Selección le sobre cielo y le falte tierra. Pero el fútbol no es una ciencia. Las ciencias son de este mundo y son acumulativas. No hay progreso entre Pelé y Messi ni entre Menotti y Batista. Las épocas del fútbol son incomensurables. Como tampoco se avanza entre Leonardo y Picasso. También es un arte. Siempre se comienza desde cero y no se aprende nunca. La prueba está a la vista. Nada se aprendió del 4 a 0 contra Alemania en el Mundial de Sudáfrica en el que la Selección nacional jugó con el extraordinario esquema de 4-1-5. Una combinación ni siquiera imaginada por Nostradamus. Las declaraciones de Batista han sido desafortunadas. Argentina no debe jugar como el Barcelona porque no es el Barcelona. Messi no puede jugar como en el Barcelona porque el Barça es una carroza de fuego. En el Mundial del ’86 jugaban Olarticoechea, Garré y Cuciuffo. Nadie se acuerda de ellos. Junto a Enrique, Giusti y el mismo Batista, coordinaban las acciones. Eran los choferes del carro celestial. ¿A quién puedo nombrar de esta Selección para que nos lleve al más allá? Hoy el mundo parece una pelota pinchada. Se fue River. La Selección iba quinta en las últimas eliminatorias hasta que nos salvó Ecuador. Nos da miedo Costa Rica. Pero el fútbol es grande aunque la pelota esté pinchada. No desesperemos. Oremos. Padre nuestro que estás en los cielos, regálanos un pico de oro para que el mundo se infle nuevamente. No dejemos solo a Batista. Quizás se produzca un milagro. Alegría, alegría a mi corazón. Hasta cuando estoy solo frente al televisor le grito a la pantalla y pateo la mesa cuando la pelota sale apenas desviada. A mi esposa la enternece que me comporte como un niño. El niño Heráclito, salvando las distancias, que jugaba en la arena mientras Nietzsche lo miraba, desde el hospicio.

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