Un “amigo de Facebook” me pone en el muro: “viste. Lo dijo el Papa. No hay que ofender”. Lo dice cómo si definición de Francisco viniera a salvar las diferencias de lecturas sobre la masacre de Paris. Cómo si la posición, algo tibia por cierto, del Pontífice, viniera a echar luz definitiva al asunto.
Lo primero que se me vino a la cabeza es que ese mismo amigo, algo identificado con el Kirchnerismo, apenas conocida la designación de Bergoglio al frente de la Santa Sede, colgó una foto del nuevo Papa dándole la hostia a Videla, acompañado por la frase : “El nuevo Papa es un cómplice de los genocidas”. Unas horas después había cambiado de posición. Cómo el gobierno mismo, que pasó del silencio y la burla (“Yo podría ser Papisa” CFK dixit), al reconocimiento casi libidinoso de la Presidenta con mates y termos de cuero. Pero no es esa la cuestión.
La cuestión es el tema de la “cuasijustificación” de la acción criminal de ISIS o AL Qaeda en la Revista humorística Charlie Hebdo. El razonamiento, simplificado, es: “es un horror, si, pero ellos ofendieron a los Musulmanes. No debieron ofenderlos, porque sabían que podían recibir este castigo” o algo así.
Y no. Aunque lo diga el Papa o baje el mismísimo Mahoma a la tierra y nos lo pida por cadena internacional a las 10 de la noche, no me parece bien el justificativo.
La matanza claramente discriminada a los humoristas de la redacción a quienes fueron preguntando sus nombres antes de gatillar, no admite ninguna justificación. Ni la más mínima.
Se trata, en cualquier caso, de la admisión solapada del crimen como respuesta a una ofensa. Que cómo cualquier ofensa es absolutamente subjetiva, y tiene, al menos en las sociedades democráticas de occidente, soluciones en el terreno de las instituciones.
Si te ofendo, podés ir a la Justicia y reclamar por tu honor o el honor de la religión que profeses. Y Nada más. Y si el fallo no te gusta, tendrás segunda y tercera chance en Cámaras y Cortes. Y listo.
La utilización de la frase de Francisco pareció “habilitar” a los que no condenaron la masacre o directamente prefirieron tomarse más tiempo y energías en explicar cada una de las acciones exteriores de Francia o del “mundo occidental”, en la que se mataron inocentes, para explicar “que el contexto de algún modo explica la masacre”.
Ok. Vale discutir eso. Pero separado de la Masacre. Ninguno de los dibujantes y periodistas de Charlie Hebdo formaron parte de las tropas francesas que contribuyeron al dominio de EEUU y sus aliados en el oriente petrolero post 11-S. Es más: la propia revista, y a eso lo podemos descubrir ahora releyendo sus tapas, fue manifiestamente opositora a las intervenciones armadas de Francia en Irak y Afganistan.
El problema es el reconocimiento del derecho del criminal a la venganza. Por eso algunos prefieren el silencio, otros el contexto, y alguna otra más claramente – Hebe de Bonafini- su justificación.
Al menos este escriba, y algunos miles de millones de humanos que habitamos occidente y no nos avergonzamos de hacerlo ( ni de serlo), no creemos que nadie bajo ningún estado emocional de ofensa, tenga derecho a matar. Y del mismo modo condenamos a los países que imponen pena de muerte a piedrazos a las mujeres que llegan al matrimonio sin su virginidad a cuestas. Ni a los lideres que consideran a la homosexualidad como un delito ( le cabe a Putín y a los Ayatola iraníes, o a los líderes Pakistanies, por citar ejemplos), a los que le niegan los derechos elementales a las mujeres, a los Musulmanes Nigerianos que secuestran y “convierten” a las adolescentes cristianas , o por citar una figura aún más repugnante, a los países que consideran a las mujeres propiedades de Mahoma y por poder concedido, a los Emires que las entregarán a quienes se les antoje.
Es muy raro, muy extraño, que quienes enarbolan las banderas de los derechos humanos como sagradas, o que han instalado la cuestión de genero hasta el paroxismo en los discursos, no se atrevan a reconocer que las políticas que implementan esos países, bajo argumentos sagrados, contradicen en forma brutal sus propios argumentos ideológicos.
Si vos llevás a un transexual a Arabia Saudita, lo llevás a la muerte. No duraría un segundo en libertad, y apenas unas horas en sobrevivir. Un transexual es un enfermo, según interpretan el Corán los líderes, y merece la muerte. Porque puede contagiar la pureza del pensamiento islámico.
En Argentina a los transexuales les reconocemos el derecho a elegir su identidad en el documento. Allá los matan. ¿ se puede entender que justifiquen eso, defendiendo el derecho de los lideres a vengar la ofensa, matando humoristas?
Que Argentina tenga compromisos con Irán también contradice el discurso del gobierno. Y si finalmente se prueba que hubo intenciones de borrar las culpas de los asesinos de AMIA, peor aún.
El Papa es el Papa, ni es un colaborador del genocidio ni es la palabra sagrada que termina saldando miradas distintas en una sola. Es el líder de una organización religiosa y política que protege sus intereses. Tiene, al menos este Papa, señales de apertura, pero no deja de ser el Jefe de una organización que sigue considerando a los homosexuales como desviados, y a las mujeres y los hombres que se dejaron de amar, como pecadores.
Francia, los franceses, los hombres que llenaron las plazas repudiando la masacre, no merecen semejante estupidez en boca de Hebe de Bonafini : “la Francia colonialista que dejó a miles de pequeños países en la ruina no tiene autoridad moral para hablar de terrorismo criminal”. Ningún dirigente Kirchnerista la desautorizó.
Francia fue, lejos de colaborar con la dictadura, una de las naciones que acogió a miles de argentinos perseguidos por la dictadura en el exilio. La dictadura de la que formaba parte el actual jefe de las Fuerzas Armadas, César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani ( vale recordarlo, también). Francia nunca abandonó a las Monjas Francesas que fueran arrojadas vivas desde un avión al Rio de la Plata por Astiz. Francia recibió decenas de veces a los organismos de Derechos Humanos durante la dictadura. Francia era un refugio en plena caceria.
¿ Se puede, desde las banderas de los DDHH, preferir a los asesinos irracionales antes que a una sociedad que nos protegió?
Está bien. Cada uno sabrá salir del laberinto de sus pensamientos, ideologías e intereses políticos, diciendo lo que crean que deben decir, incluso pensar. Nadie entrará a sus hogares a acribillarlos. Nadie se sentirá ofendido. Las iglesias no le negarán la hostia, ni las mujeres sufrirán lapidarias muertes por haber pedido la virginidad. No importa lo que diga Francisco, ni siquiera las desopilancias de Hebe o Luis Delía. Nada de eso impedirá que podamos seguir diciendo lo que pensamos. Sin ningún otro límite que la ley. La que escribieron los hombres, cuando acordaron ser una nación. No las que nos dictan desde el cielo los dioses, si es que los hubiera.¿ no?
Por eso defendemos a Charlie. Por eso reivindicamos a la democracia. Por eso no aceptamos el fundamentalismo islámico. Por eso, por todo eso, elegimos- con sus abusos, injusticias y desigualdades- vivir en este lado del mundo.