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miércoles 15 de marzo de 2023

Las elecciones de Santa Fe y el “Kirchnerismo bobo”*

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Han comenzado a circular expresiones de algunos militantes kirchneristas, anticipando que no votarán por el FPCyS en junio y, tras ellas, los justificativos.Desde el reproche al no acompañamiento del Socialismo en ciertas votaciones en el Congreso, pasando por la lectura discrecional de algunas acciones de gobierno, una desopilante asociación con Mauricio Macri, llegando al extremo de reclamar acciones que jamás le pedirán a su Gobierno, van diseminando teorías para explicar lo que no se animan a explicar: odian al Socialismo mucho más de lo que esperan para la provincia y, si hace falta (nunca lo reconocerán) votarán a Miguel Del Sel “para que se vayan estos tibios”.
Han torcido tanto el método de análisis de la realidad que son capaces de advertir extrema gravedad en hechos de dudosa certeza por parte del Gobierno socialista mientras disimulan, sin vergüenza alguna, asuntos de la gestión nacional que no resisten el análisis moral de un chico de tercer grado.

“No vamos a votar a Lifschitz, porque los socialistas van a votar a Macri en un ballotage”
El “militonto” asume desde algún lugar de iluminado elegido dos falacias inexplicables: 1) Que la dirigencia piensa lo que no dice; 2) Que las ofertas electorales nacionales representan claramente proyectos de país distintos.
Entonces, vale decir: El Socialismo ha demarcado claramente como límite ideológico al PRO. No aceptó un “gran acuerdo nacional” y eso le valió el abandono de los radicales que vaciaron a UNEN para sumarse a distintos contubernios electorales. Así las cosas, resulta inexplicable que se le reproche al Socialismo una futura intención de votos al PRO, cuando precisamente esa fue la razón por la que se produjo el quiebre en la incipiente fuerza socialdemócrata. Lo segundo es aún más absurdo: ¿Entre quién y quién se supone que el votante socialista elegiría en un eventual ballotage en noviembre? ¿Entre Macri y Scioli? En ese caso, Scioli, Ministro nacido de las huestes menemistas, amigo personal de Macri, hombre de dudoso compromiso con la Presidenta y de demostrado camaleonismo político ¿representa la continuidad del modelo revolucionario de los Kirchner?
Cristina Fernández aún no eligió, y dudo que lo haga, un “continuador” de su gestión. Algunos sueñan con la bendición a Máximo, un chico con desconocidas capacidades, y otros, más razonables, creen en alguna chance para Randazzo. El último sería un escenario mucho más claro, y no encuentro duda sobre a quién elegiría el votante del Socialismo y muchos radicales, si Randazzo fuera la alternativa a Macri. Por lo pronto, los socialistas, lo dijeron, se inclinarían por Margarita Stolbizer y se supone que en una segunda vuelta no escogerían a Macri. Sino, hubiesen elegido el camino de una alianza con él.

“El gobierno del Frente es la continuidad de los ´90 en Santa Fe”
Debe haber pocas cosas menos sostenibles que esa. ¿Perdieron la memoria? No existen antecedentes de inversiones en la cosa pública, en salud, en educación y en la cuestionada obra que las que se generaron durante las gestiones de Bonfatti y Binner.
¿En qué trampa mental alguien se anima a decir que las gestiones del Frente son comparables a la de los ‘90? Ni siquiera vale extenderse. Solo alcanza con echar un vistazo a la memoria, sacarse las orejeras ideológicas (que preferiría calificar como sectoriales y partidarias) y aceptar, aunque no les guste, que en todos los aspectos desde donde reclaman acciones a partir del discurso, en todas, las gestiones del Frente respondieron a las de un Gobierno mucho más preocupado por los intereses de la gente, del trabajador y de los sectores con menores recursos, que por los de las corporaciones locales y nacionales.
La propia idea del retorno de figuras como Mercier debería rebelarlos e indignarlos, pero no: prefieren hacer hincapié en las debilidades de la gestión, en lugar de recordar a quienes resultaran funcionales en las elecciones de junio: Dicen una cosa, pero anuncian que harán lo imposible para facilitarles el regreso.
¿Qué es lo imposible? Votar por un candidato del Peronismo que reconocen como impropio. Que les cerró las puertas a sus propios aspirantes internos en la sede del partido. Que ninguneó al “modelo” en todas sus alocuciones. Que arrastra una historia vinculada activamente a los ‘90. ¿O es que Omar Perotti nació de un repollo y no fue Ministro de la Producción de Reutemann? ¿O es que Silvina Frana no es una dirigente vinculada a la Iglesia Católica por encima de cualquier otra condición? ¿O es que “el tigre” Cavallero no miraba los partidos en Olivos con Menem y lo representó electoralmente en Santa Fe desde entonces? ¿O es que Marcela Aeberhardt no es la misma dirigente que acompañó durante una larga década y media al siempre cuestionado Oscar “Cachi” Martínez?
¿Desde dónde sale esta idea de que estos hombres y mujeres, humanamente respetables, representan mucho menos a los ‘90 que el Frente Progresista? ¿Porque son peronistas? Bueno, vale recordarles que también son peronistas Reutemann, Mercier, Sebastián Pignata y todos los hombres y mujeres que responden al viejo gremio UPCN. También pueden elegir por ellos, no hay demasiadas diferencias morales.
Si la elección entre uno y otro pasa por la pertenencia partidaria, bajen las pancartas de la revolución. Están votando a gente mucho más representativa de la Santa Fe conservadora que las que dicen combatir.

“El Socialismo es narcotráfico y corrupción”
El entusiasmo que ponen algunos militantes por “descubrir” acciones indefendibles de las administraciones socialistas llega a configurar cierta esquizofrenia.
El militante ciego se entusiasma creyendo que “la probable (así dice la pericia, sin afirmar con contundencia nada) manipulación de la notebook del narcotraficante Medina, es la prueba del contubernio del Socialismo con el narcotráfico”. Celebran con euforia la supuesta vinculación pero no abren ningún interrogante sobre Berni entrando al departamento del fallecido Alberto Nisman dos horas antes que la propia Fiscal de la causa. No se preguntan por el triple crimen de los traficantes de efedrina que aportaron para la campaña de Cristina. No se detienen en la comprobada participación de tráfico de uno de los principales funcionarios de la Sedronar. No se ponen colorados cuando se informa sobre los vínculos del chofer de Urribarri con “Los Monos”. No se asombran cuando el mismo día que “descubren” la pericia de la cuestionable PSA sobre la PC de Medina, los diarios hablan de las grabaciones detectadas entre miembros de La Bonaerense con la misma banda de “Los Monos”.
Resulta increíble que quienes se bancan a Boudou, Milani, las inexplicables fortunas de la familia presidencial, la flota de camiones de Luis Delia, los negocios de Julio De Vido, los contratos inaccesibles para la prensa y los propios legisladores con la Barrick y Chevron, los convenios secretos con China, y los millones de dólares que se gastan sin rendir cuentas en Aerolíneas, Futbol para Todos y decenas de programas que terminaron en escándalo como la aventura de Hebe de Bonafini con Schocklender, se sientan “ofendidos” porque el Gobernador de una provincia que tiene el más bajo índice de corrupción de los últimos 30 años en Santa Fe, diga que es “transparente”.
¿Se ofenden porque el Gobierno provincial nombró empleados públicos y pasan de la designación de decenas de miles de militantes K en todas las áreas del Estado Nacional? ¿No es un disparate, muchachos?
No hay antecedentes de la jerarquización de docentes, empleados públicos y también, aunque sea lenta y defectuosa, la modificación del sistema de ingreso al Poder Judicial.

Y como colorario…
El Socialismo santafesino apoyó a este Gobierno en las leyes más importante que suponían un cambio en el Estado argentino. Ahí están los votos para la Ley de Medios que terminó siendo apenas un intento (fracasado) de eliminar al Grupo Clarín. Ahí están los votos en las estatizaciones de las AFJP, de YPF, de Aerolíneas, la Ley de Matrimonio Igualitario y en cada una de las decisiones en las que se giró a favor de los derechos sociales.
Pero también se opuso a las normas que deberían avergonzar a la propia militancia: los intentos por dominar el Poder Judicial, la Ley Antiterrorista o los convenios secretos arriba mencionados.
Por esas razones, el Grupo Clarín lo devasta diariamente a través de sus medios. Por esas razones, la “inteligencia” del genocida Milani le inventa operaciones como la “desaparición de los mellizos” que nunca nacieron, o los selectivos montajes desde la SIDE y la PSA para instalar al “narcosocialismo” como emblema de un asunto que depende centralmente de la inacción de las Fuerzas Federales. El propio Berni, en un acto de sincericidio inesperado, calificó al “problema santafesino como menor, respecto de lo que acontece en el Gran Buenos Aires y CABA, y de la dimensión de los carteles extranjeros que se van instalando en el país”.
No hace falta que busquen excusas para explicar por qué no piensan votar al Socialismo en junio para evitar que gane Del Sel y con él vuelvan Reutemann y Mercier. Vótenlos directamente y sincérense: ustedes no lo hacen porque son de “izquierda”, ni porque los socialistas son “blandos”; ustedes lo hacen porque odian y no toleran que exista una expresión progresista que no responda a los mandatos de la familia real argentina que ostenta el poder.
Ustedes lo hacen desde el estómago. No soportan la idea de que los miembros del Frente sigan gobernando y ustedes son peronistas. Y Del Sel, aunque rieneguen, también lo es. Y ya lo dijo el General: “Para un peronista…”.

*Ante la ofensa manifestada por algunos lectores me veo en la obligación de explicar: la expresión “bobo” no habla de individuos sino de un colectivo cándido y cerrado. Es una expresión política utilizada por muchos y respetados cientistas políticos para describir situaciones en las que esa candidez juega a favor de lo contrario a lo que piensan. Burgués bohemio (o Bobo, del término originario inglés bourgeois bohemian, derivado de la expresión francesa de 1885 bourgeois bohème) es una clasificación sociológica informal que describe a los miembros de un grupo social ascendente en la era de las nuevas tecnologías, caracterizado por su pertenencia funcional al capitalismo (empresarios y empleados de grandes compañías) junto con sus valores asociales “bohemios” y “hippies”.

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