A la gaucha Teresa Mercado cuatreros le robaron la herencia y hoy exige justicia
En la calurosa soledad salteña de Anta, una mujer gaucha resiste los cambios en la producción que propone el siglo XXI sosteniendo un puesto ganadero, a la vieja usanza, ubicado en la zona otrora conocida como El Destierro de Anta, ubicado a unos 100 km al sur de la localidad de Joaquín Víctor González.
Persiguió a los ladrones, los hizo imputar y la Justicia salteña de Anta no los lleva a juicio. Es la última “gaucha” del poblado El Destierro, vive sola y maneja todo el campo.
Al lugar se ingresa por la 41, una ruta provincial que algún gobierno aseguró haber pavimentado, aunque el polvo, los pozos y la ausencia de material bituminoso indica que sigue esperando la devolución del presupuesto “desaparecido”.
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En ese lugar, rodeado de explotaciones agropecuarias intensivas, Teresa Mercado quedó como la última heredera de un puesto ganadero llamado “El Mocho”. La historia de su anclaje en el lugar lo explica de manera gráfica y sencilla asegurando que al morir su padre Lucho Mercado, no le quedó otra cosa que mantener el legado de su familia, presente en ese lugar por cuatro generaciones.
“Nuestra familia (Mercado) data en esta zona con registro desde 1920”, indicó. Teresa, que habita en soledad ese rancho de quebracho, adobe y ladrillo, relató a El Tribuno que hasta el 2020 todo estaba bajo control. “Vino la pandemia y comenzaron a aparecer los cuatreros, ya no eran aquellos que robaban uno o dos animales, eran asociaciones de delincuentes que cuentan con logística, camiones, inteligencia previa, y la colaboración de algún poder. De esa manera hicieron ingresar camiones por un camino privado y se llevaron de mi rodeo decenas de animales de la parte norte de mi explotación.
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Claro, pensaron que porque era una mujer no me iba a dar cuenta del robo, y nada más estúpido. Yo crecí aquí, sé andar a caballo, montear, enlazar, arriar y huellear mejor que cualquier hombre, es más traje del pueblo algunos chicos para enseñarles el oficio de puestero, porque la juventud de hoy no sabe ni siquiera ensillar un caballo y aquí tiraron la “tusca” y se fueron, no aguantaron el trabajo de un hombre del impenetrable. Así, estos ladrones de ganado sabían que había una mujer al frente del puesto y en unos días que estuve enferma abrieron una tranquera y se llevaron animales mestizos de media cruza y mansos, porque aquí no hay animales orejanos.
Al volver, noté inmediatamente que el rodeo del norte no había venido al pozo y fui a caballo y hallé las huellas de decenas de animales que fueron arriados hacia un campo vecino, una explotación pecuaria intensiva y que desde allí los cargaron y salieron por la balanza del camino privado donde los pesaron, incluso.
Así fui investigando más y más y hallé las caravanas de mis animales tiradas, luego algunos conocidos me enviaron fotos de donde habían sido vendidos y atando cabos llegué a los cuatreros, que resultaron ser peones de un establecimiento vecino, quienes componen una asociación o banda que roba camionadas, no solo a mí, sino a cualquier productor, ya que cuentan con compradores que arreglan cómo sacar los animales por caminos vecinales y privados sin DTE, obviamente con anuencia de algún poder innombrable.
Así y todo, dejando mi campo hice lo posible por obtener justicia, les di a los fiscales los nombres de los cuatreros, cómo, cuándo y cuántos. Los cómplices y demás e incluso de tanto diligenciar justicia finalmente una fiscal me escuchó y vino a ver personalmente lo que sucede y sucedió.
Hoy a dos años de este robo descomunal en contra de una mujer sola, que destruyó mis planes de construir un establecimiento pequeño, pero del siglo XXI. Yo no me quedé con las vacas criollas. No, traje reproductores de Entre Ríos y mesticé mi hacienda a nivel de cualquier productor intensivo, incluso estuve haciendo un pequeño Feed lot, pero vino esa mano negra que me robó la herencia de mi padre, pero les aseguro no me venció.
“Por eso no quiero más verso, quiero un juicio oral y público en contra de estos seis delincuentes y una reparación acorde al daño que me causaron. Y que la Justicia deje de versearme con más y más dilaciones. No pido más que eso, justicia para la Teresa Mercado”, sentenció.
Ya más calmada, la mujer relató su rutina en pleno Chaco salteño, donde además de una gran cantidad de vacunos, maneja cabras ovejas y aves de corral.
Lamentablemente no tengo hermanos, solo una hija que está estudiando ingeniería agronómica y está a punto ya de recibirse, somos dos mujeres los últimos Mercado que quedan por esta zona.
Luego dijo: “Dejé hace tiempo Joaquín Víctor González para vivir aquí con la luz de paneles solares que instalé, manejando pozos profundos que hice perforar y mestizando la hacienda que recibí de mi padre para que no digan que me quedé allá lejos. Esto hace una mujer sola, que no tiene tiempo para andar mendigando justicia: la exige”, finalizó.
“Soy mujer, y qué”
“Conozco este lugar cuando todo era un mar de quebrachales, cuando los animales salvajes pumas y tigres eran los enemigos de la hacienda. Conozco las inundaciones que nos hacían tomar agua de parados. Aquí llegabas y no podías salir por meses. No había caminos. Resulta que ahora los enemigos de los productores se llaman delincuentes y gozan de buena salud y protección. Por eso pido justicia, no es solo por mí sino por todos.
Si me quisieron correr con esto, no lo lograron y si les parece inapropiado mi trabajo digo: ‘soy mujer y qué'”.