Allanamientos en Rosario: secuestraban chicas y las obligaban a vender droga en la zona norte
Se trata de una organización liderada por un preso de Coronda que tiene pocos miembros y cuenta con dos búnkeres que operan en la Zona Cero y en Nuevo Alberdi con complicidad policial
Una presunta banda que se dedica a la venta de droga al menudeo en Nuevo Alberdi y Zona Cero era allanada en la mañana de este viernes. Se trata de una estructura pequeña que tiene alcances de suma gravedad, ya que se sospecha que trae bajo engaños a menores de la región de Coronda y Gálvez y las obliga a trabajar en los búnkeres amenazadas de muerte. A esa situación se agrega que esas adolescentes, según denunciaron, también fueron prostituidas con soldaditos y con policías.
La causa es llevada adelante por la Fiscalía Federal N° 2, a cargo de Claudio Kishimoto y el auxiliar fiscal Franco Benetti, quienes pudieron establecer que la organización es liderada por Lautaro Walter G., un recluso de 26 años que está alojado en la cárcel de Coronda.
En los procedimientos –que se hacen con la autorización del Juzgado federal N° 4– fueron dirigidos a Lautaro G. en Coronda, a su madre Gladis P., su pareja Irina M., su suegra Valeria G. y otros miembros de la banda, entre los que se encuentran vendedores y soldaditos.
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Todo comenzó con un procedimiento de la Policía provincial en Coronda, cuando una adolescente de 16 años denunció que un grupo de ladronas le había robado su celular y se había subido a una camioneta, donde además tenían retenida contra su voluntad a su amiga, de 17 años.
La menor, de 17 años, fue rescatada del vehículo en cuestión, donde estaban como ocupantes, Gladis P., Irina M. y Andrea A., una mujer que luego se comprobó que era quien tomaba directivas en la presunta organización.
Después de ese operativo, las víctimas relataron que las ladronas detenidas además integraban la banda de Lautaro G., y explicaron que es un preso de Coronda que capta a menores que buscan trabajo por la zona y los manda a Rosario, donde finalmente son obligados a trabajar en un búnker situado en Pasaje 1.368 (antes la calle se llamaba Beatriz Vallejos) a la altura del 3300, en la Zona Cero.
De acuerdo al relato de las denunciantes, en los búnkeres son obligadas a consumir droga –para que se mantengan despiertas durante su turno–, a vender estupefacientes y a ser abusadas sexualmente por personas que conforman la organización o por policías que cumplen funciones en la seccional de Gazcón al 2900. Ambas habían sido víctimas de esa red, incluso habían logrado fugarse de Rosario, pero los mandos medios de la organización fueron hasta Coronda para secuestrarlas nuevamente.
Cómo opera la organización
Según se desprende de intervenciones telefónicas de la Agencia de Investigación Criminal que forman parte del expediente, en el búnker de la Zona cero se vende con “bidones” como unidad de medida. Esto significa que quienes venden la droga reciben envases que contienen generalmente 20 o 22 envoltorios de un gramo cada uno, y cuando se agotan las unidades deben avisar para que un miembro de la banda vaya a llevar otro “bidón” y retirar la plata recaudada.
El punto de venta de droga tiene varios orificios, de acuerdo a las imágenes tomadas en tareas de vigilancia. Algunos que son visibles en las persianas son como consecuencia de ataques a tiros que recibieron en el marco de pujas territoriales con otras bandas. Y otro, apenas más grande que la marca de una bala, es por el que se ejecuta el “pasamanos” para la operación de menudeo.
El 9 de febrero pasado, en una de las balaceras contra el kiosco de droga del Pasaje 1.368 al 3300 una de las mujeres que integran la organización fue herida de arma de fuego, según se desprende de las actuaciones policiales.
Otro de los búnkeres de la organización se encuentra en Polledo al 3500 –alterna con otro situado en Polledo al 3800, sobre las vías–, donde se hallaron letreros escritos con tiza que indican que allí supuestamente funciona un almacén.
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Al estilo de la serie estadounidense “The Wire”, la estructura tiene un lugar en el que se acopia la “mercadería grande”, otro para armar los bidones y otro para guardar la recaudación de las ventas. Curiosamente, el inmueble seleccionado para dejar el dinero es el de la abuela de Andrea A., que vive en Galileo al 2900 y que tiene colocada cámaras de seguridad en la puerta.
A pesar de ser una organización chica, el flujo de dinero y droga que movilizan es significativo. En las fechas 5-6-7 de mayo recaudaron 565 mil pesos, y solo el viernes 12 de mayo obtuvieron 490 mil pesos. De acuerdo a distintas charlas telefónicas, a quien le rinden la plata es a Bruno G., el hermano del preso, que suele desplazarse en un Audi C5 blanco que está a nombre de su hermana que vive en Candia al 3100, en una propiedad que está dividida entre una casa y una chatarrería que están conectadas, según las tareas de inteligencia.