Carrera a los Oscars: “Argentina, 1985” fue preseleccionada para competir por el famoso galardón
La película protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani se encuentra en la lista de los preseleccionados de la Academia de Artes y Cinematográficas de Hollywood. Los 5 finalistas se darán a conocer el 24 del próximo mes
Este miércoles, la película “Argentina, 1985” de Santiago Mitre fue preseleccionada para competir por el ansiado Oscar 2023 en la categoría de mejor película extranjera. El largometraje protagonizado por Ricardo Darín y Peter Lanzani está entre los quince finalistas de su categoría, según anunció este miércoles la Academia de Artes y Cinematográficas de Hollywood.
El 24 de enero, cuando se anuncien las nominaciones, se develará si la producción quedó entre los cinco largometrajes con posibilidades de alzar la estatuilla dorada el 12 de marzo, en la ceremonia que se llevará adelante en el Dolby Thatre de Los Ángeles.
El resto de las candidatas preseleccionadas en la categoría se encuentran: EO (Polonia), Decisión de partir (Corea del Sur) y Cairo Conspiración divina (Suecia), Corsage (Austria), Close (Bélgica), Return to Seoul (Camboya), Holy Spider (Dinamarca), Sin novedad en el frente (Alemania), Last Film Show (India), The Quiet Girl (Irlanda), Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (México), The Blue Caftan (Marruecos), Joyland (Pakistán).
A casi tres meses de su estreno, la película “Argentina, 1985” continúa siendo destacada a nivel internacional. Es así que hace unos días recibió nominaciones para cuatro nuevos premios como mejor película en idioma extranjero. El film sobre el Juicio a las Juntas fue resaltado por Hollywood Critics Association, AARP, North Texas Film Critics Association y el Círculo de escritores Cinematográficos de España.
De esta manera, las nuevas nominaciones podrían sumarse a los cuatro galardones obtenidos una semana atrás en el Festival de Cine de La Habana. En aquella oportunidad, la película obtuvo tres premios Coral por “actuación masculina” (Ricardo Darín), “dirección artística” (Micaela Saiegh) y “mejor guion” (Mariano Llinás y Santiago Mitre), en la gala de clausura del 43° Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba, celebrada en la noche del viernes en la tradicional sala Charles Chaplin de la capital cubana.
Otra nominación para “Argentina, 1985”: competirá en los Critics Choice Awards
Por su parte, el director del film también resultó ganador del Premio Signis “debido a su certera aproximación al pasado desde una mirada profunda”, según la justificación de la Asociación Católica Mundial de la Comunicación que otorga este galardón.
Además de estos premios, la película fue nominada en la categoría Mejor Película Extranjera en la 28ª edición anual de los Critics Choice Awards, que se entregarán el próximo 15 de enero en la ciudad estadounidense de Los Ángeles.
Al mismo tiempo, Argentina, 1985 se disputa el galardón a la Mejor Película Extranjera con “RRR” (India), de S.S. Rajamouli; “Sin novedad en el frente” (Alemania), de Edward Berger; “Close” (Bélgica), de Lukas Dhont; y “Decision to Leave” (Corea del Sur), de Park Chan-wook y “BARDO, Falsa crónica de unas cuantas verdades” (México) de Alejandro González Iñárritu.
¿Cómo es Argentina,1985?
La película empieza en 1984, ya en democracia, luego de la asunción de Raúl Alfonsín a la presidencia. Desde un comienzo, a través de unos textos en la pantalla, pone al espectador en la específica situación que se vive respecto al Juicio a las Juntas, detallando la manera en la que los tribunales militares vienen evitando hacerse cargo del tema. De vencerse el plazo que tienen para expedirse –dicen los textos–, el juicio debería caer en manos civiles, más precisamente en la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de Buenos Aires, cuyo fiscal es Julio César Strassera.
Sin embargo, con el correr de los minutos, Argentina, 1985 cambia rápidamente de tono y el espectador se encuentra con la vida familiar de Strassera (Ricardo Darín), un hombre casado (Alejandra Flechner encarna a su esposa, Marisa) y que tiene dos hijos, una chica adolescente y un niño, varón. Su principal problema, en ese entonces, pasa por investigar al hombre con el que su hija está saliendo, un tipo un tanto mayor que, él sospecha, puede ser “de los servicios”. Y Julio César Strassera no tiene mejor idea que mandar a su hijo pequeño a seguir a su hermana mayor en plan detectivesco. No será la única vez que lo use para eso.
Al conocer la noticia de que los militares no se han expedido sobre el juicio en cuestión, Strassera ya adivina que caerá en su escritorio. Y parece querer evitarlo a toda costa, poniendo excusas para no atender a representantes del Gobierno que quieren reunirse con él. No se trata, simplemente, de no querer hacerse cargo del problema sino que el fiscal sospecha que el juicio será solo una fachada, sin reales consecuencias (las declaraciones del ministro del Interior Antonio Tróccoli en la presentación televisiva del informe de la CONADEP dan a entender eso) y él no quiere prestarse a ese juego.
Pero no podrá evitarlo y allí se dará cuenta de que está bastante más solo de lo que cree, como el sheriff de algún western clásico que tiene que enfrentar el peligro que se viene mientras todos los demás se esconden. Allí, el hombre no solo cae en la cuenta de que la mayor parte de sus colegas de Tribunales prefiere evitar meterse con el tema sino también que muchos de ellos son, como él mismo dice, “bastante fachos”, y que es mejor no contar con ellos. En paralelo, su familia empieza a recibir amenazas telefónicas y, a su pesar, le ponen dos personas de seguridad para que lo cuiden de potenciales atentados.
Acompañado por el autor teatral Carlos Somigliana (a cargo de Claudio da Passano), que trabaja en Tribunales y se convierte en su primer aliado –y sostenido “moralmente” por un abogado ya retirado que interpreta Norman Briski–, a Strassera no le queda otra que sumar a su equipo al joven abogado Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) y a un grupo de veinteañeros recién recibidos, que son los que estarán a cargo de recopilar la enorme cantidad de información que precisan para probar sus acusaciones, además de convocar a testigos desparramados por todo el país, muchos de los cuales no quieren saber nada con la idea de testimoniar en un momento en el que sus torturadores circulan libremente.
Moreno Ocampo tiene, a la vez, sus propios problemas, ya que es parte de una familia de tradición militar y su participación como fiscal contra las Juntas lo enfrenta a todos ellos, pero especialmente a su madre, que no solo no quiere saber nada con que participe de ese juicio sino que defiende lo hecho por los militares en “la lucha contra la subversión”. Lo que seguirá, de ahí en adelante, será el juicio en sí, con sus circunstancias históricas más o menos conocidas, algunos de sus testimonios más potentes, los manejos políticos que se siguen desarrollando en paralelo, las presiones y las amenazas, hasta llegar al consabido y épico final con el alegato del fiscal.