Caso Franco Casco: aseguran que sacaron el cuerpo de la comisaría “durante un corte de luz”
El fiscal federal Arrigó empezó este miércoles su alegato final en la causa donde se investiga el homicidio seguido de desaparición forzada del joven en Rosario, en octubre de 2014. Hay 19 imputados.
El fiscal federal Fernando Arrigó empezó su alegato final de acusación al grupo de 19 personas imputadas en distintos roles en la causa donde se investiga el homicidio seguido de desaparición forzada de Franco Casco en Rosario, el joven bonaerense de 22 años que en octubre de 2014 estuvo preso en la comisaría 7° y cuyo cuerpo fue encontrado 22 días después en aguas del río Paraná.
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La acusación refrendó los planteos previos del trámite. Arrigó sostuvo que Franco fue detenido ilegalmente, que no se registró su detención, que fue sometido a golpes y torturas en el penal de la comisaría 7°. Que en esa circunstancia advirtieron que le causaron la muerte por asfixia y que en consecuencia, al tener cuenta que hubo testigos, los autores esperaron el momento propicio para sacar el cuerpo. Fue durante un corte de luz. Luego arrojaron el cadáver al río Paraná.
Arrigó inició su alegato pasadas las 10.30 mientras allegados a Franco y agrupaciones sociales contra la violencia institucional se mantenían en la puerta de los Tribunales Federales en Oroño al 900. Antes de desplegar la prueba acusatoria, lo que se presume puede llevar dos jornadas enteras, Arrigó hizo dos resúmenes. En uno explicó qué pasó según la fiscalía en la comisaría. En otro quiénes estuvieron implicados y qué papel jugaron.
Dijo que en octubre de 2014 Franco Casco estaba en Rosario en casa de sus tíos. Extrañaba a sus padres y por eso decidió volver. En una tarde se dirigió a la estación de trenes. Terminó en la comisaría 7°. Adujo que fue identificado como grupo vulnerable para la violencia institucional. Los móviles de la comisaría cazaron a Franco y lo ingresaron a la seccional. No documentaron el ingreso para trabajar tranquilos y sin plazos. Lo torturaron, le hicieron firmar un acta del hecho, con fechas erradas. Luego lo siguieron torturando. Según los detenidos que fueron testigos “cayó en la guardia más jodida”. Le pegaron y Franco gritaba. Lo asfixiaron.
El fiscal federal reiteró que mientras lo observaban los policías presentes tomaron conciencia de lo que pasó esa noche. “Supieron que lo ocurrido con Franco no había pasado inadvertido para los demás en la comisaria porque él gritaba y había hablado con otros detenidos, que luego escucharon gritos desgarradores”.
Según planteó no pudieron hacerlo solo desaparecer, sino que necesitaban una coartada. Con ella se podía garantizar la impunidad. Se dedicaron entonces a sacar el cuerpo y limpiar la sangre del penal transitorio para que no quedaran huellas que pudieran ser vistas por los detenidos. El día siguiente al hecho, el 7 de octubre, era jornada de visita.
El acusador destacó que para concretar el plan de la desaparición requerían de un momento oportuno. Según el relato de un detenido hubo un momentáneo corte de luz. Entonces lo sacaron y lo tiraron al río. “Era la forma de borrar la prueba de la responsabilidad de los que habían participado”.
Un vecino de confianza de confianza del comisario Diego Álvarez, afirmó Arrigó, proporcionaría el motivo de una detención que según el fiscal era inmotivada. “El vecino cumplió. No había testigos. Un invento de resistencia a la autoridad era suficiente”. Esa persona está fue incorporada hace unas semanas a este juicio acusada por falso testimonio. Es Alberto Daniel Crespo, habitante del barrio Agote que llamó al jefe de la comisaría 7ª para dar cuenta de que un sospechoso merodeaba el barrio y que según la policía desembocó en el arresto de Casco.
Luego el fiscal entró en la segunda parte del planteo que englobó a los imputados, los roles que jugaron y sus acciones concretas. Sostuvo que el 6 de octubre entre 21.08 y 23.30 el personal salió a recorrer su jurisdicción. “En una de las patrullas iban Diego Alvarez y Romina Díaz. En el camino privaron de libertad a Franco Casco y lo ingresaron a la comisaría. No documentaron el procedimiento y no se dejó registro en la guardia. Franco fue alejado en un cuartito sin acceso a un baño denominado el freezer, la jaulita, el transitorio. Habitualmente alojaban ahí a las personas sin causas invocando averiguación de captura.
El fiscal delimitó primero los niveles de responsabilidad de Diego José Alvarez, Walter Eduardo Benitez, Fernando Sebastián Blanco, Cecilia Rut Contino Silva y Franco Zorzoli. Sostuvo que no dieron aviso a la Justicia por la detención de Franco Casco.
“Sabían que si registraban como averiguación de identidad solo contaban con seis horas. Si registraban la detención de ese modo debían ponerlo a disposición del fiscal en un plazo que no excediera las seis horas. Sabían que no cumplirían los plazos legales y decidieron no registrarlo. Sabían a esa altura que el fiscal (provincial) de flagrancia era el doctor Alvaro Campos. Dijeron que no atendían llamadas. La circunstancia de omitir lo ocurrido les daba tiempo”.
Alvarez, Benítez, Blanco y Contino afrontan la imputación más grave que es autores de desaparición forzada agravada por muerte de la víctima y torturas. El destino en caso de condena es prisión perpetua.
Enrique Gianola Rocha, César Daniel Acosta, Cintia Débora Greiner, Marcelo Alberto Guerrero, Guillermo Hernán Gysel, Rocío Guadalupe Hernández y Esteban Daniel Silva están imputados de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima.
Los que participaron del delito principal, dijo el fiscal, fraguaron un documento público, hicieron un montaje para probar que Casco había sido detenido el 7 de octubre de 2014. La maniobra orquestada exigió que el vecino Alberto Crespo dijera que vieron a Casco intentando abrir las puertas de algunos domicilios en la calle de modo de justificar la detención.
Como partícipes secundarios de este delito son juzgados Romina Anahí Díaz, Belkis Elizabeth González, Ramón José Juárez, Rodolfo Jesús Murua, Walter Daniel Ortiz y Franco Luciano Zorzoli.
Finalmente los policías de Asuntos Internos Pablo Andrés Siscaro y Daniel Augusto Escobar están procesados por encubrimiento agravado. Arrigó dijo que estos omitieron informar al fiscal a cargo lo relatado por varios detenidos cuando los internos les manifestaron haber escuchado los tormentos. Dijeron que estos empleados de control trasladaron los relatos en forma genérica sin analizar los dichos de cada uno. Y que hicieron entrevistas en la propia comisaría donde estaban presos, un contexto impropio, sin resguardar a esos testigos en un ambiente libre de presión.
Respecto del momento del ataque físico a Franco Casco, el fiscal Arrigó sostuvo que una vez que se realizó la detención la víctima fue sometida a agresiones, malos tratos y asfixia. “Los presos relataron que se escuchaba que lo sacudían contra las paredes, se notaba que no era del ambiente, porque no sabía que tenía que dejar de gritar para que dejaran de pegarle”, sostuvo. Agregó que “el imputado Benitez le recitaba fragmentos de la Biblia y le decía: ‘arrepentite’. Durante la salvaje golpiza Franco gemía de dolor. Esto duró dos horas. Lo golpearon salvajemente”.
Luego de este primer momento, señaló Arrigó, le tomaron los datos personales, le sacaron fotografías, donde aparece golpeado y con la ropa mojada. Lo volvieron a golpear. En esa nueva paliza, dijo el fiscal, participaron Álvarez, Contino y Silva. “Se escuchó silencio total. Les dijeron que se les iba la mano. Un policía dijo: ‘no se mueve, no se mueve’. Murió por asfixia tal como lo explicó la doctora (forense Virginia) Kreimer”.
Un pasaje especialmente fuerte del fiscal fue cuando reseñó los testimonios de los detenidos en la comisaría 7ª que es una base de la acción violenta. Dijo por ejemplo que “el detenido Pablo Argüello vio a Franco a través de la hendija de la puerta. Dijo que estaba en una celdita enfrente. Vio la imagen de Franco por televisión luego y lo reconoció. Lo escuchó decir ‘no me peguen más, si ya me tienen detenido’. Le preguntaron el nombre y dijo Franco Casco. Y después nos enteramos que había muerto”.
Consignó que los testimonios de los presos coincidieron en que “Franco denotaba no ser del ambiente en el sentido que no estaba acostumbrado a sufrir detenciones por la forma en que gritaba como le pegaban y cómo se dirigía a las autoridades. Lloraba, se quería ir, y no aguantó que lo hubieran metido ahí adentro”. Sostuvo que Argüello dijo que el joven “no manejaba el lenguaje tumbero. No era como ellos porque sino se habría defendido de esa manera”.
También citó el testimonio de otro interno, Ariel Sosa, quien sostuvo: “Lo que pasaba siempre cuando traían a los que estaban incomunicados es que todos gritaban. Le pegaban un par de cachetadas y paraban. Pero Franco gritaba todo el tiempo que se quería ir”.