Charles Leclerc será el compañero de Carlos Sainz en Ferrari en 2021
El monegasco, de 22 años, próximo compañero de Sainz, ha sorprendido por su gran rendimiento nada más llegar a la élite.
Charles Leclerc (Montecarlo, Mónaco; 1997) fue un niño aplicado. Buen estudiante, formal y educado, conserva las buenas maneras ahora que se codea con la élite del automovilismo. Aunque ni su sencillez ni su falta de vanidad le suavizan el colmillo cuando sale a la pista. Ese aire despreocupado de chaval que nunca rompió un plato y los éxitos madrugadores que acumuló en su primer año con la Scuderia le han dado casi sin quererlo la etiqueta de número uno. Solo un año después de fichar por Ferrari, tras apenas unos meses en los que aprendió de Sebatian Vettel, además de comerle la moral con dos victorias y siete pole position, más que ningún otro piloto de la parrilla, Leclerc ya no podrá competir como un recién llegado, a pesar de sus escasos 22 años, sino como el referente de la fábrica de Maranello.
No es extraño que un niño nacido en Mónaco –ahora pilota un monoplaza rojo por las mismas calles que tomaba para ir a la escuela– crezca con el sueño de convertirse en campeón del mundo de Fórmula 1. Menos en su caso, pues su padre, Herve Leclerc, había sido piloto en su juventud. Aunque no empezó a competir hasta los ocho años, con cuatro ya le enseñaban a montarse en un coche de carreras. Aunque Charles asegura que su primer recuerdo relacionado con el motor se remonta incluso a unos años antes: “Jugaba con un bólido de Fórmula 1 de juguete entre las manos en el balcón de casa de los Bianchi [sus padres eran buenos amigos], durante el Gran Premio de Mónaco de 2000. Recuerdo el rugido de los motores en la distancia y el tacto de aquel juguete en mis manos”, contaba en una entrevista en ICON.
Leclerc aseguraba el año pasado que no le había costado mucho acostumbrarse a la filosofía de Ferrari. La mayoría de las carreras de karting en las que participaba de niño –comenzó en la pista dirigida por el padre de Bianchi en Brignoles (Francia)– se celebraban en Italia y todos sus equipos eran italianos y estaban formados por italianos: “Hablo el idioma desde hace años”.
It's been a huge honor for me to be your team mate. We've had some tense moments on tracks. Some very good ones and some others that didn't end as we both wanted, but there was always respect, even though it wasn't perceive this way from the outside.
1/2 pic.twitter.com/cN0E9t3huw— Charles Leclerc (@Charles_Leclerc) May 12, 2020
Por los resultados cosechados en 2019 tampoco le costó nada adaptarse a su Ferrari, que lo había enrolado en su academia de pilotos con 17 años y gracias a la perspicacia de su representante, Nicolas Todt, hijo de Jean Todt, presidente de la Federación Internacional de Automovilismo. Un año después de debutar con Sauber en el Mundial, Leclerc se convirtió con un triunfo en Spa en el ganador más joven de la historia de Ferrari (21 años, 10 meses y 16 días) y el tercero más precoz del certamen. Para cuando encadenó tres poles consecutivas, en Singapur, no solo había demostrado que Ferrari podía empezar a mirar a la cara a Mercedes sino también que no erraban los que medían su talento en comparación con los grandes de la Fórmula 1. Vettel vivió el 2019 a su sombra. Y no al revés, como hubiera sido lógico. “Nunca he aprendido tanto como lo hice teniéndote como compañero”, le dijo este martes al alemán tras anunciar este su marcha de la Scuderia a finales de 2020.
Leclerc, el chico que parece tenerlo todo bajo control –trabaja con expertos en rendimiento y psicología deportiva: “Te dan las herramientas necesarias para no perder el control en situaciones muy estresantes y potencialmente peligrosas”, señalaba a ICON–, no ha tenido una vida de color de rosa. Perder a su padre en 2017 por una enfermedad no le impidió competir cuatro días después para ofrecerle la victoria. Ganó en Azerbaiyán la carrera de F2 y posteriormente el título merced a sus seis victorias. Sufrir dos años antes la muerte de Jules Bianchi, su amigo del alma [fallecido nueve meses después de un grave accidente en el GP de Japón], tampoco le había hecho más huraño. Ni le impide hablar de él, aunque con nostalgia. “Crecí a su sombra; siempre fue para mí una referencia vital, el camino a seguir”.
Se dice previsible y aburrido. No es supersticioso, ni aprensivo. No tiene manías, no sigue rituales los fines de semana de gran premio. Escucha música, eso sí. Y se concentra para aprovechar al máximo sus años como deportista. Porque Leclerc es de esos que no tiene miedo a imaginar su vida después de la competición. Siempre tuvo un plan B por si eso de querer ser campeón del mundo no funcionaba. Y piensa en opciones más terrenales, lejos de los circuitos, como diseñar su propia marca de ropa o construir edificios. Total, solo tiene 22 años. El futuro le espera. Ferrari, también.