Gran victoria sabalera
Colón ganó y salió de la zona del descenso
El equipo de “Pipo” eligió pelear el descenso de la manera más digna: jugando a la pelota. "Todo el mundo boca abajo".
“Acá llegaron jugadores de refuerzos que vinieron a comprometerse con la pelota en Colón…ésa es la pura verdad”, definió de manera espectacular un Facundo Garcés al que muchos parecieron despedir de manera anticipada. Esa es la mejor bandera, pedir la pelota, mostrarse, tirar paredes, armar sociedades, comprometerse. Afuera, la idea del entrenador es muy clara; adentro, hay varios “Pipo” Gorosito, como cuando el del sol jugaba con la “10” de River, San Lorenzo, la Católica.
Por eso, más allá del “tres de tres” del nuevo Colón, la fiesta en las tribunas. Porque no gana a los ponchazos, gana poniendo la pelotita contra el piso. Con media hora magistral le alcanzó y sobró para transformar la pesadilla en un hermoso sueño. Simple: mirando arriba sale de abajo.
El movimiento típico de la sede social con el tema socios y cuotas en la semana, además del marco multitudinario que mostraba el Cementerio de los Elefantes eran un claro indicador del giro positivo total que había generado el nuevo Colón en esas dos primeras batallas del segundo semestre: eliminar al duro Lanús de la Copa Argentina y ganarle un partido caliente a Independiente en el Libertadores de América.
A la espera de los “nuevos” (leáse el “Flaquito” Germán Conti y/o el “5” de Cerro Porteño de Paraguay, Cardozo Lucena) y cruzando los dedos para que nadie ejecute la cláusula de nadie (Facundo Garcés, Santiago Pierotti), “Pipo” ponía en campo a los mismos once titulares del otro día en Avellaneda.
Enfrente, un rival como Gimnasia complicado en todos lados: otra derrota (la de Talleres), varias bajas, pocas altas y un aparente/definitivo cortocircuito del DT (“Chirola” Romero) con los dirigentes. Es más, en la previa, los medios de La Plata se animaban a decir que “la decisión del entrenador de irse está tomada”. En el campo, un equipo sin refuerzos, con tantos pibes como rumores y trascendidos.
En ese primer tiempo fue tanta la superioridad física, futbolística, táctica y anímica de Colón por sobre Gimnasia que parecieron equipos de distinta categorías profesionales en Argentina. Es más, debió irse al descanso ganando por una diferencia mucho más importante que el 2-0 que arrancó aplausos de los cuatro costados como hace tiempo no se escuchaba en el Cementerio de los Elefantes.
Un centro perfecto de un movedizo Batallini (si bien arrancó por izquierda, lo generó por derecha) encontró la cabeza de Jorge Daniel Benítez que anticipó, ganó y la acomodó donde siempre le duelen a los arqueros. Así, el “Conejo”, que era de lo más picante con sus generosas corridas, le pagaba a “Pipo” por tanta confianza. Ni Pierotti, ni “Wanchope”, ni Toledo. Fue toda del punta guaraní.
El 2-0 fue un gol para resumir el momento de Colón: desde el piso fue capaz de levantarse para festejar en la red de Gimnasia. Es cierto que ganó y bien, de arriba, el “Facu” Garcés pero lo del chico de River fue viveza de potrero pura. Desde abajo, Galván le rompió el arco.
Era un monólogo el fútbol de Colón. El inteligente de Favio Álvarez usó el recurso del taco y todo el mundo casi grita el tercero. Era para cerrar el resultado y, de paso, la cancha. Hubiera sido el golazo de la fecha.
Demoró 40 minutos Gimnasia en acordarse de que se puede patear al arco en este juego. Primero, una pifia de Ramírez y después el mismo Eric reventando el travesaño.
Ese 2-0 del primer tiempo merecía un cuadrito en la pared sabalera. Pressing, compromiso por la pelota, movilidad, rotación, generación de juego, situaciones de gol y dos pelotitas adentro para un Colón arrollador. Fue demasiado Colón para un inexistente Gimnasia.
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El complemento, se sabía, sería distinto. Porque Colón no podía mantener tremendo pressing y porque Gimnasia con poco tenía que mejorar.
Entre Botta, “Conejo” con gol y Favio estuvieron los abanderados. Fueron los que pelaron las chauchas para armar una fiesta en modo Colón. De esas que se extrañaban en el sur de la ciudad de Garay.
El nuevo Colón se ríe del peligro, el del descenso, el de los puntos, el del promedio. Este nuevo y mejorado Colón decidió gambetear el miedo jugando al bolo. La valentía es total. Por eso los aplausos sin final de la multitud en la casa del Sur.