Colón perdió 3-0 contra Independiente
El equipo de Rondina tuvo un pésimo desempeño, fue superado en todos los sectores de la cancha y cayó sin atenuantes. El partido se definió muy rápidamente y jamás hubo reacción de un Colón inexpresivo y confundido. Ni con Falcioni se jugó tan mal.
Colón fue un “bando” total. Un equipo ausente, inexpresivo, superado en todos los sectores de la cancha, sin reacción, impotente y confundido. Ni en los peores partidos con Falcioni se jugó tan mal al fútbol. Salvo el primer tiempo de Meza, no hay nada para rescatar. Para olvidar rápidamente. O para recordar qué es lo que no se debe hacer.
Peor no se pudo jugar en el primer tiempo. Defensivamente, los errores fueron letales, determinantes. Perdió la pelota el Pulga en la mitad de la cancha y llegó la habilitación para Batallini (una de las figuras de ese primer tiempo), para meterse solito a espaldas de Goltz y definió con un remate cruzado que dejó sin chances a Ignacio Chicco. Baldazo de agua fría e imposible de superar para Colón, que siguió sufriendo en defensa durante todo ese primer tiempo.
Pero el déficit no fue sólo del medio hacia atrás. ¿A qué jugó Colón?, ¿cuál fue la función de Sánchez Miño?, ¿de qué jugó Bernardi?. Todos estuvieron perdidos, confundidos en la cancha. El único que tuvo convicción para imponerse en el mano a mano y producir los únicos desbordes, por derecha, fue Eric Meza, por lejos lo único para rescatar en Colón.
A todo esto, Independiente, con un esquema clásico, mandó en la cancha. Sin problemas en defensa por la falta de claridad de Colón, que no creó una sola situación de gol en los 45 minutos iniciales, el negocio de la visita estuvo por el costado izquierdo de la defensa rojinegra. Se notó la falta de competencia de Delgado, por ahí se tiraron Batallini y Leandro Fernández (otra de las figuras del Rojo), que inclinaron la cancha hacia ese costado y complicaron en demasía a una defensa que nunca encontró solidez.
Las inseguridades e imprecisiones de los jugadores de Colón se hicieron a cada momento más notorias. Cuando consiguió emparejar el trámite, no fue por una mejoría futbolística sino más bien por voluntad o algo de amor propio. Pero eso fue demasiado poco, porque a medida que se acercó al área de Álvarez, no hubo ningún aporte de claridad ni lucidez.
El segundo gol de Independiente llegó sobre el cierre del período inicial. Arrancó en un tiro libre que cayó sobre el área, un rechazo defensivo a medias y Leandro Fernández, llamativamente solo, no perdonó cuando abrió el pie derecho y colocó la pelota con mucha precisión junto al palo izquierdo, lejos del alcance de Ignacio Chicco, que un rato antes le había tapado en forma extraordinaria un remate a Benegas. 2-0 con el que se fueron a los vestuarios y que era plenamente justificado.
Álvarez por Pierotti en el comienzo del segundo tiempo, un partido “roto”, “quebrado”, con Colón desordenadamente proyectado en ataque e Independiente aprovechando la coyuntura para generar un córner que terminó con un cabezazo de Goltz contra su arco que terminó en la cabeza de Benegas, quien con mucha precisión, también de cabeza y habilitado por el VAR (el asistente Navarro había levantado la bandera), convirtió el 3-0 que en el mismo comienzo del segundo tiempo, parecía ya lapidario.
Cuando se produjo el ingreso de Perlaza, allá por los 18 minutos, Colón había tenido unos segundos antes la primera jugada clara de gol (Delgado y Alvarez tuvieron la chance de convertir en un córner del Pulga). Con Perlaza en la cancha, el equipo cambió el dibujo. Perlaza fue por derecha como volante interno, Chicco de “5” y Bernardi como interno por izquierda. No mejoró nada. La confusión, el desorden, la imprecisión no cambiaron. Eso, que fue una constante en todo el partido, no pudo modificarse con los cambios. Independiente siguió siendo un amplio dominador de un partido totalmente esquivo para un Colón obnubilado e impotente.
A partir de ese momento, la fiesta se generó en las tribunas. La gente iluminó la noche con la luz de sus celulares, tratando de generar afuera lo que adentro no se podía observar: algo de espectáculo. El partido se convirtió en un suplicio interminable para Colón. Y como si la pésima actuación del equipo fuera poco, sobre llovido, mojado: el Pulga Rodríguez pidiendo el cambio con un evidente problema físico en una de sus piernas.
Hubo que esperar el pitazo de Espinoza para que se declare formalmente el final de un partido que ya se había terminado mucho tiempo antes. Colón lo sufrió de principio a fin. Jugó muy mal, con mucha impotencia, sin ideas de ningún tipo ni solidez defensiva. Ni siquiera se puede rescatar alguna figura. Un Colón inexistente, ausente y derrotado. Como hace mucho tiempo no se lo veía. Ni siquiera en los peores momentos con Falcioni.