Conmoción por la muerte de Viviana Nardoni, ex directora del Museo de la Memoria de Rosario
Se descompensó mientras estaba reunida en el mismo Museo con las autoridades. Los médicos intentaron reanimarla, pero no lo consiguieron
Sorpresa, pesar y congoja son algunas de las sensaciones que invaden a quienes conocieron a Viviana Nardoni, la ex directora del Museo de la Memoria de Rosario, quien falleció este miércoles por la tarde en el mismo museo, ubicado en Córdoba y Moreno.
Viviana, quien tenía 69 años y estaba jubilada, falleció este miércoles por la tarde en el auditorio del museo mientras participaba de una reunión con el jurado del concurso para definir al nuevo director de esta institución.
En ese momento, alrededor de las 15.30, se descompensó, y pese a que los médicos llegaron rápidamente e hicieron esfuerzos para reanimarla por espacio de casi media hora, falleció en el lugar.
Viviana, además de desempeñarse como ex subdirectora y directora del Museo de la Memoria entre 2015 y 2020, era periodista y comunicadora, y fue militante universitaria y política. Quienes la conocen también la definieron como una “gestora de políticas culturales” y “una cascarrabias maravillosa”.
La historia de Viviana
Nardoni nació en Bigand y llegó a Rosario para estudiar en la universidad. En julio de 1977 fue secuestrada en la ciudad de Rosario y estuvo detenida-desaparecida en el centro clandestino de detención La Calamita y en el Servicio de Informaciones de la policía provincial, hasta septiembre del mismo año. Desde octubre de 1977 hasta fines del año 1978 estuvo detenida en la Cárcel de Devoto.
Tras la dictadura cívico-militar y luego de años de democracia, en septiembre de 2013, Viviana Nardoni, y su esposo Luis Megías, dieron testimonio ante el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario, que llevó adelante el juicio oral por la causa Guerrieri II.
Nardoni dio cuenta en esa ocasión de los padecimientos que le ocasionaron desde que fue secuestrada el 3 de julio de 1977 al anochecer, cuando volvía del cine con su esposo Luis Megías y su madre Adela Paolini. Con el típico modus operandi de los grupos de tareas, los tres fueron golpeados, amenazados con armas, introducidos por la fuerza en autos, vendados y trasladados a un centro clandestino que la testigo identificó como La Calamita. Allí, Nardoni fue torturada física y psicológicamente, con golpes y electricidad, todo en condiciones inhumanas tanto de alimentación como de higiene.
Relató que días después con su marido fueron sacados de La Calamita y liberados en una zona rural, aunque en rigor fueron entregados a otro de los brazos del aparato represivo en la región: pasaron de las garras del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército, a las de la patota del jefe policial Agustín Feced. “Cuando nos sacamos las vendas, se aproxima un auto de la policía provincial y nos llevaron a la Jefatura y en el Servicio de Informaciones nos volvieron a vendar, continuábamos en otro centro clandestino”, explicó Nardoni, y señaló que días después fue llevada junto a otras prisioneras en un avión a la cárcel de Devoto.
Hacia la Navidad de 1978, la mujer, junto a otros presos, fue traída de regreso a Rosario, y en el patio del entonces Comando del II Cuerpo de Ejército, donde justamente hoy funciona el Museo de la Memoria, el general Luciano Jáuregui les dijo que “el Ejército había decidido devolvernos a la vida, pero que íbamos a estar siempre con libertad vigilada”. Nardoni expresó que “es como continuar estando preso porque cada tres días tenía que ir a Jefatura a ver a esos tipos, además uno es un rehén porque mi marido estaba en la cárcel de Coronda”.