9 de Julio
Copa América: la pasión argentina inunda Manhattan
En la víspera del partido de semifinales con Canadá, Time Square con su calidez, sus luces y el asombro de los visitantes de todo el planeta, asistió a otra fiesta popular y futbolera argentina.
Estados Unidos no es un país al que el fútbol le produzca tanto desborde pasional como pasa en Argentina o en tantos otros países que tienen, al fútbol, como un movilizador de emociones muy especial. Ellos disfrutan de otros deportes. Y los disfrutan a su manera, viéndolos y sintiéndolos como un espectáculo al que acuden, se sientan, comen, gritan un poco, se divierten y se van a su casa. Son formas de vida. En Argentina, estas maneras no existen. Por eso, cada vez que los argentinos se congregaron en algún lugar para efectuar el tradicional “banderazo”, los “gringos” se preguntaron por qué hacen esto, qué es lo que tanto los moviliza, por qué semejante desborde por un deporte. Ellos tienen un alto sentido nacionalista. Basta con ver la bandera de Estados Unidos colgada en las casas. Siempre hay una bandera ante cualquier golpe de vista que uno haga. Pero ese desborde producido por el fútbol, que nos hace –vaya a saber uno por qué- argentinos hasta las vísceras más profundas, sorprende a todos. Y es lo que ha sucedido en cada víspera de los partidos de los campeones del mundo.
El lunes en esa avenida 8 de Manhattan que desemboca en Time Square, no fue la excepción. La caminata desde el Madison Square Garden, mítico escenario de las grandes peleas de boxeo (otro de los deportes que recoge adeptos en este país) y también de otros espectáculos, hasta Time Square (unas 7 cuadras aproximadamente) fue un permanente ir y venir de camisetas celeste y blanca.
Desafiar la frialdad y esa sensación de que la Copa América parece perdida en la inmensidad de un país con distancias agobiantes, fue una “obra” que los argentinos pusieron en marcha para agregarle algo más de temperatura (no la ambiente, porque calor hace en todas partes de este país, sino la futbolera) a una Copa América que se juega con estadios llenos, que tiene mucho color en los días de partido y en las adyacencias de los estadios, pero que ese colorido se lo ponen los latinos, los que sienten el fútbol de otra manera.
Los mexicanos están tratando de recuperar el dinero invertido en entradas. Ellos estaban seguros de llegar bien alto, inclusive a jugar esta instancia semifinal. Y otra vez se quedaron a media agua. Uno de ellos trataba de vender dos tickets. Ante la consulta de El Litoral, le marcó el lugar (excelente) en esa majestuosidad de tribunas que es el Metlife. Claro que ante la consulta del valor, los 600 dólares cada una, como respuesta, obligaba a un “replanteo” urgente de parte del mexicano. ¿Te vinieron a consultar?, preguntó El Litoral. “Muchos”, respondió el mexicano, que asintió con su cabeza cuando este enviado le señalaba que “seguramente habrá sido eso, una consulta, y ninguna insinuación a comprarla”. Es que esos valores, que posiblemente para algunos sea accesible, en una instancia de semifinales no deja de ser un número importante.
A todo esto, hay un partido en el que inevitablemente hay que colgarse el cartelito de “candidato”. Argentina, por su condición de campeón del mundo, porque está un par de escalones por encima de una Canadá que recién en estos tiempos empieza a mostrar sus argumentos futboleros, porque ya le ganó y bien (más allá de los errores cometidos) en el primer partido de la fase clasificatoria, es la selección que asoma como favorita para tener un lugar en la final del domingo en el Hard Rock.
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Messi tiene su lugar asegurado y así lo señaló Scaloni en la conferencia, quien tuvo que contestar una muy buena pregunta que le hizo el colega Elio Rossi, respecto de quién es el que toma verdaderamente la decisión con relación a la situación de Messi, si el propio Messi o la libertad de Scaloni para decidir es absoluta. Y el técnico respondió señalando que “si Messi está para jugar, juega; conmigo siempre juega. Y Messi estaba para jugar el jueves y está para jugar mañana”. La pregunta no giró en torno a una supuesta falta de autoridad de Scaloni para decidir, sino a la dificultad que puede plantear el hecho de tener a Messi, quizás no en las mejores condiciones (más allá de algunas opiniones, eso fue lo que se vio, que no estaba del todo bien para jugar), con él queriendo estar y con el técnico debiendo decidir sobre poner o no a un jugador que siempre asegura, antes de cualquier partido, la firme posibilidad del desequilibrio.
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A Messi lo va a acompañar Julián Alvarez y el otro ocupante del ataque será Angel Di María. Que juegue Julián (dejando en el banco al goleador) es algo que Scaloni también aporta como posible solución para evitar el desgaste de Messi y de Di María cumpliendo alguna otra función que no sea la de jugar con la pelota en poder de Argentina. Julián le da esa cuota de generosidad y despliegue que puede resultar esencial. Y luego, en el medio, se prolonga la duda de Paredes o Enzo Fernández (¿en ese orden?) para acompañar a De Paul y a MacAllister, mientras que en el fondo hay cuatro jugadores confirmados de los cinco puestos (Dibu, Romero, Lisandro Martínez y Tagliafico), quedando sólo definir si va Molina –como hasta ahora- o aparece Montiel.
De algo estamos todos seguros, empezando por Scaloni aunque no lo diga: que el equipo tiene que mejorar. Scaloni dijo que quedó satisfecho por el partido que se hizo con Ecuador. No le creo del todo. Argentina no fue Argentina. Y él es el primero que se debe haber dado cuenta.