Día de las Cooperadoras Escolares: su importancia y compromiso con la educación pública
El 15 de octubre de 1816 se creó en Chascomús la “Primera Junta Vecinal de Ayuda a las Escuelas”. En su conmemoración se celebra el Día de la Cooperación Escolar, una fecha impuesta por la Dirección General de Escuelas en el año 1968.
Estas organizaciones sin fines de lucro tienen como objetivo contribuir con una institución educativa específica para facilitar y mejorar el servicio educativo que se brinda a todos sus alumnos. Así, la Cooperadora se convierte en el nexo principal entre sociedad y escuela.
En ese sentido, el objetivo de una Cooperadora de Escuela es lograr algún cambio u obra positiva para la institución educativa, que van desde edificar, mejorar, ampliar inmuebles, adquirir terrenos para ampliaciones, canchas de deporte, hasta habilitar comedores escolares, otorgar becas, suministrar asistencia médica, proveer libros y brindar apoyo moral, y estímulo a los alumnos acompañándolos en todas las manifestaciones escolares, entre otras acciones.
Éstas suelen ser sociedades de ex-alumnos, ligas de padres de familia, reunión de amigos, que unidos buscan promover el bienestar de los niños en nuestro país.
La ‘Primera Junta Vecinal de Ayuda a las Escuelas’, organización social fundada el 15 de octubre de 1816 en la ciudad de Chascomús, Provincia de Buenos Aires, inspiró para que la Dirección General de Escuelas de dicha provincia, a través de la Resolución N° 1004 del 9 de mayo de 1968, establezca como referencial todos los 15 de octubre de cada año, como ‘Día de la Cooperación Escolar’ o Día de las Cooperadoras Escolares.
Históricamente, asociaciones de este tipo intensificaron su desarrollo entre 1890 y 1930, pasando a denominarse algunas de ellas como ‘Sociedades Populares de Educación’, destinadas fundamentalmente al fomento de acciones que atiendan las necesidades de la niñez, especialmente en lo que se refiere a la promoción de la escolarización masiva de los niños, como así también a la contribución al proceso de vinculación de la escuela con su comunidad.
Muestra y reconocimiento a la Federación de Cooperadoras Escolares
Entre 1916 y 1930, se produce el período de importante expansión del sistema educativo argentino, en el cual el Estado logra la escolarización de la mayoría de la población en edad escolar. Al mismo tiempo se produce una absorción por parte del Estado de las iniciativas de la sociedad civil y de esta manera empieza a disminuir el crecimiento relativo de las sociedades cooperativas, en relación con los años anteriores.
A partir de 1930 la tendencia decreciente se acentúa, por el impacto de los gobiernos de facto y por el gradual fortalecimiento del papel del Estado como ente centralizador de toda la actividad educativa. En esta instancia, «la acción social en torno a las escuelas», parece encaminarse cada vez más a lo que dan en llamarse posteriormente las «Asociaciones Cooperadoras Escolares», produciéndose entonces, la institucionalización de las otrora ‘Asociaciones Populares de Educación’, y una mayor apropiación del Estado de tareas que debían ser entendidas como «cooperación», entre escuela y comunidad.
Este proceso evolutivo llegaría a su máxima expresión a fines de la década del 40 y comienzos de la del 50, y a partir de entonces, el movimiento de asociaciones cooperadoras tomaría finalmente la forma y las funciones que aún conserva en estos tiempos.
Desde entonces y hasta nuestros días se concibe a la Asociación Cooperadora Escolar como una institución sin fines de lucro, de carácter voluntario y democrático, en la que participan distintos actores de la comunidad educativa, cuyos rasgos constitutivos y modalidades de funcionamiento permiten inscribirla en el ámbito de la ‘economía social’.
Como organización, es una asociación cuyo objetivo es contribuir con una institución educativa específica para facilitar y mejorar el servicio educativo que se brinda a todos los alumnos que concurren a ella, y ser el nexo principal y necesario entre sociedad y escuela.
Si bien no se puede conocer de manera precisa el aporte real de estas asociaciones al sistema educativo en su conjunto, se puede pensar que la contribución financiera y de servicios que prestan es sumamente significativa en cuanto al sostenimiento de determinadas acciones y necesidades de las escuelas, y que por lo tanto se hace necesario un aprovechamiento eficiente y transparente de los recursos propios que estas organizaciones civiles obtienen con el esfuerzo mancomunado, tanto de los actores participantes de la misma como de toda la comunidad educativa.