El 22 de junio se celebra el Día del Futbolista Argentino
Es en homenaje al segundo gol histórico de Diego Armando Maradona ante los ingleses, durante el Mundial de México 1986 celebrado en el estadio Azteca de la Ciudad de México.
Diego Maradona regresó al Azteca de México en junio de 2000, 14 años después del golazo a los ingleses. Recordó su historia en ese lugar al que definió como “la Catedral del fútbol de mi vida”.
Fue el 8 de junio de 2000, casi 14 años después. Diego Maradona, con la panza un poco más inflada que el pecho, entró por la misma esquina del campo de juego del Azteca por la que ingresaban en el Mundial de México. Por primera vez desde 1986, volvió al estadio en el que hizo el mejor gol de la historia, en el cual se coronó para siempre como el rey del fútbol y donde, como cerraba la película Héroes -el documental sobre aquella Copa del Mundo-, entró en la inmortalidad.
“Cómo no me voy a acordar, hermano, es una sensación única”, le dijo Diego al periodista de la entonces cadena PSN, que se había encargado de organizar el regreso al mítico escenario donde Maradona metió el gol por el que, desde 2020, Futbolistas Argentinos Agremiados y la AFA decidieron que el 22 de junio sea el Día del Futbolista Argentino.
La excusa era ver el partido que Boca jugaría contra el América de México por la semifinal de la Copa Libertadores. Sin embargo, el destino, otra vez la mano de Dios, quiso que la emoción de la vuelta estuviera reservada solo para Diego.
Porque un fuerte frente de tormenta obligó a cambiar la ruta del vuelo entre Cuba, donde Maradona vivía por entonces, hasta México. Y el viaje se hizo larguísimo. De hecho, ni siquiera pudieron descender en el DF sino que tuvieron que hacerlo en el Aeropuerto de Toluca, a 60 kilómetros del Azteca. Y llegaron con el partido terminado.
Por eso la visita se postergó para el día siguiente, con el sol furioso de siempre, el mismo del que tanto se quejaban Maradona y todos los jugadores ante la FIFA que programaba los partidos en el peor horario en la Copa del Mundo de 1986: al mediodía.
Maradona, una pelota y el mejor gol de la historia
Diego bajó de una camioneta cerca del córner y apuró el paso hacia la cancha, como si quisiera pisar el césped antes que cualquier otro. Miraba a las tribunas, tenía la sonrisa pintada, y mucho más cuando alguien le tiró una pelota. Con una chomba azul de un talle tan grande que le quedaba larguísima, un pantalón largo de vestir y zapatos, levantó esa pelota y empezó a hacer jueguitos.
El hombre que en 1986, en ese mismo lugar, había alzado la Copa del Mundo de la FIFA, parecía un nene que por primera vez tenía la chance de entrar a un gran estadio. Pero era Maradona desbordado de emoción. “Catorce años después, mucho más gordo, mucho más viejo, pero con la misma ilusión”, intentó describir su sentimiento en ese momento.
No lloró, aunque aclaró -por si alguno de los presentes no se había dado cuenta- que “soy de llorar”. Recorrió el campo con la pelota y mostró desde dónde empezó su corrida que se transformó en el mejor gol de la historia de los mundiales.
“Este estadio es la Catedral del fútbol en mi vida. Acá levanté la Copa, hice mi mejor gol, que es para muchos el más lindo de todos los mundiales… Estoy muy emocionado”, dijo el hombre que en 1981, en la otra Catedral, en Wembley, pudo haber hecho un gol similar al del 86 pero su remate frente al arquero se fue apenitas afuera.
La historia de aquella jugada en Londres, según contó el propio Diego, se le apareció como un “flashback” justo cuando quedó mano a mano con Peter Shilton. Tal vez Maradona pudo haber vuelto a tocar la pelota con la cara externa de su botín zurdo y enviarla al segundo palo del arquero, como había hecho en Wembley. Pero recordó las palabras de su hermano, Hugo, el Turco, quien con sus 12 años le dijo: “Pelu, tendrías que haber amagado y gambetear al arquero”. El resto ya es parte de la historia.