El acuerdo de la AFA que despide a los promedios
El método de descensos se cambiará y después de 40 años desaparecerá el sistema de promedio en la Argentina. Se hará en forma progresiva durante los próximos dos años. Todos los detalles.
Ocurrió en la redacción de La Voz en los años ‘90. Una empresa española dedicada a la creación de software acercó la propuesta de actualizar los datos deportivos de acuerdo con la necesidad informativa. La iniciativa era ambiciosa y abarcaba las distintas disciplinas a través de elementales y sencillos sistemas de clasificación.
Se hicieron algunos ensayos de prueba sin mayores problemas, utilizando tablas comunes a las que se les realizaban pequeños ajustes de acuerdo con cada deporte. Pero cuando llegaron al fútbol, el proyecto desbarrancó. Al intentar aplicar la lógica de cualquier campeonato serio del mundo, los esquemas se rompieron. Desorientados, no bajaron los brazos, se interiorizaron sobre el formato de tablas, promedios, clasificaciones y calendarios, y prometieron regresar “en unos días” con un programa acorde para los torneos de AFA. Nunca más se supo de ellos.
Hay que admitir que el formato de disputa de los campeonatos argentinos no es para cualquiera. Hay que tener un elevado poder de concentración y de memoria, y respaldarlo con buenos conocimientos matemáticos. Y no se trata de una exageración: pruebe retener todas las posibilidades que ofrece el reglamento del nuevo certamen y comprobará lo complicado que resulta dilucidar en infinidad de tablas lo que en cualquier liga se resuelve con una sola.
CUATRO DÉCADAS DE PROMEDIOS
Los promedios del descenso, una aberración que rige ininterrumpidamente los torneos desde hace casi 40 años, han ingresado de la peor manera al enésimo intento de derogación: a través de un sistema combinado que condena a jugar en la divisional inferior al peor de la temporada, junto con otros dos que seguirán dividiendo por tres, con la firme promesa de su extinción gradual. Algo así como terminar de una vez con los cuestionados porcentajes, pero pidiéndoles permiso. Bien argento.
El mito dice que su implementación, en 1983, obedeció a la secreta esperanza de que los equipos “grandes” no bajaran de categoría, un hecho que había alcanzado a San Lorenzo dos años antes. El razonamiento era sencillo: se suponía que el club poderoso podía pasar por el desliz de una mala temporada, pero eso difícilmente se mantendría durante tres campeonatos.
Si el motivo fue ese, el error de cálculo quedó evidenciado desde el arranque. Ese año, los porcentajes condenaron a Racing Club, aunque “salvaron” a River Plate, que junto con Racing de Córdoba firmaron los peores registros de la temporada. Aquí vale considerar que los millonarios actuaron durante siete fechas con juveniles, debido a una huelga de su plantel profesional, una situación que tal vez no se hubiese concretado si la amenaza del descenso aparecía latente.
Pero no crea que el sistema de promedios fue una invención grondonista. En realidad, su ridícula puesta en escena fue patentada por la Asociación Uruguaya de Fútbol, que en 1950 experimentó con ello en el Torneo de Primera B, un octogonal que condenó al Canillitas, el primer equipo que cayó de categoría en ese país sin terminar último. En Argentina, en tanto, copiaron la “genialidad” en 1957 y la mantuvieron hasta 1963, cuando mandaron el disparate a su lugar: el cesto de la basura. De allí lo rescató la AFA, 20 años después, para resucitarlo hasta nuestros días.
Tampoco fue esa la máxima ridiculez de nuestros dirigentes. Antes de iniciarse la temporada de 1934 (desde 1931 no había descensos), la Liga Argentina resolvió bajar el número de participantes de 18 a 14. Querían un torneo bien elitista y para eso resolvieron en un escritorio “descensos retroactivos”. ¿Cómo lo aplicaron? Buscando la tabla de recaudaciones. Quilmes y Tigre bajaron por sus escasas convocatorias y obligó a los siguientes cuatro a fusionarse entre sí para la nueva temporada. Así, Atlanta-Argentinos Juniors conformaron un único equipo, lo mismo que Talleres-Lanús. No fue una buena idea y los bohemios rompieron la fusión tres meses antes del final del certamen.
Claro que el sistema de promedio comete infinidad de injusticias. Los jugadores de Patronato, flamantes campeones de la Copa Argentina, pueden dar fe de ello. Terminan de coronar ante Talleres la mejor campaña del club en su historia y, el año que viene, quienes se queden deberán afrontar el torneo de ascenso. En su fría foja de servicios, cada uno de sus futbolistas lucirá en igual renglón que fue campeón y se fue al descenso en el mismo año.
TALLERES, UNA VÍCTIMA
Los albiazules, en tanto, ya pasaron por algo similar en 2004, cuando pelearon el título hasta las últimas jornadas y luego, tras clasificarse a la Copa Sudamericana, cayeron en un tobogán infernal que los condujo hasta la tercera categoría.
Pero para que haya perjudicados, siempre surgen beneficiados. Deportivo Español, por ejemplo, fue penúltimo en el Campeonato de Primera 1989/90, lo que lo hubiera condenado al Nacional B si no fuera por los promedios. Había perdido 19 de los 38 partidos del certamen, pero terminó jugando la Liguilla Pre-Libertadores y con chances de acceder al máximo torneo continental por la campaña del año anterior.
Una vez más, los promedios parecen tener ahora los días contados. En cuatro décadas, se hizo costumbre, les puso el pecho a las balas y salió airoso ante cada amague de su derogación. Hoy la tiene difícil y se niega a abandonar la cancha. El descenso de este engendro de tabla combinada es un último manotazo de ahogado. Ojalá que su sustituto sea la lógica de un torneo como Dios manda: donde el primero sale campeón, los mejores clasifican a las copas y los peores se van al descenso. Suena en extremo sencillo, pero en Argentina esa fórmula todavía parece una utopía.