Día Mundial de la Serpiente
El señor veneno: el entrerriano que crea antídotos de serpientes, arañas y escorpiones
Hace 18 años que Daniel Hermann se desempeña como biólogo en el Instituto Malbrán, de Buenos Aires. Su función es crear el antídoto de serpientes, arañas y escorpiones. “Es un trabajo de riesgo y el peligro de ser mordido por una serpiente está siempre latente. Pero es mi trabajo, es una pasión, y es lo que más amo hacer en el mundo”, expresó.
Desde pequeño, Daniel Hermann (42) entendió a la perfección que no todos los bichos que caminan van a parar al asador. El popular refrán había quedado obsoleto en la vida de este joven entrerriano. “Siempre que podía me cruzaba al campo y me traía algún bichito en un frasco. Yo vivía pegado a la casa de mi abuela. Entre mi casa y la de ella había un espacio de unos 50 centímetros. Ese era el lugar donde guardaba mis bichos para que no me los encuentre mi papá o mi mamá y me los tiren. Yo los guardaba sin saber de su peligrosidad. Ese lugar se transformó en una especie de laboratorio”, recordó el hombre oriundo de General Ramírez, departamento Diamante, en diálogo con El Litoral. Lo que nunca se imaginó Dani era que esas aventuras de gurí iban a desembarcar en algo grande, en proyectos ambiciosos y de índole nacional.
Su amor por los animales –especialmente serpientes y arañas– lo llevaron a recorrer no sólo las calles de su amada localidad sino también de la provincia y del interior del país. La curiosidad lo invadió por completo y poco a poco comenzó a indagar en la cuestión. El mundo que lo rodeaba le fascinaba y por eso no quería quedarse de brazos cruzados ante tanta información. Cuando terminó quinto grado en la Escuela 13 “Blanco Encalada”, el pequeño Daniel y su familia se fueron a vivir a Buenos Aires.
Pese al cambio de territorio, la pasión por los reptiles y arácnidos se mantuvo intacta. El ramirense empezó a asistir al Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” con el objetivo de poder divisar algunos ejemplares y aprender más sobre ellos. Pero había una cuestión no menor: eran todos animales muertos. “Yo quería animales vivos, que se muevan. Así que busqué y golpeé las puertas hasta que me abrieron. Ahí me empecé a contactar con algunos profesionales”, manifestó Hermann.
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El trato con el personal del Museo fue amable y cordial a tal punto que el entusiasta investigador consiguió permiso para que los miércoles y viernes pudiera ingresar a colaborar en la institución. A su vez, paralelamente, salió un nombramiento para cubrir un cargo en el Instituto Malbrán, dependiente de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (Anlis). Daniel no dudó un solo momento y presentó toda la documentación para poder obtener la vacante.
DE ACÁ PARA ALLÁ
Desde hace 18 años que el ramirense se desempeña en el Carlos Malbrán. Actualmente es el encargado del sector serpentario y uno de los responsables de producir antídotos de serpientes, arañas y escorpiones para todo el país.
De su rutina rescata que lo más lindo es no saber qué puede pasar. “No es como una fábrica donde uno sabe que todos los días va a hacer un tornillo igual”, reflexiona. En el laboratorio se extraen los venenos de serpientes yarará, cascabel y coral, y arañas (marrón y viuda negra) y escorpiones, todos los ponzoñosos de la Argentina. Después de un largo proceso, se producen unos 25 mil frascos anuales de antídotos para abastecer a todo el país.
“Existen muchísimos animales venenosos, que muerden y que pueden inyectar veneno. No hay forma de salvarse si no es con el antídoto específico de este animal. Todo mi mundo gira entorno a esto. Mi trabajo es crear antídoto. Me cuesta llevar una vida más o menos normal porque me la paso viajando. Me meto en la selva, en el monte, en la Patagonia, en la Mesopotamia, en un río, arriba de un árbol o dentro de la cripta de un cementerio. Donde sea que haya animales ponzoñosos allí voy a estar. Los agarro, les saco el veneno y los llevo al laboratorio. Es un trabajo de riesgo y el peligro de ser mordido por una serpiente está siempre latente. Pero es mi trabajo, una pasión, y es lo que más amo hacer en el mundo”, sostuvo el licenciado en Biología.
A su vez, en lo que refiere a su labor diaria, expresó que “todo el tiempo trato de minimizar los riesgos, no hacer movimientos innecesarios o agarrarlas por que sí. Cuando las ordeñamos, por ejemplo, tratamos de hacer todo lo que se pueda en el momento: pesarla, sexarla y medirla”.
Una vez se dio cuenta de que había sujetado mal a un espécimen y que un movimiento de éste lo hubiese puesto en peligro. “Estaba transpirando. Sabía que en cualquier momento el colmillo me tocaba y me envenenaba”, confesó. Lo único que lo inquietó en esa oportunidad fue la idea de pasar tiempo en un hospital.
Una fecha especial
El pasado 16 de julio se celebró el Día Mundial de la Serpiente. Se trata de una oportunidad ideal para crear conciencia sobre la importancia de estos animales en el ecosistema. Conservar y proteger las serpientes es importante porque ellas son controladoras de plagas, ayudando a mitigar las poblaciones de ratones, insectos y otros animales que pueden afectar el desarrollo de la sociedad. Además, las serpientes constituyen una porción significativa de los depredadores, que mantienen a los ecosistemas naturales equilibrados. También pueden controlar brotes de enfermedades.
“Siempre me apasionaron más las serpientes. Nosotros, en el Malbrán, hacemos los antídotos para todo el país. Somos el primer eslabón de la producción de antiveneno.
De las 137 serpientes que hay en Argentina, solo 11 son de importancia médica. En la zona de Ramírez se pueden encontrar yararás. Después hay un montón de culebras que son inofensivas. Todas las que llamen la atención con coloración no tienen importancia médica (verde, rojo o amarillo)”, agregó. En este sentido, destacó que “las yararás son serpientes de color blanquecino con marrón oscuro. Esta serpiente por lo general no se va, se queda enroscada y lista para morder. En cambio, las culebras –que son las inofensivas– se van, se escapan. Hay que mantener una distancia prudente –un metro y medio– para ver el animal, poder apreciarlo y dejarlo seguir su camino. Eso es suficiente.
Obviamente, cuando está en un terreno y corre peligro la familia, llamemos a los bomberos”.
Desde que se inicia el plan, se tarda unos cuatro meses en elaborar el antídoto. Esto se hace con caballos. Se saca el veneno, se prepara en el laboratorio y se lo inyecta al caballo. Luego se le saca sangre a ese caballo. Esa sangre contiene las inmunoglobulinas que van a repeler el veneno que haya en el cuerpo.