La historia de vida de Pinky, una mujer dueña de una carrera exitosa
Nacida como Lidia Satragno, murió este jueves a los 87 años. Fue modelo y actriz, incursionó en política pero su rostro quedó para siempre ligado a la historia de la pantalla chica en el país
“Muchacha fiera”, dicen que dijo el padre cuando la vio. “¡Pobre, tuvo otra nena!” dicen que decían parientes y vecinos apiadándose del hombre que soñaba varones pero ayudaba a concebir nenas. Entre desilusiones y lamentos nadie podía prever que con el tiempo esa niña se transformaría en una de las mujeres más famosas de la Argentina, protagonista de momentos emblemáticos de la televisión, personaje de la política, heroína para algunos y villana para otros: la única e irrepetible Pinky.
Este jueves, a los 87 años, murió la conductora que supo ser el rostro de la televisión argentina. Dueña de una carrera exitosa como pocas, se codeó con grandes estrellas.
Lidia Satragno nació el 11 de noviembre de 1935. Su infancia transcurrió en San Justo, en el partido de La Matanza. Eran tiempos de machismo donde muchas hijas se veían en la necesidad de demostrarles a sus padres que eran fuertes. A los 19 años tenía dos empleos: a la mañana trabajaba como secretaria en la municipalidad, a la tarde manejaba el archivo de una papelera y a la a noche era una alumna aplicada en la Facultad de Ciencias Económicas. Hasta que le propusieron hacer un anuncio en televisión. “Llegué al canal y estaba el maquillador. “Señorita, ¿qué busca?”, me dijo. Veo a Ana María Campoy ahí y a José Cibrián. “Vengo a maquillarme”, dije. “Aquí maquillamos solamente a la gente importante”, me respondió… Giré sobre mis talones, me fui al estudio con la cara lavada y así me presenté. El jefe de piso me dio las instrucciones que me iban a servir para toda la vida: “Cuando se prende la luz colorada, usted habla”. Y decían todos: “¡Qué natural es!”. ¡¿Cómo no iba a ser natural si no sabía cómo se hacía?!”.
Ese día Lidia Satragno le dio paso a Pinky, como la rebautizó su colega Trudy Tinky Tomis por su piel rosada. Fue la primera de las 33 mil apariciones contabilizadas que realizó en la tele. Protagonizó decenas de comerciales, tuvo un breve paso por el cine pero la década del 60 la consagró como la reina indiscutida de la tele. El reinado comenzó en 1958 cuando condujo Buenos días Pinky, con libretos de María Elena Walsh, luego seguirían Club de tejedoras y Modas modos y modistos. En 1961 rompió el molde de los programas periodísticos cuando junto a Bernardo Neustadt hizo Nosotros. Luego siguieron otros ciclos como Buenos días Pinky, Reunión de mujeres, Don Camilo en Rusia, Pinkypátikas, Buenas Noches Pinky, Miss Broadway, Nosotros, Incomunicados, Teleonce Informa, El Pueblo quiere saber, A la noche Pinky, Feminísima, Con sabor a Pinky, Pinky y la noticia, A los ingleses con humor, Pinky y Fontana en persona, La Argentina del 2000, La década del 60, La década del 70, La década del 80, Pinky y el arte, Teledos Informa, Telepinky, Parece que fue ayer, La conversación…
Su imagen cuidada y prolija, su belleza discreta pero deslumbrante, el timbre de voz algo grave y seductor magnetizaba a la audiencia que respondía masivamente a sus propuestas. La cámara la amaba, su estilo único la convirtió en la “Señora de la Televisión” Pero no solo cautivaba por su presencia, también era una profesional con oficio y audacia que sorprendía constantemente. Fue la primera en colocar la bandera argentina en un escritorio y en poner originales de pintores prestigiosos cuando presentaba desfiles de moda. La pasión por la pintura la acompañó siempre.
En su casa además de una espectacular biblioteca contaba con obras de Alonso, Berni, Soldi, Forte, Spilimbergo y hasta la partitura original de “Adiós nonino”, de Astor Piazzolla. Llegó a tener tantos objetos que en 2017 decidió hacer una subasta. “Soy una coleccionista de alma y ya no tengo donde poner las cosas. Entonces me voy a deshacer de parte de lo que tengo. Son más de 200 cuadros y para tenerlos arrumbados en un rincón, no tiene sentido”, explicó.
Cada tarea la encaraba con obsesión profesional porque “soy una asquerosa perfeccionista”. Cuando comenzó a grabar avisos un locutor consagrado la bautizó “teléfono ocupado” porque aseguraba que “no tiene ni un tono”. Entonces estudió y obtuvo su carnet en el Iser. En teatro Alejandra Boero la dirigió en Asesinato entre amigos y Miss Brodway antes Pinky se había formado con Carlos Gandolfo, Lito Cruz y Augusto Fernández.
El 1ro de mayo de 1980 marcó un hito en la televisión argentina: se realizó la primera transmisión a color y la gran dama de la televisión fue la encargada de decirle adiós a la imagen en blanco y negro. En una entrevista en Teleshow recordó: “Los desconcerté a todos aquella vez porque estaba vestida de negro. Tenía un bronceado espectacular y el vestido negro era de encaje, o sea que se me veía la piel dorada debajo del vestido… Pero los hombres de la televisión no entienden esas cosas. “¿De negro? Pinky”, me decían. Sí, de negro porque el color era yo. Y les propuse: “¿Qué les parece si antes de presentar a la televisión a color despido a la blanca y negro?”. “Ah, sería bárbaro”, decían. Y cuando lo estaba haciendo y las imágenes viejas iban pasando yo me decía: “Oíme estúpida, vos lo pediste, calmate que tenés que pasar al color y no hay otro que lo haga… Estaba emocionada. Me estaba despidiendo de la mitad de mi vida. Ya llevaba más o menos 20 años en la tele…”.
Dos años después, en plena guerra condujo Las 24 horas de Malvinas junto con Cacho Fontana. “No me sentí usada por los militares, pero el gobierno estaba furioso conmigo porque hice un programa para la guerra hablando de paz con dignidad. Esa semanita que siguió la pasé mal. Me amenazaron de muerte. Me decían que me iban a matar, pero no tuve miedo”.
Mientras Pinky brillaba en la tele, Lidia Satragno enfrentaba una lucha sin cuartel contra el cáncer. Atravesó más de 20 cirugías y siempre hizo pública su enfermedad. Sabía que su testimonio ayudaba a miles de personas que pasaban lo mismo. “Decidí decir la verdad porque, mientras yo esté viva, de cáncer no se muere”, repetía con firmeza y alertaba contra curas milagrosas. “Vivo gracias al diagnóstico precoz y a la medicina tradicional”.
De Pinky se conocía todo, pero todo lo que ella quería mostrar. “La privacidad es el único lujo que se puede dar una persona pública”. Discretísima jamás trascendieron sus amores ni amoríos. Solo una vez y cuando ya peinaba canas se animó a contar que salió con ¡Paul Newman! “Era un sol de ojos azules. Fue una cosa natural, que se deslizó”. Se conocieron en el festival de cine de Mar del Plata cuando ella tenía 23 años y él, 33. “Yo lo tomé como lo que era: una aventura apasionante que tenía un principio y un final”. Bella hasta dejar sin aliento sabía cómo no “dar cabida”. En un viaje de trabajo a Paris con Cacho Fontana y otra persona más, los dos hombres se disputaban quién saldría con ella. Pinky astuta se presentó en bata el cuarto de ellos y le preguntó si tenían shampoo o jabón. Y después de eso, entró en confianza y los muchachos no pudieron hacer nada.
En 1965 se casó con Raúl Lavié, tuvieron dos hijos, Leonardo y Gastón. Estuvieron juntos diez años, cuando se separaron definitivamente. Ella reprochaba infidelidades en tiempos donde el poliamor no era una opción. Él le recordaba su carácter fuerte. Pero entre ellos no quedó rencor. Se visitaban, acompañaban y disfrutaban a los hijos y a los nietos con respeto y sin bronca. “Él me decía que se casó conmigo porque fue el único que se animó a estar conmigo y es totalmente cierto”.
Con el fin del siglo XX, Pinky decidió incursionar en política. De la mano del presidente De la Rúa y durante la gestión de Enrique Olivera asumió como secretaria de Promoción Social. Después con la Alianza fue de candidata a intendente de La Matanza. Las encuestas la daban ganadora y los canales que transmitían en vivo, también. Pinky lloró emocionada y agradeció su triunfo a los votantes, pero el escrutinio final mostró que el peronista Alberto Balestrini se había impuesto por cinco puntos y la falsa victoria se convirtió en un papelón televisivo.
Sin embargo, Pinky siguió participando en política y fue elegida diputada por Unión-Pro. “Me hizo daño el Congreso, porque me sentí muy frustrada. El día que tuve que tomarle juramento al ex presidente (Néstor) Kirchner fue uno de los días más siniestros de mi vida. Me amenazaban, él no quería que yo le tomara juramento, me llamaban por teléfono, me dejaban notas… Nunca me insultaron de manera tan soez y a los gritos como ese día en el recinto. Fue muy doloroso”.
Pinky no renovó su banca y se retiró de la vida pública. Pero en el 2018 volvió a ser noticia porque compartió con Cacho Fontana tratamiento en una clínica de rehabilitación. ¿Cómo llegaron hasta ahí? Lo contaron en una entrevista en Teleshow. Él, que siempre estuvo loco por ella, fue a su casa a buscarla. Y ella, que dice que nunca supo que él siempre estuvo loco por ella, aceptó irse con él. “Porque es un sol”, dirá en la entrevista. “Porque ella fue estrella siempre”, dirá él. Y fue así que esos dos amigos se volvieron a encontrar para compartir recuerdos, sueños y la esperanza de volver a trabajar.
Cuando a Pinky se le preguntaba por la muerte, ella que pareció vencerla tantas veces decía: “No le tengo miedo, le tengo curiosidad. Pienso mucho en la muerte… quiero saber cómo es”.
Y así con esa serenidad y sabiduría que dan los años y el haber vivido todo Pinky pasó sus últimos años. Algunos que convivieron con ella dicen que era una mujer de sonrisa difícil y que el casillero “mejor compañera” lo tenía desierto. Lo cierto es que la señora televisión supo navegar por aguas turbulentas y presentar batalla en tiempos donde todavía se creía que la mujer era el “sexo débil”. Llegó a la cumbre con trabajo, oficio y talento. Vaya a saber si ese “muchacha fiera” con el que la recibió su padre y que todos pensaron que era por su escasa belleza en realidad era una definición: Muchacha fiera, muchacha valiente.