Laguna El Palmar, un paraíso en medio de la “Santa Fe profunda”
En el departamento Vera, equidistante de Margarita y La Gallareta, se levanta un oasis de 4 mil hectáreas que asombra por su biodiversidad y su belleza.
Cuando se habla de palmares, se piensa inmediatamente en la provincia de Entre Ríos, donde el Parque Nacional que lleva ese nombre es un atractivo turístico y un lugar de visita permanente, con infraestructura y muy bien explotado, como saben hacerlo los entrerrianos. Pero pocos conocen, salvo los lugareños, visitantes ocasionales y quienes hayan tenido que atravesar el lugar por caminos poco amigables, un verdadero oasis de palmas que se despliega en la Santa Fe más profunda.
Laguna El Palmar. Su nombre lo dice todo. Allí, en el norte provincial, las palmas han crecido de a miles hasta llegar muy cerca del agua, que las refleja y las reproduce como un espejo interminable. Dicen que los atardeceres son de los más bellos que tiene la geografía santafesina, en una atmósfera única.
No está explotado turísticamente, pero a decir del propietario de los terrenos, Hugo “Culacha” Romagnoni, suelen ir a visitarlo extranjeros, algunos argentinos y pocos santafesinos, más que nada de la zona.
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Existen proyectos regionales para convertirlo en lugar de visita, con el acento puesto en el bioturismo y la sustentabilidad, porque la fauna virgen, sobre todo la avícola, es una tentación para los depredadores.
Sistema hídrico y biológico
El sitio, que fue declarado en 1996 Reserva Provincial de Uso Múltiple, está bañado por ese espejo de agua que forma parte de un sistema de lagunas (como El Toro, La Loca y La Loquita) encadenadas por los arroyos Golondrina, Calchaquí y Salado, dentro de los llamados Bajos submeridionales y en su límite con la cuña boscosa.
Las palmas son la especie preponderante, aunque hay zonas de bosque nativo.
La especie que domina la geografía es la palma blanca, caranday o palma colorada, que se asocia a superficies boscosas donde alternan ejemplares tanto de la región chaqueña como algunas típicas de lo que se llama el “espinal periestépico”, que es el que rodea la estepa pampeana por el suroeste, oeste y norte, y que consiste en bosques y sábanas.
Es que, en otros sectores de la misma reserva, los árboles típicos de la región forman montes de algarrobos blanco y negro, ñandubay, chañar, espinillo y quebracho blanco.
Toda esta descripción, que puede resultar muy técnica, tiene su correlato en lo que aparece ante los ojos del espectador, que hasta puede preguntarse: “¿Estoy en el norte de Santa Fe?” Arroyos, lagunas, palmares, una atmósfera un tanto inhóspita, monte virgen y, sobre todo, el espectáculo de la fauna, sobre todo el de las aves, autóctonas algunas, migratorias otras.
Entre caminos de tierra
Ahora bien. ¿Dónde está exactamente y cómo se llega?
La laguna El Palmar está a distancias similares de Margarita y La Gallareta, en el departamento Vera, en el centro norte de la bota provincial. Es, realmente, la “Santa Fe profunda”. La forma más práctica de llegar desde el sur es hacerlo primero hasta Margarita, ubicada a unos 400 kilómetros de Rosario (por autopista hasta Santa Fe y después por ruta nacional N° 11). Desde allí se sigue por ruta provincial Nº 37 hacia el oeste, en un camino de tierra mejorado, y se recorren más de 40 kilómetros hasta el puente que cruza el arroyo Calchaquí. Siete kilómetros al oeste, ya se aprecia la laguna con sus palmares, a los que se llega tras atravesar una geografía más bien agreste, aunque con una biodiversidad única.
El palmar llega casi a la orilla del agua, en un sistema hídrico que conecta lagunas a través de arroyos.
Resulta un poco extraño. El puente que cruza el arroyo, pavimentado, instalado sobre sólidos pilotes de cemento, contrasta con el camino de tierra donde empieza y termina. Tiene su razón de ser, porque las crecidas del arroyo y de todo el sistema hídrico hacían estragos en la región y sobre todo dejaban inhabilitado el viejo puente de madera, con lo que las localidades quedaban completamente aisladas. Pero no deja de extrañar porque parece un monumento en medio de una huella.
Propiedad privada
Así se llega a este paisaje que conforman la laguna y los palmares, que se extienden en el horizonte en una superficie de 4 mil hectáreas (casi la mitad de las que tiene el Parque Nacional Los Palmares, en Entre Ríos) y brindan una imagen de la provincia que no ha tenido mucha difusión. Una de las razones es que esas tierras son de propiedad privada y para entrar hasta el agua es necesario ubicar a los dueños para que abran las tranqueras y guíen a los visitantes por caminos de tierra que oscilan entre el polvo y el barro que ocasionan lluvias y crecidas.
Así lo contaba ya La Capital el 9 de abril de 2006, en su suplemento de Turismo, cuando el lugar estaba siendo apenas descubierto fuera de la región, pese que diez años antes ya había sido declarado Reserva Provincial de Uso Múltiple.
“Flamencos, cisnes de cuello negro, baguaes, patos y gansos forman el elenco estable de la fauna sobre la laguna. Pero la riqueza y diversidad de la fauna avícola es una de las características del norte santafesino, la que alienta los proyectos para reconvertir estos ecosistemas en sitios protegidos y preparados para realizar avistajes en un futuro cercano”, podía leerse entonces.
La laguna El Palmar es uno de los puntos geográficos que recorre el flamenco rosado.
La fauna ictícola es muy rica, con aproximadamente 150 especies. Hay moncholos, morenitas, dorados y surubíes, entre tantos otros.
En tierra van y vienen las nutrias, las vizcachas, los zorros de monte, los guazunchos, el zorrino común, la comadreja y el gato montés, entre los tantos mamíferos que habitan el área. Además se destaca la presencia de una gran variedad de especies de anfibios y reptiles. Recomendación: ir con repelente de insectos y un calzado resistente, para aguantar los pinchos de las hojas de palma que se esparcen por el suelo.
Muchos visitantes, medios y portales siguieron “descubriendo” ese lugar y hablando de posibles proyectos. Pero pese a todo, pasaron los años y no hubo muchos cambios. Tampoco prospera, aunque hay expectativas al respecto, el tan ansiado corredor turístico de La Forestal, que intenta mixturar la historia con el atractivo natural.
La reserva
En cuanto a la Reserva Provincial de Uso Múltiple Lagunas y Palmares, fue creada en 1996 (30 años después de crearse el Parque Nacional de Entre Ríos) en el marco de un convenio entre la Dirección de General Ecología y Protección de la Fauna y el propietario del campo.
Todo fue ratificado por la resolución 0307/1996 del entonces Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio (Magic, lo que hoy sería el Ministerio de la Producción) de la provincia.
En 1996 el sitio fue declarado Reserva Provincial de Uso Múltiple.
El objetivo fue “conservar los palmares de palma blanca (Copernicia australis), bosques chaqueños y del espinal que circundan la Laguna El Palmar, siendo una de las consociaciones (grupo de asociaciones vegetales en una unidad bioclimática en las que domina una especie) más australes de esta especie de palmera, junto al sistema de esteros y bañados asociados”.
Una “joya verde”
“Estamos en una joya verde que permanece oculta a tanta gente, inexplorada como tantos lugares de la provincia. La laguna es muy biodiversa en lo que es aves, sobre todo migratorias, llegan pelágicas como los pitotoy, los playeritos pectoral, las coscorobas (una variedad de cisne), y los flamencos”, explicaba hace pocos años al programa Rumbos TV David Franco, un ornitólogo que se dedica a fotografiar y a investigar aves en distintos lugares de la provincia.
“Estas lagunas tienen características únicas que atraen a las especies, porque aquí se desarrollan los microorganismos de los que se alimentan los flamencos. Se los ve en verano y después migran”, contaba.
La coscoroba, una especie de cisne que se ve en la laguna.
A su juicio, “esta reserva es muy importante, sobre todo teniendo en cuenta, justamente, esta biodiversidad, que permanece oculta. Lo fundamental es entender que podemos convivir con los animales, tenemos visitantes extranjeros en el norte provincial que vienen a matar ejemplares a mansalva, y eso atenta contra el turismo mismo. Aquí se puede hacer un circuito sustentable; es posible, pero hay que convocar a políticas más serias, mostrarle a la gente que aquí hay una riqueza tremendamente grande. El norte de Santa Fe tiene bellezas naturales desconocidas. Hay gente que cree que hay desierto y lagunas vacías, y se equivoca”, lamentaba.
Difícil, no imposible
Ante las cámaras del mismo programa, José Fernando Nicola hablaba cuando recién había sido electo presidente comunal de La Gallareta, de los proyectos regionales y el potencial del lugar. “Ver este paraíso nos lleva a pensar en la posibilidad de una explotación turística, donde puedan volcarse las dos vertientes: la histórica, con todo lo quedó de La Forestal, y la natural, en un solo circuito. La parte histórica se deterioró demasiado, vamos a trabajar en lo que esté a nuestro alcance para dar las herramientas”, dijo en su momento.
Omar Coco Crowder fue uno de los que trabajó de manera incansable para poder ver cumplido el anhelo de este circuito, pero falleció el 28 de febrero de 2018. Los más longevos van desapareciendo, ahora la esperanza está puesta en los jóvenes.
Hoy La Gallareta, un pueblo de unos 2.700 habitantes, no tiene recursos genuinos para poder revertir la situación social general, y mucho menos para invertir en infraestructura y servicios. Todo hace pensar que Margarita, aunque más grande y con unos 4.500 habitantes, tampoco. Para poner en valor el turismo, habría que mejorar, al menos, y primero que nada, los caminos de tierra. Pavimentar es difícil, pero en la zona hablan de mejoramiento, de hacer enlaces como corresponde y sí de asfaltar, si fuera posible, los siete kilómetros que separan el puente del arroyo Calchaquí de la laguna: infraestructura básica, difícil para un norte pobre y muchas veces olvidado. Lo que ellos quieren es que la gente pueda disfrutarlo.
El palmar muestra diferentes rostros desde el camino, sobre los puentes que cruzan las aguadas, desde la orilla de la laguna, desde la marca que delimita el agua cuando crece, o en el desagüe del Calchaquí. Y cada uno de ellos de una sensible belleza, como ya lo contaba La Capital hace 15 años. El lugar está, sólo hace falta ponerlo en valor, con un criterio de sustentabilidad. El norte santafesino ya sabe demasiado de depredación, de saqueo, de explotación indiscriminada de sus recursos. Hoy necesita ser descubierto, querido y cuidado.