“Lo que el viento se llevó”: la historia secreta de la tensión racial que se vivía detrás del rodaje de la clásica película
Un guión con escenas cortadas utilizado durante la filmación del clásico de 1939 refleja los choques entre quienes defendían la visión romantizada de la novela original y quienes abogaban por retratar con realismo la crudeza de la esclavitud
A mediados de 2020, la plataforma de streaming HBO Max eliminó Lo que el viento se llevó de su catálogo. El clásico de 1939 sucumbió entonces ante un Hollywood marcado por la corrección política y tensiones raciales. El gigante del entretenimiento dijo que la superproducción, considerada una de las mejores películas de la historia, glorificaba el pasado esclavista de Estados Unidos y evitaba las críticas a la segregación que sufrió el sur del país. El filme dirigido por Víctor Fleming, George Cukor y Sam Wood ―estos dos últimos no aparecieron en los créditos― volvió al servicio días después con una leyenda que avisa del contexto histórico en el que se desarrolla la trama. En la era digital, este tipo de mensajes acompañan ya muchas producciones del pasado.
Un guión utilizado durante la filmación arroja luz sobre los choques relacionados con el esclavismo que se vivieron dentro del equipo de producción, encabezado por el legendario David O. Selznick. Un historiador doctorando en Yale, David Vincent Kimel, asegura que el libreto, que incluye escenas que posteriormente fueron editadas, indica que se vivió una auténtica “guerra civil” entre el productor, una docena de guionistas (entre los que se encontraba F. Scott Fitzgerald), el elenco negro y organizaciones contra el racismo. Entre estos bloques hubo un tenso tira y afloja con dos posturas encontradas: por un lado, los que consideraban necesario retratar con realismo la crudeza de la esclavitud y, por otro, los que preferían ceñirse a lo que la escritora Margaret Mitchell había plasmado en la novela que sirvió de base a la cinta, que ganó ocho premios Oscar, entre estos el primero para una actriz afroamericana, Hattie McDaniel (mejor actriz de reparto).
Kimel encontró casualmente el guion en una librería en línea y lo compró por 15.000 dólares (14.100 euros). Se trata de un raro libreto de 301 cuartillas de colores que se utilizó en el rodaje, que se extendió durante varios meses de 1939. Se usaron varios de ese tipo, bautizados como guiones arcoíris por las hojas de colores que marcaban al equipo técnico los cambios en las distintas versiones que se hicieron de la historia. Según Kimel, el que ha comprado él pertenecía al director de casting Fred Schuessler y ha sido autentificado por la casa de subastas Bonhams. Es un documento casi único. Milagrosamente, solo un puñado sobrevivió a la orden de Selznick de destruirlos.
“La visión errónea y romántica de la esclavitud, que se ha convertido en el legado central de la famosa película, se asoma en la producción desde el principio hasta el final, prevaleciendo en muchas de las escenas cortadas del guion arcoíris”, señala el historiador en un texto para The Ankler, una newsletter sobre la industria del cine.
Una de las escenas eliminadas muestra a Rhett Butler, el personaje interpretado por Clark Gable, sentado frente a una botella de whisky y acariciando un arma de fuego, considerando un posible suicidio. Alguien toca a la puerta de la habitación en la que está y lo distrae de sus pensamientos. Guarda la pistola en una de sus botas para montar y se detiene con dificultad, dejando ver que está bastante ebrio. Kimel asegura que algunas de las escenas borradas sí fueron filmadas, según consta en algunas fotografías tomadas durante el rodaje. Este material habría salido del metraje final en alguna de las ediciones posteriores.
En otra secuencia que fue después cortada se muestran los disturbios en Atlanta, la ciudad de Georgia donde se desarrolla la acción de la película, ambientada durante la guerra de Secesión. El movimiento de la cámara mostraba a Butler a caballo moviéndose por una ciudad destruida. El animal se frenaba violentamente en medio del caos. Había hombres y mujeres saqueando comercios y cargando los productos que habían sacado de los negocios. “Todo tiene un ambiente de desorden y embriaguez, una ciudad descendiendo en el caos mientras se aproxima su fin”, indica el guion, que también incluía a un hombre travestido corriendo frente a una carreta cargando vestidos.
La mayoría de los ajustes reflejados en el guión de Schuessler se hacen en la plantación propiedad de Escarlata O’Hara, el personaje femenino interpretado por Vivien Leigh. Selznick pidió cortar algunos detalles que podrían haber mostrado de una forma más cercana a la realidad cómo eran tratados los negros en el sur esclavista. Esto hizo que quedaran fuera de la película referencias a brutales golpizas, la amenaza de despedir a Mammy (Hattie McDaniel) por perezosa, además de otras muestras de violencia física y emocional.
Para comprender qué llevó a prescindir de este material al legendario productor, él mismo un judío que luchó contra el antisemitismo rampante en Los Ángeles, David Vincent Kimel acudió a revisar los documentos del cineasta que se encuentran en el centro Harry Ransom, ubicado en Texas. El archivo del centro refleja que Selznick no solo mostraba preocupación por el ritmo y la calidad del diálogo, sino también por apegarse lo más posible a la novela publicada en 1936.
En una comunicación a uno de los escritores que participaron en el guion, Val Lewton, el productor se lamenta no poder utilizar la palabra “negrata” (nigger), que es hoy impronunciable en Estados Unidos. “Quizá no es muy tarde para salvar su uso dos o tres veces”, dice Selznick a Lewton, a quien le pide que investigue si usar esa palabra, que aparece en la novela, les llevaría a violar alguna ley de censura. Lewton responde que es mejor evitarla porque crea demasiados problemas. Y añade: “Los negratas resienten el ser llamados negratas”.
El investigador señala, no obstante, que Selznick nunca quiso hacer una película racista y que siempre fue “muy cuidadoso” de que su equipo retratara a los afroamericanos de la mejor forma posible. A pesar de la fidelidad que mostró al material original, la producción nunca contó con mucha ayuda de la autora, Margaret Mitchell, quien ganó el Pulitzer con el libro.
El productor terminó en varias ocasiones eliminando diálogos, reescribiendo parlamentos o diluyendo el tono en algunas de las escenas. El libreto arcoíris muestra una versión rebajada respecto a versiones anteriores de una escena en la que la carismática Escarlata O’Hara amenaza con vender a Prissy, una de sus sirvientas. Selznick también borró una escena donde Prissy es pellizcada y se le pide callarse. Pero también omitió un arranque que hubiera glorificado al ejército esclavista del Sur y un primer cuadro que habría mostrado la bandera confederada.
Los documentos que se conservan en el centro Harry Ransom también abonan otra leyenda de Hollywood. La llegada de F. Scott Fitzgerald al caótico rodaje, que se cobró a dos directores antes que Fleming y varios escritores. El escritor llegó a Los Ángeles en 1937, cuando ya era lejana la fama que le generó la publicación de El gran Gatsby, que llegó a los estantes en 1925. Amargado y con problemas con el alcohol, Selznick lo contrató para suplir a dos guionistas, Sidney Howard (quien se quedó con el crédito final) y Oliver Garret.
El escritor se encontró con que solo podía usar las palabras de Margaret Mitchell como material para esculpir. Una de sus escasas sugerencias fue un arranque que mostrara la vida en el viejo Sur. Fue despedido y llegó después el legendario Ben Hecht, famoso en Hollywood por reencauzar historias que no iban a ninguna parte. Fitzgerald murió en 1940 borracho en un gris apartamento de West Hollywood. Pero Lo que el viento se llevó sigue provocando debate 84 años después.