Lula da Silva deberá gobernar con un Brasil dividido y con un Congreso adverso
El líder del Partido de los Trabajadores (PT) deberá reflejar en su futuro gobierno una coalición lo más amplia posible para evitar cualquier eventual embate desde el “bolsonarismo”. El rol del “Centrao”.
Con un país dividido virtualmente en dos y con un Congreso adverso, el presidente electo de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, deberá formar un gobierno amplio y representativo que le permita alcanzar la gobernabilidad necesaria para sortear los difíciles desafíos políticos de los próximos cuatro años.
No le será fácil. Su regreso al poder se produce cuando el país vive una grieta tan o más profunda que la que atraviesa la Argentina. La mitad de la población cree que es un corrupto. La otra lo acaba de llevar, por tercera vez, a la presidencia. Su apretado triunfo le agrega un condimento extra que puede estar acompañado de un marco de inestabilidad dependiendo de la reacción y el comportamiento de Bolsonaro de aquí hasta enero próximo.
“Lula deberá ahora formar un gobierno lo más amplio posible que refleje la alianza que lo llevó al triunfo en el segundo turno”, resumió el analista político brasileño Marco Antonio Teixeira, investigador del Centro de Estudios de Administración Pública y Gobierno de la Fundación Getulio Vargas.
Por una ventaja mínima, Lula da Silva le ganó a Jair Bolsonaro y será presidente de Brasil
Fueron apenas poco más de 2.200.000 votos de diferencia los que le permitieron a Lula derrotar a su gran enemigo, el presidente saliente Jair Bolsonaro. Muy pocos dentro de un universo de algo más de 156 millones de electores, un escaso 1,8 puntos que decidió a su favor la elección más reñida de la historia brasileña.
Para Teixeira, Lula debe incluso ampliar su coalición electoral y plasmar en su futuro gobierno una alianza lo más elástica posible que incluya a figuras como la excandidata presidencial Simone Tebet, que lo respaldó en el balotaje. La senadora integra el tradicional Movimiento Democrático Brasileño (MDB, centroderecha) que lidera el expresidente Michel Temer, que gobernó el país entre 2016 y 2019 tras la destitución de Dilma Rousseff por parte del Congreso y que por ello es visto como un “traidor” por el PT.
La inclusión del MDB se proyecta indispensable para lograr una futura gobernabilidad. Lo mismo sucede con el Partido Democrático Laborista (PDB) de Ciro Gomes, que respaldó a Lula en el balotaje, a pesar de las dudas de su excandidato que mantiene profundas diferencias con el flamante presidente electo. Pero el verdadero as en la manga será el bloque legislativo del “Centrao”, un conjunto de partidos de centro que suele ser el árbitro de la política brasileña.
Un Congreso adverso será la verdadera espada de Damócles que enfrentará Lula
En el PT preocupa más la situación en el Congreso que el contexto económico. La macroeconomía brasileña presenta números estables con una inflación de alrededor de 6% anual, un crecimiento del PBI del 2,3% para este año y un buen momento del comercio exterior por el “boom” de los comodities, aunque la izquierda denuncia que Bolsonaro deja 30 millones de personas con hambre y una “bomba fiscal”.
La articulación con los gobiernos regionales será el mayor desafío para Lula. La mayoría quedó en manos de candidatos de Bolsonaro. En total, la derecha gobernará 13 de los 27 estados del país, entre ellos el rico San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais. Lula controlará 10. Otros cuatro territorios serán administrados por políticos ajenos a ambas orillas de la grieta.
Así, el Congreso será clave. “Todo indica que allí va a encontrar la mayor dificultad. Por ello, mientras más representativo sea su gobierno, más facilidad tendrá para negociar. Va a necesitar diálogo y concesión. El desafío va a ser político”, afirmó Teixeira.
El Partido Liberal (PL) de Bolsonaro será la principal fuerza en ambas cámaras del Congreso cuando se instale la nueva legislatura. Con 99 de las 513 bancas (23 más que ahora), el PL tendrá la mayor bancada en la Cámara de Diputados desde 1998. Con el Partido Progresistas (PP) y Republicanos, dos agrupaciones conservadoras que apoyan a Bolsonaro, sumarían casi 190 diputados.
La alianza de izquierda que lidera el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula tiene 80 diputados, pero puede alcanzar 138 bancas con el respaldo de otras agrupaciones progresistas como el Partido Democrático Laborista (PDT) de Ciro Gomes.
La situación se repite en el Senado. Sobre un total de 81 bancas, el PL aumentó seis escaños hasta 14. Los partidos de derecha controlarán poco más de la mitad del cuerpo. El PT de Lula tendrá 8 bancas.
Más allá de alianzas con fuerzas afines, la última palabra la tendrá siempre el “Centrao”, el bloque legislativo que agrupa a una amplia gama de partidos conservadores, pero pragmáticos y que domina la política brasileña desde el retorno de la democracia. Si bien son un núcleo de derecha, su ideología es más maleable y suele tejer alianzas con todos los presidentes para darle gobernabilidad. A cambio reciben cargos en el gobierno de turno. Incluso, este bloque tiene vinculaciones regionales con Lula.
Pero el “Centrao” no es garantía de gobernabilidad absoluta. La expresidenta de izquierda Dilma Rousseff lo sufrió en carne propia. Buena parte de este núcleo conservador abonó el proceso que derivó en su destitución en 2016.
En este contexto, es difícil calcular cuántas bancas dominarán Lula o Bolsonaro en ambas cámaras. El PL de Bolsonaro no le pertenece a Bolsonaro. ¿La razón? El partido no es tan vertical como el PT de Lula. Por el lado del PT todo dependerá de la muñeca política del flamante presidente electo.
Balotaje: Bolsonaro votó en Río de Janerio y Lula lo hizo en San Pablo
Lo único cierto es que la fortalecida ultraderecha brasileña será hostil al gobierno de Lula. Nadie duda de que las espadas legislativas de Bolsonaro, lideradas por su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro o el senador electo Sergio Moro, el exjuez que condenó a Lula en la causa Lava Jato, buscarán complicarle la vida al nuevo mandatario. Por lo bajo, voceros de Lula admiten que el mayor temor es que la palabra “impeachment” comience a pronunciarse en los pasillos del Congreso con el correr de los meses.
Pero mucho antes, habrá que ver qué hace Bolsonaro en su nuevo rol de presidente saliente. La grieta se puede horadar aún más. Se trata de una fisura social y política que algunos en Brasil sienten mucho más profunda que la que vive la Argentina. “Allí tienen liderazgos políticos. Aquí tenemos intentos de desacreditar el Estado y las instituciones”, afirmó Teixeira.
El problema de Brasil no terminó con la elección. La verdadera lucha política recién comienza.