Mar del Plata: tiene 67 años y recorre las calles en patines
Ernesto “Tito” Carci llegó a La Feliz en 2008 y dos años después ya se había convertido en una leyenda urbana. Su lema: “Felicidad es conciencia de vida: no entender quién sos, sino qué sos”.
La respuesta fue concisa y contundente: “Los espero a las 20 en la plazoleta de Avenida Constitución y la Costa”. Ernesto “Tito” Carci, el patinador alegre de Mar del Plata, decidió durante el mediodía dónde y cómo iba a desarrollarse la entrevista. Sin embargo, a la hora señalada no estaba allí.
Su paradero era una incógnita. Los mensajes vía WhatsApp no le llegaban y las cuatro llamadas que recibió por parte del equipo de TN no fueron respondidas: la leyenda urbana de Mar del Plata no daba señales de vida. A las 20.20 el grito de “fenómeno” desde un vehículo, seguido por un bocinazo, lo exhibió danzando en soledad.
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“Llegué recién. Vengo sin celular para estar más cómodo. ¿Me siguen?”, respondió Carci ante el primer contacto. El hombre de 67 años, oriundo de la ciudad de Buenos Aires, hijo de Adolfo y Emilia, radicado formalmente en Mar del Plata desde el 1º de enero de 2008, solo llevaba sus rollers, una sunga y un par de auriculares inalámbricos.
—Dicen que sos un loco lindo…
—Es una palabra. Yo siento que veo algo que la gente no ve ni en ellos mismos. Veo mucha belleza, bondad, mucho amor. Mucha verdad en el ser humano, que está ahí como semilla. Es nuestra naturaleza.
—¿Cuándo empezaste a patinar en sunga y en medio del tránsito?
—Fue en el 2010. Yo iba al Polideportivo en invierno, entrenaba para poder nadar en el mar durante el verano. Después de la pileta me ponía los patines y recorría la pista. Un día lo hice en la calle y me llamó la atención.
—¿Te dio vergüenza?
—La vergüenza es ignorancia. Si mi corazón no la tiene, yo no la tengo. ¿Qué me voy a llevar de esta existencia? ¿Voy a seguir careteándola?
—Y lo hiciste en sunga.
—Siempre.
—¿Es cómodo?
—Comodísimo. Esto es lo mejor para salir. Y aclaro: no es lo mismo que salir desnudo.
—¿Saldrías desnudo?
—No sé. No sé qué decirte. Así estoy bien.
—¿Qué escuchás mientras patinás?
—Rock.
—¿Por ejemplo qué?
—The Beatles. Hay mucha música buena. También me gustan los guitarristas como Steve Vai o Pappo. La samba brasilera, la música cubana… Todo lo que tenga ritmo.
La elección de Mar del Plata para vivir y morir
—¿Por qué viniste a vivir a Mar del Plata?
—Desde siempre supe que quería vivir acá y morir acá. Lo supe desde los cuatro años, cuando pude conocer esta ciudad.
—¿Qué viniste a buscar?
—Lo que necesitaba: oxígeno, vitalidad, aire puro, poder mirar el horizonte, despertar y ver el infinito frente a mi. Lo que más me gusta es nadar en el mar.
—¿Estás casado?
—No, divorciado. Tengo dos hijos que viven acá conmigo. La casa es grande, linda, y estoy encantado de vivir y estar con ellos.
—¿Te reconoce la gente cuando vas por la calle? ¿Qué te dicen?
—Siento mucha alegría porque me dan más ganas de vivir todavía, que realmente puedo abrir mi corazón; la gente es muy hermosa. Me dan una chispa sincera de luz. Una chispa que no se pierde en toda la eternidad.
—¿Vivís situaciones feas al estar tan expuesta?
—En algún momento me ha pasado. Pero son pibes que no entienden nada.
“No necesito más dinero del que ya tengo”
—¿A qué te dedicás?
—Vendí corbatas mucho tiempo. Ahora tengo algunos alquileres. Estoy bastante tranquilo dentro de todo. No necesito más dinero del que ya tengo.
—¿En qué te gusta gastar el dinero?
—Me gustan las motos choperas, tengo una. Me gusta tenerla linda. Que ande bien y sea cómoda. También en la casa, me gusta tenerla lo más linda que pueda.
—¿Viajaste mucho?
—No viajé mucho, y a lo mejor me hago unos buenos viajes. Nunca fui a Europa ni a esos lugares. Me dijeron que si voy a Europa me quedo allá. El tema es que es dónde yo estoy, no el lugar en el que esté.
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Su búsqueda espiritual y la vida después de la muerte
—¿Te considerás una persona espiritual?
—Sí. Sin dudas.
—¿Creés que hay otra vida después de la muerte?
—Es una tontería pensar en eso. Quiero vivir ahora, estoy en esta. No morirme y decir: ‘Mirá dónde estuve y nunca vi el amanecer, la belleza de las olas, el atardecer’. Acá tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, ser sinceros en la vida.
—¿Ese es tu propósito en la vida?
—Mi propósito en la vida es fundirme con la energía divina de Dios. Poco a poco ese sentimiento va floreciendo porque tengo claras cuáles son mis raíces. No son mis piernas, más bien mis caderas.
—¿Qué fue lo más raro que te pasó?
—¿Patinando?
—En general…
—Una vez tuve una visión y me cambió la vida.
—¿Cómo fue?
—Tenía 18 ó 19 años. Se abrió el espacio y salió una voz tridimensional que dijo: ‘¿Y por qué me negás?’. Yo estaba solo. Me acuerdo que caí en un estado de éxtasis, perdí conciencia del cuerpo.
—¿Viste algún tipo de luz o túnel?
—No era un túnel, era como un castillo de luz. Se presentaron dos ángeles que les pregunté si eran Dios, me dijeron que no, pero que los había mandado para que responda las preguntas que quisiera. Aclaro que no había consumido drogas.
—¿Te acordás qué respondiste?
—Le dije que entendía que no hubiera un final, pero que no comprendía cómo no había un principio. Cuando desperté de ese éxtasis amanecía y me quedó esa pregunta.
—¿Para vos qué es la felicidad?
—Una concentración perfecta en donde uno no puede dejar de agradecer y reír. Felicidad es conciencia de vida: no entender quién sos sino qué sos.
—¿Y cuándo patinás que sos?
—Alegría. Disfruto y agradezco estar en contacto con la existencia.