Maxi Rodríguez se despidió del fútbol profesional
“Esta foto no me la voy a olvidar nunca”. La Fiera vivió su último partido con la camiseta rojinegra ante Banfield. Jugó bien, tuvo chances de gol y se fue a los 11 minutos del segundo tiempo
Maxi Rodríguez tuvo esta noche una despedida acorde a su estatura de caballero del fútbol: amado por sus hinchas, venerado por sus compañeros y respetado hasta por sus rivales.
En el cotejo ante Banfield, este lunes 6 de diciembre de 2021, la Fiera dejó oficialmente la actividad futbolística profesional. Al menos dentro del campo.
“Es un momento difícil para habar, se me vienen a la cabeza muchas cosas. El esfuerzo, el sacrificio. Les quiero agradecer a mi familia porque siempre estuvieron y querían que cumpliera el sueño de jugar en primera. Con su apoyo se me hizo más sencillo”, dijo cuando el estadio estaba a oscuras y el partido ya era historia.
“Y después agradecerle a esta gente maravillosa: esto es único, me voy con esta foto que no me voy a olvidar nunca”, tiró entre lágrimas, un rato antes de que le pasaran un video emotivo y retumbara en el Coloso la melodía del Himno Nacional.
La noche empezó con la salida al campo: después de un ingreso con papelitos, pancartas y hasta caretas de la Fiera, siempre acompañado por sus hijas Alma y Aitana, el 11 ñubelista se sacó la camiseta especial y se quedó con la de juego para afrontar su último partido.
Pasaron 286 encuentros disputados y 94 goles en una carrera que tuvo varios hitos: los tres mundiales (protagonismo estelar con sus goles a México en Alemania y contra Holanda por penales en 2014), el título juvenil en 2001 y sus pasos por Atlético Madrid y Liverpool.
Mientras estuvo en cancha, tuvo algunos destellos de su calidad: a los 2’ casi convierte pero lo taparon; a los 37’ no pudo en el mano a mano ante Cambeses; y a los 47’ pateó a las manos del golero un tiro libre cruzado.
A los 11 minutos del epílogo, el tiempo se detuvo: el cartel del asistente mostró el número 11 y los fuegos artificiales le pusieron el toque épico a una despedida como sólo los grandes pueden tener: uno por uno, sus compañeros lo abrazaron mientras los adversarios lo aplaudían.
Maxi besó el césped, agradeció y se fue al banco llorando. Y así siguió un buen rato, tratando de asimilar que estaba viviendo eso que los futbolistas tanto temen: el punto final. Aunque al señor Maxi Rodríguez tendrá, una vez superada la emoción, muchos motivos para sonreír.