Miley Cyrus llegó a la Argentina para presentarse en el Lollapalooza
La cantante llega al festival en un gran momento, tras varios años de una interesante y sinuosa trayectoria.
Miley Cyrus es una de las popstars más conscientes de su rol en la industria del espectáculo. Tiene muy en claro que tuvo que dejar demasiado en el camino para ser aceptada y, al mismo tiempo, se sabe agente poderoso de transformación.
Muy elocuente en ese punto es la balada ascendente Golden G String (Tanga dorada), que cierra su disco Plastic Hearts (2020).
“Sí, usé la tanga dorada. Puse mi mano en el fuego del infierno. Lo hice todo para que me amaran y sentirme viva”, admite sobre una melodía de piano llena de purpurina. Y antes de diagnosticar que “estaba tratando de apropiarme de mi poder, todavía lo estoy intentando”.
“Te atrevés a llamarme loca, ¿viste lo que es este lugar? Debería irme de acá, pero creo que voy a quedarme”, concluye como para dejar en claro que si bien su carrera puedo haber sido una autopista a la locura, bien vale la pena desarrollarla.
Y así de plena y clara llega Miley Cyrus al Lollapalooza Argentina 2022, festival en el que se presentará este viernes a las 22.15 y en el escenario Flow.
El festival itinerante recibe a una artista en estado de gracia que no reniega de su sex appeal ni se victimiza por un pasado de explotación, pero que tampoco duda de sus convicciones feministas – artísticas.
En el último punto, Cyrus podría decirse que llega como más asociada al “rock” por la reivindicación que en Plastic Hearts hizo de los héroes que tienen la edad de sus padres: Billy Idol y Joan Jett.
Sin embargo, en el disco suena lo suficientemente autosuficiente y desbordante como para que todo se reduzca a un movimiento acomodaticio “de tributo”.
Su voz cascada de contralto convierte todo “en un karaoke instantáneo”, tal como observó Pitchfork en su momento. Y esa noción, la del cantar feliz y chispeante sobre una pista, no es algo que le pertenezca al rock solamente.
LA GARGANTA PODEROSA DE MILEY CYRUS
Miley Cyrus es dueña de una garganta poderosa que puede cargarse lo que sea: desde una exhalación de raíces Nashville hasta una relectura de Nine Inch Nails, previo paso por un rock & pop discotequero que la pone en un plano de horizontalidad con el futuro nostálgico de Dua Lipa.
Por eso la advertencia: vale ilusionarse y esperar mucho más que una cantante queriendo demostrar que ha dejado atrás la sumisión del pop.
“En un momento dado, pensé: ‘Tengo que controlar todas mis mierdas antes de cumplir 27 años, porque esa edad es cuando cruzas el umbral para vivir o morir como una leyenda’”, le dijo a Rolling Stone a fines de 2020.
“No quería dejar de cumplir los 28, no quería unirme al club de los 27. Así que cuando cumplí los 26 decidí dejarlo todo, convertirme en una persona sobria”, añadió la artista que al día de la fecha sólo se considera una bebedora social, además de una artista que puede salir airosa de cualquier situación.
Incluso del incendio de su casa con todo su nuevo disco adentro y de una ruptura amorosa (Liam Hemsworth) a la que todo el mundo le testea el filo de las esquirlas.
En Plastic Hearts, no le esquiva al bulto de dispararle a la institución matrimonial que, en ocasiones, condiciona a la infelicidad con tal de mantener estándares hacia afuera. Aun en el bohemio y desajustado mundo del espectáculo. WTF Do I Know, el tema de apertura, lo deja en claro a puro estilete garagero: “Qué carajo sé yo. Estoy sola porque no pude ser la heroína de alguien. ¿Querés una disculpa? De mí no”.
Irreductible, claro. Al cabo, esta Miley Cyrus es la misma que llevó al twerk a la estratósfera en una fiesta de MTV y que experimentó con el hip hop en Bangers (2013) y con el desprejuicio psicodélico de The Flaming Lips en Miley Cyrus & Her Dead Petz (2015).