Murió Kenzburo Oe, el escritor japonés que ganó un Premio Nobel de Literatura
El escritor, fallecido a los 88 años, fue una de las grandes voces críticas de un país con pocas disonancias.
El escritor japonés Kenzaburo Oé, galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1994, ha muerto en Tokio a los 88 años, según ha anunciado este lunes su editorial nipona, Kodansha.
El autor falleció el 3 de marzo, pero no se ha hecho público hasta ahora. Considerado un radical de izquierdas en un país de pocas disonancias, Oé nació el 31 de enero de 1935 en la isla japonesa de Shikoku, donde pasó su infancia y adolescencia.
Estudió Letras Francesas en la Universidad de Tokio, unos estudios que marcaron su literatura: siempre se le consideró muy influenciado por la literatura francesa, especialmente por Jean-Paul Sartre.
Oé debutó como escritor en 1957. Su cuento The Catch, que narra la captura de un piloto norteamericano negro en Japón durante la II Guerra Mundial, recibió el prestigioso Premio Akutagawa para jóvenes promesas en 1958. De aquella época es su primera novela, Arrancad las semillas, fusilad a los niño.
Calificado en sus inicios como el niño terrible de las letras japonesas por su crítica implacable de la sociedad japonesa, Oé describía su literatura como “realismo grotesco” y se decía deudor de la cultura hispanohablante. El nacimiento de su hijo Hikari en 1963, que padecía hidrocefalia y fue diagnosticado de autismo, marcó su vida y su literatura, con títulos como Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura o Una cuestión personal, su primera obra traducida al español.
Se trata de una novela semi autobiográfica centrada en la vida del padre de un hijo nacido con un mal cerebral. En una de las frases más devastadoras, el protagonista dice respecto al recién nacido: “Solo tengo dos caminos o lo estrangulo con mis propias manos o lo acepto y lo crío”. En la vida real, Oé educó a su hijo Hikari y consiguió convertirlo en un compositor de música de cámara que vendió cerca de un millón de discos con su primer lanzamiento.
Apuesta ideológica
Las lecturas del Nobel japonés estuvieron marcadas por el antiamericanismo de la generación que vivió las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
Sus frecuentes viajes como académico le permitieron conocer de primera mano la realidad de otros países y se consideraba escritor políticamente comprometido e ideológicamente sartreano. En 1994 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura.
Pese a que tenía como máxima no relacionarse con gobiernos de ningún tipo, ni en su país ni fuera, consideró que el Nobel le fue otorgado por el pueblo sueco. Era el segundo escritor japonés que obtenía el máximo galardón literario, tras Yashunari Kawabata en 1968. Posteriormente, en 2017, lo recibiría Kazuo Ishiguro. En 2007, obtuvo la máxima condecoración francesa, la Legión de Honor.
El Nobel usó su prestigio para apostar por una agenda centrada en cuestionar el sistema imperial japonés y la responsabilidad del gobierno nipón en la II Guerra Mundial. Fue un activo defensor de las víctimas de la bomba atómica de Hiroshima y desde 2011, después de la triple tragedia de terremoto, tsunami y accidente nuclear en Fukushima, reforzó su actitud en contra de la energía nuclear.
Publicó entonces en The New Yorker una denuncia de la industria nuclear japonesa a la que acusó de “falta de respeto por la vida humana” y calificó como “la peor traición posible a la memoria de las víctimas de Hiroshima”.
En 2004 fue uno de los fundadores del grupo pacifista Asociación pro Artículo 9, cuyo objetivo era defender la cláusula de la Constitución de 1947 que obliga a Japón a renunciar a la guerra para resolver disputas internacionales.
Vínculo hispano
Su vinculación con el mundo hispanoblante se inició en 1976 cuando vivió en México, invitado como profesor del Colegio de México.
Para su obra Dojidai Gemu, (El Juego de la Contemporaneidad), una recreación fantástica de la historia de Japón, se inspiró en un mural de Diego Rivera titulado Sueño de una tarde dominical en la Alameda central, y en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Según la crítica norteamericana Susan J.
Napier mientras García Márquez equiparó a los fundadores de Macondo con Adán y Eva, Dojidai Gemu antepone a los fundadores de un pueblo la mitología japonesa dominante de la diosa del sol, progenitora de la casa imperial japonesa.
En los años noventa sostuvo con Mario Vargas Llosa un intercambio epistolar en el que Oé denunciaba la falta de apoyo del PEN Club japonés para defender la persecución de autores surcoreanos y el escritor hispanoperuano hablaba de “conformarse con los lentos y aburridos progresos de la democracia, en vez de buscar la inalcanzable utopía, que genera hecatombes”.
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En 2010 participó en un coloquio en el Instituto Cervantes de Tokio con el escritor español Javier Cercas, poco después de leer la traducción al japonés de Soldados de Salamina, que calificó de “obra maestra”.
En ese diálogo, relató la influencia de la obra de Cervantes en su época universitaria a través de La misión de la literatura, un libro del autor francés Georges Duhamel que exhorta a los futuros escritores a emular al autor del Quijote:” ¿Dices que quieres escribir buenas novelas? Hazme caso entonces y embárcate en algún puerto. Recorre el mundo ganándote el sustento con modestas ocupaciones, y soporta la pobreza. No te apresures a tomar la pluma. Sométete al dolor y al sufrimiento.”