Pánico en las Bolsas: Wall Street suspendió las cotizaciones
Los mercados financieros ignoran el plan de acción de los bancos centrales y prolongan su caída libre.
Los bancos centrales han vuelto a quedarse cortos y los mercados siguen instalados en una espiral de pánico y caos. Como en los años negros de una década atrás, en plena Gran Recesión, la plana mayor de los institutos emisores a escala mundial (EE UU, Europa, Japón, Reino Unido, Canadá, Suiza) movieron ficha el domingo por la noche para tratar de aliviar la presión sobre los mercados. Coordinaron un plan conjunto para tratar de garantizar la liquidez, tanto en dólares como en el resto de grandes monedas, y la Reserva Federal actuó por partida doble: con una nueva rebaja de tipos que deja el precio del dinero en cero por primera vez desde la crisis financiera y con la puesta en marcha de un programa de activos de 700.000 millones de dólares (630.000 millones de euros), también como en los años más duros de la crisis financiera. No fue suficiente y, lo que es aún peor, sus acciones empiezan a rezumar desesperación. Los mercados han olido el miedo este lunes, una jornada en la que los principales parqués europeos viven una nueva jornada negra, con pérdidas que llegan al doble dígito, y en la que Wall Street se ha visto obligado a suspender temporalmente su cotización tras hundirse un 8% en la apertura. Lejos de amortiguar la caída, el golpe fue aún mayor tras la reapertura del mercado: más del 10%.
El coronavirus está haciendo trizas las Bolsas; un daño ya sostenido en el tiempo -los desplomes se cuentan por semanas y no por días- de consecuencias imprevisibles para inversores y empresas cotizadas. Las heridas serán profundas: Europa ya es el epicentro mundial de la epidemia y, con la industria y los servicios en total parálisis por la cuarentena, los parqués están descontando un daño mayúsculo en la sala de máquinas de la economía. El Ibex 35 español se acerca peligrosamente este lunes al desplome del jueves pasado-cuando retrocedió un 14% en la peor jornada de su historia- y se deja un 11%, arrastrado por IAG (British Airways e Iberia), que cae a plomo y pierde la cuarta parte de su valor en la sesión. El coronavirus es un misil en la línea de flotación de todo el sector aéreo y para el turismo en general: según los cálculos de la consultora sectorial CAPA, si las propias compañías aéreas y los Gobiernos no dan pasos decididos pronto, muchas de ellas estarán en situación de quiebra técnica en mayo. La hotelera Meliá es la segunda mayor damnificada en un selectivo español íntegramente teñido de rojo.
Como en anteriores jornadas, las pérdidas son transversales a todos los grandes parqués occidentales, que retroceden en una proporción similar a la de Nueva York y Madrid: Londres, París y Fráncfort, décimas arriba o abajo, el 10%. Horas antes, los mercados de Asia-Pacífico habían cerrado con un sonoro batacazo: la Bolsa australiana cayó a doble dígito en la primera jornada de la semana; Hong Kong cerca de un 4%; y Shanghái y Shenzen, algo más de un 3%. Entretanto, los índices de volatilidad, que miden el nerviosismo en los mercados, marcan este lunes su máximo en más de una década. En pleno repliegue, las primas de riesgo del sur de Europa también se resienten: la española se dispara hasta su nivel más alto desde mayo del año pasado y la rentabilidad del bono italiano a 10 años se sitúa ya por encima del 2%. El trasvase es hacia la deuda pública alemana y estadounidense, una apuesta considerada mucho más segura en las carteras de inversión.
El estado de alarma en España; el cierre de fronteras en Alemania; el avance irremediable de la enfermedad en Italia; el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, reconociendo implícitamente que en su hoja de ruta ya está la recesión. Se abre un escenario inédito marcado por una palabra: temor ante lo desconocido. “En circunstancias normales, una amplia respuesta de política monetaria como la del domingo pondría un suelo para los activos de riesgo y ayudaría a su recuperación”, apunta Jason Daw, de Société Génerale. “Sin embargo, la magnitud del choque sobre el crecimiento se está volviendo exponencial y los mercados, con razón, se cuestionan qué más se puede hacer”. China, que solo ahora empieza a ver la luz al final del túnel del coronavirus, marca la pauta en lo que a consecuencias económicas se refiere. Y lo poco que se va conociendo del gigante asiático no es nada alentador: en los 60 primeros días del año la producción industrial se desplomó un 13,5% anual, las ventas minoristas cayeron un 20% y el paro alcanzó el 6,2%, nivel récord para un mes de febrero. En todos los casos, más de lo que esperaban en un principio las principales casas de análisis.
Hay que aplicar una dosis de perspectiva para entender la verdadera dimensión de la sacudida que están sufriendo los parqués estos días: quienes invirtieron en un fondo referenciado al Ibex a principios de año están perdiendo hoy el 40% de su capital. Los precios actuales de muchas cotizadas empiezan a incorporar no solo un hundimiento de la economía europea y estadounidense en el primer trimestre del año, sino una recaída en toda la primera mitad del año de gravedad variable en función del tiempo que estén en marcha las medidas de aislamiento para evitar más contagios en los principales países del Viejo Continente y de EE UU. Bank of America, por ejemplo, ya prevé un retroceso del PIB de la primera potencia mundial entre abril y junio, y cree que “el riesgo es que la contracción sea mayor y más prolongada” de lo que se creía hasta ahora. En Europa las cosas están aún peor, pero habrá que esperar semanas o meses hasta apreciar el daño en toda su extensión.
Para responder a este giro repentino en el guion de la economía, los inversores quieren algo más que política monetaria: cada vez más voces reclaman un plan de choque fiscal que no termina de llegar en Europa. Hasta entonces -y no debe pasar mucho tiempo- lo primero es salvar los muebles: “Los bancos centrales deben asegurar que no caen las empresas rentables. Si eso ocurriera, se produciría un segundo choque de demanda, a medida que la gente pierda sus trabajos, que continuaría incluso después de que el miedo al virus haya tocado techo”, valora Paul Donovan, economista jefe de UBS. “En Europa tienen que dar carta blanca hasta que esto dure, con préstamos masivos a empresas. Es mejor sobrerreaccionar que no hacerlo: no entiendo a que estamos esperando para actuar de una vez”, apunta por teléfono Alicia García Herrero, de Natixis y Bruegel. “Se supone que el ESM [el mecanismo europeo de estabilidad] se creó para situaciones como esta. Y, ¿qué está haciendo? Nada: ni siquiera ha hablado. Lo importante es parar el choque porque nos puede llevar a todos por delante”. El riesgo es máximo: la economía está tiritando y un puñado de jornadas de pánico más dejarían a los índices bursátiles en los huesos.