Producen brócolis fortificados para ayudar a prevenir enfermedades
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir unos 60 microgramos diarios de selenio, un micronutriente muy valioso que sólo se puede suplir por medio de la dieta y que ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Sin embargo, en el país se consume sólo el 40 % de esa cifra, según un estudio de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Es para paliar esa ingesta subóptima que en la Facultad de Ciencias Agrarias (FCA) de la UNL surgió la idea de biofortificar brócolis, una hortaliza considerada como una gran productora de selenio orgánico: “Significa incrementar el contenido de elementos beneficiosos para la salud en los vegetales que consumimos. Por un lado, existe la biofortificación agronómica, que es la que llevamos adelante nosotros, y por otro, la biofortificación genómica, que se realiza manipulando genes en las plantas para que puedan asimilar los nutrientes de manera más eficiente a partir del suelo”, enumeró Fernando Muñoz, que trabaja en el área de Cultivos Intensivos de la FCA y es investigador del CONICET.
El selenio está involucrado en el mecanismo de detoxificación de radicales libres y tiene un efecto antioxidante, por eso se presume que hay una relación directa entre la falta de selenio, las enfermedades cardiovasculares y el desarrollo de cáncer. “La utilización de brócoli es ideal porque es como una fábrica natural de selenio orgánico; el cual al ser incorporado por medio de la dieta queda más biodisponible para el organismo y cumple mejor las funciones metabólicas.”, manifestó Muñoz.
Sales
Muñoz, que presentará su trabajo a fines de septiembre en el 39º Congreso de Horticultura, informó que en el cinturón hortícola de Santa Fe se producen cerca de mil toneladas de brócolis al año y la idea es que los productores los biofortifiquen por medio de fertilización foliar, es decir, diseminando sales de selenio sobre las plantas. “Es un asperjado sobre las hojas. Fuimos probando distintas concentraciones en distintos estadios de la hortaliza”, acotó.
Al aplicar las sales en estadios tempranos de la planta, los investigadores testearon cómo el selenio “se mueve” desde las hojas hasta la cabeza, que es la parte que se consume. Luego cuantificaron la concentración del mineral y confirmaron que las plantas poseían el suficiente efecto antioxidante.
De acuerdo con Muñoz, las sales que utilizan para biofortificar son inorgánicas, producto de las extracciones de metales de las minas. “Son el residuo que queda de la refinación del cobre. En el país se suministran al ganado para mejorar la producción y calidad de la leche. Al ser un agregado, los brócolis costarán un poco más que los comunes”, aclaró.
La idea es que cualquier productor disponga del formulado y que lo pueda aplicar sin necesidad de conocimientos especiales, como lo haría con otros fertilizantes foliares.
Residuos utilizables
De la planta de brócoli se consume solo el 25 %, que es la cabeza, mientras que el resto es material de descarte, pero según Muñoz se podría aprovechar para fabricar productos nutracéuticos, ya que posee una buena dosis de selenio. “Se pueden realizar purificaciones orgánicas para la generación de productos dietarios muy diferentes a los que hay en el mercado hoy y que son hechos a partir de sales inorgánicas”, diferenció.
Por último, contó que las sales se pueden aplicar en tomates y en plantas de hoja como lechuga, achicoria o rúcula. “En lugares como Finlandia ya se viene trabajando en programas de biofortificación desde la década del 80, aunque básicamente lo hacen en cereales, porque tienen un gran problema de baja incorporación de selenio en la dieta. De esta manera, bajaron notablemente el índice de mortalidad por enfermedades cardiovasculares y cáncer. En Argentina son las dos principales causas de muerte. En Santa Fe, por ejemplo, las primeras representan el 28 % de los decesos, mientras que por enfermedades tumorales muere el 21 %”, culminó.
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