Qué es “el test de Balmoral”, las duras pruebas que impone Isabel II a los invitados en su finca de verano
Su Majestad pasa las vacaciones de verano en su amada finca de las Highlands, donde recibe, junto a los miembros de la familia real, a otros huéspedes ilustres. Pero quienes no superan una serie de pruebas relacionadas con las antiguas tradiciones reales no vuelven a poner un pie. Esto le ocurrió, por ejemplo, a Margaret Thatcher.
Hace unas semanas Isabel II llegaba a Balmoral para disfrutar de sus tradicionales vacaciones estivales. En su amada finca, rodeada de un paisaje idílico de montañas, bosques y lagos, la soberana ‒por fin libre de sus obligaciones oficiales‒ suele recibir, junto a los miembros de la familia real, a otros huéspedes ilustres. Para sus invitados es sin duda un gran honor, pero también una “prueba” que no todos superan.
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La soberana somete a sus invitados a una serie de pruebas con las que determina si son capaces de adaptarse a su rutina escocesa, tan real como informal. Quienes no superen el “test de Balmoral” no volverán a poner un pie. De hecho –como explicaba el biógrafo real Andrew Morton– “se desvanecen del favor real como la niebla de las tierras altas”. Muchos han fracasado en el intento. La Dama de Hierro, Margaret Thatcher, no superó la prueba al presentarse a las 6 de la tarde vestida de gala, según se cuenta en la cuarta temporada de la serie The Crown.
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Balmoral es el único lugar en el que la reina se relaja de verdad a ritmo de barbacoas, excursiones por el campo, paseos a caballo y otras actividades con un toque de sencillez. Por eso es el único lugar donde puede permitirse el lujo de vestir cómoda. Los armarios de su castillo escocés están repletos de chaquetas remendadas y botas desgastadas que se ha negado a tirar. Y los invitados tienen que saber adaptarse.
Lo que entra en juego no es únicamente el código de vestimenta de la realeza (que impone cinco cambios de ropa al día, algo en sí ya bastante engorroso). En Balmoral entran en escena “extrañas y oscuras tradiciones familiares”, reglas, bromas y mensajes en código que, como explica Morton, “pueden intimidar a los recién llegados”. Por ejemplo, durante las cacerías ‒en las que se supone que todos los invitados participan con entusiasmo‒ deben conocer el orden de importancia de los participantes, que no tiene nada que ver con la jerarquía real, sino más bien con su experiencia como cazadores.
Después de la cena, ojo con negarse a participar en los juegos de mesa que tanto divierten a la realeza, sobre todo a la reina. Se juega en el salón, donde es súper fácil meter la pata. Imagine que se le pasa por la cabeza sentarse en la mismísima silla reservada para la reina desde hace años. El hecho de que todas las sillas parezcan viejas y destartaladas no ayuda: el sillón menos regio de todos podría ser el favorito de la soberana. Así que antes de sentarse, mejor preguntar.
El “test de Balmoral” es mucho más antiguo de lo que puede imaginar. El duque de Edimburgo tuvo que superarla al dar sus primeros pasos en la familia real. Lo superó con brillantez, como cuenta el biógrafo real Michael Patterson, “porque le encantaban todas las actividades al aire libre”. También para Diana el debut en la finca escocesa de la reina fue todo un éxito. Aunque después, como contaba Andrew Morton, Balmoral se convirtió en el lugar en el que la princesa se sentía “más infeliz y aburrida.
Una historia totalmente diferente fue la de Kate Middleton, que este año también visitará a la reina en Escocia junto con Guillermo de Inglaterra y sus tres hijos George, Charlotte y Louis. Según la prensa británica, Kate adora Balmoral. Su debut en el castillo de las Highlands tuvo lugar en el año 2009, dos años antes de contraer matrimonio con el príncipe Guillermo. Fue un éxito rotundo. La entonces plebeya Middleton resultó ser toda una experta en la pesca de truchas y salmones en los arroyos de la finca y se ganó en un abrir y cerrar de ojos al príncipe Felipe de Edimburgo. Al parecer impresionó también a la propia reina, ya que le dio permiso para hacer fotos en la finca, algo que suele estar totalmente prohibido. Los padres de Kate, Carole y Michael, visitaron por primera vez la finca un año después, en 2010. Y desde entonces han vuelto varias veces. Al parecer, ellos también aprobaron con nota el “test de Balmoral”.