Rosario: con más embarcaciones, el río se torna cada vez más peligroso
El crecimiento del parque náutico, la imposibilidad de viajar y la bajante limita los espacios al tiempo que eleva el riesgo.
El 21 de noviembre se produjo un siniestro en el río, cuando una lancha Tracker 620 embistió a un kayak doble en la zona frente a Isla Verde, en jurisdicción entrerriana. Sobre la embarcación de menor porte iba una pareja, y una chica sufrió la fisura de cuatro costillas. Prefectura ya sabe quiénes serían los intervinientes en el siniestro, y de las pericias sobre las dos embarcaciones, que fueron incautadas, surgirán las responsabilidades que derivarán en una multa económica, sin perjuicio de que luego la víctima pueda tomar acciones judiciales.
El caso puso nuevamente el foco en una problemática que se agrava año a año en el Paraná, con reiterados accidentes en los que los remeros son embestidos por vehículos a motor conducidos con imprudencia. En este contexto, uno de los hechos más trágicos fue el que tuvo como víctima a Angel “Bin” Santos, a raíz de una colisión en 2013 que culminó con su muerte dos años después. Además de un crecimiento desmesurado del parque náutico, este año la situación se verá agravada por la cantidad de gente que se volcará al río producto de la pandemia y las dificultades para viajar, y la bajante extraordinaria que provoca una limitación en los espacios para navegar y desplazarse.
Es indudable que Rosario se viene volcando cada vez más al río, y la cantidad de embarcaciones ha crecido, pero además hay mucha “gente nueva”. Según los conocedores, este verano muchos que se iban a ir de vacaciones se compraron una embarcación. “El problema no es la cantidad, sino la falta una cultura náutica de respetar al otro. La gente «de río» tenía toda una base familiar al respecto. Eso se fue perdiendo con este boom, porque los nuevos llevan los males de la ciudad al agua: el atropello, la falta de respeto, las fiestas y la música fuerte”, enumera David Linaro, kayakista e integrante de la Cámara Náutica de Rosario.
Para el deportista, “falta una base educativa fuerte”, sobre todo en el ambiente de los motores. “En la embarcación menor solo te ponés en peligro a vos mismo, ya que el kayak es como una bicicleta, pero una embarcación mayor es un arma, es como manejar un auto”, comparó.
Marcos Massonou, presidente de la asociación civil Amigos del Río, apuntó que además de que cada vez hay más embarcaciones particulares, hay que sumar que por la pandemia muchos pescadores están cruzando gente. “Los paradores traen mucho público y arman fiestas. Las guarderías estén sobrepasadas, y a la vuelta la bajante del río hace que se amontonen las embarcaciones para poder subir”, completó la foto. El hombre, que hace 18 años cruza en lancha a la isla, graficó que “a mucha gente le gusta romper las normas”, pero justificó que “Prefectura tiene medios acotados y no puede estar en todos los lugares controlando”.
Por ello, cree que la seguridad náutica “depende también de la conciencia de cada uno”. En el río hay códigos: se saluda como si fuera un pueblo; si pasás por donde hay otros, tenés que ir despacio para que el oleaje no haga que se golpeen; y si es de noche, no podés ir rápido”, dijo. Pero apuntó que “las lanchas tienen un control sobre la documentación, y los kayakistas no tienen ninguno”.
“Tal vez habría que pensar en velocidades máximas para las lanchas en lugares de gran concentración de embarcaciones. O determinar carriles exclusivos para los que remamos, como ocurre en La Florida con los nadadores”, propuso Gabriel Scampino. El kayakista desde hace 12 años reconoció que “hay lancheros educados y conscientes, que reducen la velocidad al pasar a nuestro lado o eligen un recorrido más alejado de los kayaks”, pero denunció que muchos kayaks se dan vuelta o colisionan con otros por embarcaciones que pasan muy cerca o a alta velocidad. “Hay lanchas que nos ven cuando están encima nuestro y giran a último momento, y eso nos asusta”.
Los kayaks, el invento esquimal
La navegación en el río, David Linaro es parte del grupo ecologista Génesis y de El Paraná No Se Toca. Desde este cruce de perspectivas, cuenta que dentro del kayakismo hubo en los últimos años toda una movida de respeto por el medio, por la prevención y por saber practicar rescates.
Según Linaro, muchos movimientos de defensa de los humedales y organizaciones ambientales de la ciudad nacieron por iniciativa de kayakistas, cosa que no ocurre con otras actividades. “Por ser una embarcación menor o de bajo costo, muchos ningunean la actividad o consideran que el kayak es una embarcación insegura. Eso es una falacia. El kayak es una embarcación marinera y completamente segura que fue desarrollada por los inuit (esquimales) para navegar y cazar en el mar”, revela el militante ambientalista.
En ese sentido, detalla que en los últimos años grupos de kayakistas rosarinos unieron por mar y río ciudades como Rosario y Mar del Plata, Puerto Iguazú e incluso Río de Janeiro.
“Conlleva toda una serie de aprendizajes y destrezas que una vez adquiridas transforma la actividad en ciento por ciento segura. Cuando se habla de inseguridad, en la náutica mayor enseguida piensan en kayak y piraguas”, dice. Y recuerda que, además del choque frente a Isla Verde, hace días una lancha atropelló una boya del canal: “Imaginate lo que le podría haber hecho a un kayak, que por su altura es mucho menor que eso”.