Se cumple un año del crimen de Julio Cabal
Es una semana difícil para Inés Massino, que sigue en “piloto automático”. Ya pasaron doce meses desde que murió su hijo y el dolor no cede. La investigación por el homicidio sigue su curso, mientras el acusado permanece en prisión.
Este jueves se cumple un año del crimen de Julio Cabal. Julito tenía 29 años. Le gustaba el rock pesado, tocar la guitarra y escribir poesía, entro otras cosas. Trabajaba en el negocio que su familia tenía en la zona céntrica de la ciudad de Santa Fe, una fiambrería de Urquiza al 2200. Ahí fue asesinado. Un delincuente le dio un balazo en el pecho. “La verdad que se me hizo eterno este tiempo sin Julito. Los silencios se agrandaron”, dice Inés, su mamá.
“Estoy en piloto automático desde el día del homicidio. Así me siento. Sé que tengo que hacer las cosas. Me levanto, voy a trabajar. A mí el trabajo me salva. Por lo menos, medio día ocupo mi cabeza en ayudar a la gente, que es lo que se hacer”, explica la mujer, que tiene un empleo administrativo en el Hospital Cullen, donde los cirujanos -amigos de la familia, algunos de ellos- no pudieron salvarle la vida a su hijo ese mediodía trágico.
Inés le pone “onda”, pero está rota por dentro. No puede evitar quebrarse al hablar. Para sostenerse, se apoya en su esposo (que también se llama Julio) y en Josefina, su otra hija, quien vive en Europa. “Ella está muy presente. Me llama todo el tiempo, hasta dos veces por día, para ver cómo estamos. También los amigos de Julio me dan mucha fuerza. Se brindaron de una manera increíble. Además, están mis amigas. Ellas me dijeron que no les importaba contagiarse, que me iban a acompañar igual estos días. Saben lo que uno necesita un abrazo en este momento”, agradeció.
“Fuertísimo”
“Estoy esperando que pase esta semana, que va a ser muy fuerte. Tengo la sensibilidad a flor de piel. El domingo se cumplieron cinco años de un accidente que sufrimos los cuatro. Nos podríamos haber matado todos. Cuando Josefina se iba a vivir a Francia, nuestro auto volcó en la Panamericana, yendo, a diez minutos de Ezeiza. Terminamos internados en Buenos Aires, pero sobrevivimos y eso nos unió mucho como familia”, contó Inés.
Desde entonces, los cuatro celebraban cada año sus “renacimientos”, una especie de cumpleaños familiar. “Fue fuertísimo. Nos tomábamos una botella de champán, para agradecer porque estábamos vivos. El año pasado fue la última vez que festejamos… a los pocos días mataron a Julio”, se lamentó.
Poco después del crimen, la familia decidió vender la fiambrería. “Fue un alivio que quede funcionando. Hubiese sido una doble pérdida tener que cerrarlo. Debe ser muy fuerte para los clientes entrar al lugar, sabiendo lo que pasó ahí, a pesar que los nuevos dueños le cambiaron la cara. Lo entregué el 31 de octubre y no volví. Es más, cuando voy para el sur de la ciudad, tomo por calle Saavedra, para no pasar por el frente”, aseguró.
“Bajeza”
La muerte de Julio Cabal disparó una serie de manifestaciones multitudinarias de familiares, amigos, comerciantes y vecinos de toda la ciudad. El reclamo era por mayor seguridad. En ese momento, Inés repitió hasta el cansancio que iba a luchar para que la muerte de su hijo “sirva” para cambiar algo. “El crimen de mi hijo generó una reacción que no quiero dejar pasar”, dijo a El Litoral en ese momento. Hoy está desilusionada.
“Lo que saqué como conclusión es que todos y cada uno de nuestros gobernantes sólo buscan poder. Definitivamente. Para ellos es un juego. Nadie quiere hacer nada por nosotros, por la gente. Las manifestaciones que se generaron fueron muy fuertes. Nos juntamos con Azucena (madre de Maxi Olmos, un joven asesinado por esos días por ladrones de motos) y con Graciela Brondino (mamá de Marianela, que también fue víctima de asaltantes hace una década). Graciela nos acompañó siempre. Esa mujer fue un puntal. Ella tuvo que hacer el trabajo que no había hecho la justicia. En cambio, en el caso de Julio yo le voy a exigir a la justicia que haga lo que le corresponde”, enfatizó.
“Tenía la esperanza de que algo cambie, pero todo sigue igual. En aquel entonces nos convocaron los diputados, nos reunimos con ellos, nos dieron que nos iban a apoyar… y nos fallaron… de todos los partidos políticos. Nos ofrecieron su ayuda y todavía los estamos esperando. Creo que a la clase política le falta grandeza. Es más, tienen una bajeza patética. No hablo de algún partido en particular, sino de todos. En mis 53 años nunca vi la luz en el fondo. Sólo se trata de poder”.
“La gente no toma conciencia del peligro en que vivimos. Es indignante ver cómo vamos para atrás como sociedad. Las prioridades que tendría que tener un país son salud, educación y seguridad, pero todo es un desastre, al margen de la pandemia, que es una tragedia mundial”.
EVENTO VIRTUAL
“Hace rato que pensaba en hacer un homenaje para el aniversario de la muerte de ‘Juli’, un recital. Hoy es imposible eso, por lo que con un gran amigo de él decidimos hacer algo virtual. Para eso creamos un evento en Facebook. La idea es que todos puedan subir lo que les ‘pinte’: una foto, un recordatorio, unas palabras, una canción, una poesía, lo que sientan.
PRESUNTO ASESINO
Julio Cabal fue asesinado el mediodía del 17 de setiembre de 2019, cuando ya se preparaba para cerrar el local, donde también estaba una empleada. Un asaltante irrumpió en ese momento y no tuvo piedad. Lo ejecutó de un balazo que ingresó en su pecho por una de sus axilas y quedó alojado entre sus costillas, del otro lado. En su recorrido, el plomo le destrozó órganos vitales. Murió en el Hospital Cullen, pocos minutos más tarde.
Por el crimen fue detenido unos días después Juan Cruz Gambini, un sujeto con abultados antecedentes delictivos que fue imputado por el hecho y actualmente permanece en prisión preventiva mientras avanza la investigación.
La fiscal del caso, Ana Laura Gioria, mostró sus pruebas durante las audiencias.
Las cámaras de vigilancia tomaron al presunto asesino llegando a la escena del homicidio y también escapando del lugar, a bordo de una moto. El vehículo tiene las mismas características del que le fue secuestrado a Gambini en el momento de su arresto (incluso le faltaba uno de los espejos, tenía roto el guardabarros trasero y una particular calcomanía).
Además, las características físicas son muy similares y un testigo lo ubicó -a través de un reconocimiento- en la escena del crimen.
Un elemento fundamental para la investigación puede ser una gorra hallada en el local luego del ataque. Esta prenda, que se le cayó al asesino, será enviada a un laboratorio salteño que se especializa en estudios de ADN de células epiteliales. Si los científicos encuentran rastros genéticos de Gambini en ella, su situación se complicaría aún más.