Trump evaluó otorgarse un indulto a sí mismo
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha insinuado a sus colaboradores que tiene intenciones de otorgarse un indulto a sí mismo en los últimos días de su presidencia, según dos personas con conocimiento de las discusiones.
La medida implicaría un uso de los poderes presidenciales extraordinario e inexplorado en la historia de Estados Unidos.
En varias conversaciones después del día de las elecciones, Trump ha comentado a sus asesores que considera la posibilidad de otorgarse un perdón y, en otras instancias, ha preguntado si debería hacerlo y qué impacto político y legal tendría en él, según dos personas. No estaba claro si ha tocado el tema después de incitar a sus seguidores el miércoles a irrumpir en el Capitolio en un ataque de turba.
Trump ha mostrado que su interés en perdonarse a sí mismo va más allá de reflexiones ociosas. Hace mucho tiempo que insiste en que tiene el poder de perdonarse a sí mismo y típicamente cuando sondea a sus asesores es síntoma de que se prepara a avanzar con sus intenciones. También ha estado cada vez convencido de que quienes él percibe como sus enemigos utilizarán las palancas legales para atacarlo cuando abandone el cargo.
Ningún presidente estadounidense se ha otorgado a sí mismo un perdón por lo cual la legitimidad de un posible acto de autoclemencia jamás ha sido puesta a prueba en el sistema legal. Los expertos legales no están de acuerdo en si las cortes lo reconocerían. Pero sí concuerdan en que un autoperdón presidencial crearía un peligroso nuevo precedente para que los presidentes declaren unilateralmente que se encuentran por encima de la ley y se protejan de tener que responder por los crímenes que hayan cometido en el cargo.
Un portavoz de la Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentario.
Trump ha considerado una variedad de perdones preventivos para su familia, entre ellos sus tres hijos mayores —Donald Trump Jr., Eric Trump e Ivanka Trump—, su yerno y asesor sénior de la Casa Blanca, Jared Kushner, y para sus aliados cercanos, como Rudolph W. Giuliani, abogado personal del presidente. Trump ha expresado preocupación a sus consejeros de que el Departamento de Justicia de Biden pudiera investigarlos a todos ellos.
Trump, quien le ha contado a sus asesores que le complace mucho tener el poder de otorgar clemencia, durante semanas ha solicitado a sus ayudantes y aliados que le sugieran a quién perdonar. También ha ofrecido perdones preventivos a consejeros y funcionarios de su gobierno. Muchos de ellos se han sorprendido porque no consideraban encontrarse en riesgo legal y creyeron que aceptar el ofrecimiento sería visto como una admisión de culpabilidad, según las dos personas.
Los perdones presidenciales solo aplican en casos de leyes federales y no protegen de ser enjuiciado o investigado por crímenes estatales. Un perdón serviría en contra de cargos que podrían ser presentados por los fiscales que investigan las finanzas de la Organización Trump en Manhattan.
Las discusiones entre Trump y sus asesores sobre el tema de un perdón para el presidente surgieron antes de que el fin de semana presionara a funcionarios del estado de Georgia para que le ayudasen a cambiar los resultados de las elecciones presidenciales o de que incitara a una turba que luego atacó el Capitolio el miércoles. Los aliados de Trump creen que ambos episodios exponen aún más a Trump a verse involucrado en un proceso penal.
Cuando los asesores instaron a Trump a que emitiera el miércoles una condena enérgica y él rechazó ese consejo, el abogado de la Casa Blanca, Pat A. Cipollone, advirtió a Trump que podría quedar legalmente vulnerable por los disturbios, dado que de antemano había instado a sus partidarios a marchar al Capitolio y a “luchar”, según personas informadas sobre la conversación. A los asesores de la Casa Blanca les pareció que Trump disfrutaba viendo las escenas que se transmitían en la televisión.
Más allá de eso, no queda claro el alcance del riesgo de sometimiento a procesos penales de Trump. El exfiscal especial Robert S. Mueller III, identificó diez ocasiones en las que Trump pudo haber obstaculizado la justicia pero no dijo si el presidente había quebrantado la ley e invocó restricciones legales y de hecho que obstaculizan que se juzgue a un presidente en funciones. Exfuncionarios del Departamento de Justicia y expertos legales dijeron que varios de esos actos deberían ameritar un procedimiento judicial.
En 2018, fiscales federales en Nueva York nombraron a Trump como conspirador en un esquema de financiación ilegal de campaña.
Los indultos pueden ser amplios o específicamente diseñados. Los abogados defensores en casos de cuello blanco dijeron que Trump se beneficiaría más al citar crímenes específicos si se perdona a sí mismo, pero esos detalles podrían ser políticamente perjudiciales al sugerir que reconocía haber cometido esos crímenes.
Un perdón presidencial autoconcedido complicaría la ya tensa cuestión que enfrenta el Departamento de Justicia de Biden sobre si investigar y eventualmente enjuiciar a Trump. Los demócratas y exfuncionarios del Departamento de Justicia aseguran que si Trump se perdonara a sí mismo y el Departamento de Justicia evitase procesar a Trump estaría mandando un inquietante mensaje a los estadounidenses sobre el Estado de derecho en el país y a los futuros presidentes sobre la posibilidad de burlar la ley.
“El Departamento de Justicia de Biden no querrá acceder a un autoperdón de Trump, que implica que el presidente está literalmente por encima de la ley federal”, dijo Jack Goldsmith, profesor de Derecho en Harvard y ex alto funcionario del Departamento de Justicia en el gobierno de George W. Bush.
Un autoperdón estaría alineado con el uso sin precedentes que Trump ha hecho del poder de clemencia. Los autores de la Constitución otorgaron a la figura del presidente casi total autoridad para perdonar crímenes federales y posicionaron así al jefe del poder ejecutivo como un contrapeso del poder judicial y también para intervenir en el sistema de justicia y mostrar misericordia y gracia a los oprimidos.
Pero Trump ha desdeñado el proceso formal establecido por el Departamento de Justicia para asegurarse de que los perdones se otorguen de manera justa. En cambio, ha usado su poder de clemencia como ningún otro presidente para favorecer a sus aliados, socavar a sus rivales y beneficiar a su agenda política. De los 94 perdones y conmutaciones de pena que Trump ha otorgado, el 89 por ciento estuvieron destinados a personas que tienen vínculos personales con él, lo ayudaron políticamente o cuyos casos lo impactaron, según un conteo llevado a cabo por Goldsmith.
El único presidente que recibió un indulto fue Richard Nixon. Un mes después de que Nixon dejó la presidencia, su exvicepresidente, Gerald Ford, lo perdonó por todos los crímenes que cometió en el cargo. La medida fue ampliamente criticada en ese momento por permitir que la presidencia estuviera por encima de la ley. Los partidarios de Ford culparon al indulto por su derrota en las elecciones dos años después aunque, en última instancia, el indulto llegó a ser visto como un movimiento que ayudó al país a pasar la página tras el caso Watergate.
Trump ha sostenido a lo largo de su presidencia que dispone de la autoridad para perdonarse a sí mismo y discutió esa posibilidad por primera vez con sus asistentes durante su primer año en el cargo. Esas conversaciones empezaron cuando los vínculos de su campaña con Rusia estaban bajo el escrutinio de investigadores que intentaban determinar si había obstruido a la justicia.