Un recuerdo de la guerra en Santa Fe: “Malvinas es el nudo en la garganta”
Rubén Márquez murió en combate el 30 de mayo de 1982. Después de 37 años una tumba del cementerio de Darwin tuvo al fin su nombre y apellido. La lucha incansable de su madre, Elda Gazzo, por conocer su ubicación, y el sueño que sus nietos le pudieron cumplir. Un relato conmovedor.
“Malvinas es el nudo en la garganta, el orgullo de tener el tío allá, es haber tenido una abuela incansable por encontrar el cuerpo de su hijo”, afirma Lorna Márquez.
En un sector del cuidado espacio verde ubicado al frente del Centro de Ex Combatientes de Malvinas hay una placa que resume, en pocas palabras, un tramo fundamental de la historia argentina: “Soldado argentino solo conocido por Dios”. Es la misma placa que durante 37 años estuvo en el cementerio argentino de Darwin.
En las australes tierras de Malvinas, la tumba donde aquella denominación recordaba pero no identificaba hay ahora otra lápida: la de Rubén Eduardo Márquez, el soldado Nº 100 identificado en el marco del Plan Proyecto Humanitario I.
Lorna Márquez es sobrina del militar caído en mayo de 1982 en Monte Simmons, y una de las familiares que aportó muestras de ADN para posibilitar su identificación.
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La entrevista con la docente corondina es al aire libre, en el frente del Centro de Ex Combatientes y a 2.240 kilómetros de Puerto Argentino según señala el cartel ubicado en calle Pedro Vittori al 4200 de la capital santafesina. Márquez recorrió esa distancia en dos ocasiones: en 2018 y en 2019, ambas en el marco del Plan de Cruz Roja Internacional en el contexto de “las localizaciones de los cuerpos de Soldados argentinos solo conocidos por Dios, de los cuales uno de ellos era el tío”.
– ¿Quién era tu tío?
– Cuando muere en Malvinas el tío tenía el rango de teniente primero del Ejército. Fue a Malvinas a luchar bajo el mando de Aldo Rico con la Compañía de Comando 602. Uno de los honores que se le dan a los soldados después de muertos es la ascensión al rango superior y por eso hoy el tío es capitán.
– Podría decirse que el camino que llevó a la identificación de tu tío fue abierto por tu abuela y lo pudieron cerrar ustedes.
– Creo que la abuela nunca pensó que íbamos a llegar a tanto. Porque si bien ella siempre luchó y preguntó por su hijo, por cómo y dónde había muerto, si estaba afuera o dentro del cementerio que es algo que no supo antes de morir, como todos los familiares siempre quiso saber el destino final de sus seres queridos. Tuvimos la oportunidad, junto con mis hermanos, de dar las muestras de sangre para llegar a cubrir el 99,99 % que nos pedía Cruz Roja Internacional. En el caso particular de nuestra familia fue un poco más tedioso porque el tío no tuvo hijos; los padres (mis abuelos) estaban fallecidos; también sus dos hermanos, es decir, mi papá y mi tío. O sea que las líneas directas de sangre no estaban y las comparaciones con nosotros que éramos sus sobrinos, tomaron un poco más de tiempo. Pero lo logramos, lo cumplimos y pudimos saber cuál de todas esas tumbas era la de mi tío. Como quería mi abuela.
Lorna Márquez (centro), su hermana Victoria (izq.) y Virginia Urquizu del Equipo Argentino de Antropología Forense, en el momento en que se entrega la documentación que confirma la identidad del ahora capitán Rubén Márquez. Junto a ellas el ex secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj y parte del equipo.
– ¿Cómo fue ese momento, cuando te informan de esa coincidencia del 99,99 %?
– Viajamos dos veces a Malvinas: en 2018 todavía sin saber cuál era la tumba del tío porque no cubríamos el 99 % pero sabíamos que una de esas sepulturas era la de él. En 2019 ya teníamos identificada la tumba con su nombre. Y fue muy especial porque todo el proceso que se hizo con el Equipo de Antropología Forense y la Cruz Roja Internacional fue un paso a paso muy cuidado, muy trabajado, muy hablado.
Todo lo que se iba haciendo lo iban explicando hasta que logramos llegar al cuerpo del tío y tuvimos que aportar otras pruebas: si tenía cicatrices, cuánto medía, la fecha de nacimiento, alguna característica que recordáramos. Fue un trabajo de ambos lados y logramos llegar a esa tumba.
– Esa placa que estaba en la tumba de tu tío hasta que pudo tener su nombre y apellido, ahora está aquí en la ciudad de Santa Fe. ¿Por qué decidiste donarla al Centro de ex Combatientes?
– Desde que comenzamos el proceso con la Cruz Roja Internacional, el Centro de ex Combatientes de Santa Fe acompañó a la familia, estuvieron en todo lo que fuimos necesitando. Y fue emblemático porque Santa Fe es la capital de la provincia, este es un lugar de fácil acceso para todo el mundo.
Una síntesis de más de 35 años de historia: la tumba de Rubén Márquez con nombre y apellido, y una madre que buscó de manera incansable el lugar donde yacía su hijo.
– Estos 40 años no fueron siempre iguales. Ahora estamos unidos por este sentimiento sobre Malvinas, pero no fue siempre así desde el principio. ¿Cómo viviste aquel momento y las distintas etapas de desmalvinización al momento actual?
– Puedo hablar del caso particular de mi familia. En el momento de la guerra de Malvinas yo tenía 7 años. En el caso del tío, no era un soldado que estaba haciendo el servicio militar sino que era un soldado de carrera. Se había preparado para la guerra porque esa era su profesión; para la guerra y para servir a la Patria y eso siempre lo transmitió a la familia. Es muy doloroso perder a un familiar pero cuando se lo piensa, esa era su convicción, era para lo que se preparó. Es raro pero es una satisfacción saber que hizo lo que quería hacer: defender a la Patria hasta dar la vida.
Hay muchas mamás de conscriptos que eran muy jóvenes y aún están esperando a sus hijos porque nadie le fue a decir “tu hijo está acá”. A la abuela un oficial del Ejército le entregó un telegrama en mano y así se hizo oficial su fallecimiento. Después fue todo el trabajo de la abuela de tratar de ubicar el cuerpo del tío, pero ella tenía en su corazón que su hijo estaba en Malvinas.
Nosotros siempre lo vivimos a través de los ojos de la abuela. Y todo lo que logramos con la localización del cuerpo también fue la semillita que nos plantó la abuela de mantener viva la memoria del tío, de verla incansablemente en la lucha. La abuela era obesa, le costaba caminar, las rodillas no le daban más; pero le decían que había un posible viaje a Malvinas y ella iba a Buenos Aires, sacaba fuerzas de donde no las tenía, se subía a un colectivo como podía, participaba de la comisión de familiares de caídos y procuraba que todos pudieran viajar para estar más cerca de sus seres queridos.
La localización del tío fue diez años después de la muerte de la abuela, así que ella hizo un buen trabajo con sus nietos porque todos mantuvimos su lucha esperando este momento. Y fijate lo visionaria que fue que ya en sus últimos años nos decía: “Cuando ya no esté, quiero que me cremen y me lleven a Malvinas”. Ella pensaba que en algún lugar de las islas estaba el tío, su hijo y quería que pusiéramos sus cenizas allá.
En el año 2019 ya sabíamos bien cuál era la tumba del tío y esperábamos ese ansiado viaje que se había preparado (para visitar las sepulturas ya con nombres y apellidos). Cremamos a la abuela y un poco de sus cenizas quedaron en Coronda con sus otros hijos y su marido, y otro poco las llevamos y las pusimos, no en las islas como decía ella, sino arriba de la tumba de su hijo. Así cumplimos con el pedido de la abuela también.
– ¿Qué es Malvinas para vos?
– Es esto, el nudo en la garganta, el orgullo de tener el tío allá, es haber tenido una abuela incansable por encontrar el cuerpo de su hijo. Es tener en la mente la idea de lograr, por la vía diplomática, que Malvinas vuelva a estar con una bandera argentina.