Un triaje para establecer dónde seguirá su recuperación un paciente con Covid
En el Cullen funciona un área específica que define si una persona contagiada puede volver a su domicilio o quedará internada. Son algunas de las decisiones que debe tomar el equipo liderado por Leonardo Ponce. “Alerta” por encima del miedo y fidelidad a la “burbuja social”.
El movimiento en las distintas áreas del Hospital Cullen, como de cualquier otro efector de salud de la provincia y el país, es bien distinto del que conocíamos antes de la pandemia por Covid-19. Protocolos estrictos para ingresar, un registro de las personas que podrán acompañar a algún ser querido durante su recuperación (una por paciente), menor cantidad de gente circulando por los pasillos, nada de salas de espera desbordadas.
Pero por debajo de la aparente calma, bulle una actividad que exige un máximo de concentración y alerta. El nuevo coronavirus y su alta contagiosidad impone adoptar más recaudos a los ya conocidos, y en esa tarea es vital poner en práctica todo lo aprendido durante los meses en que la pandemia era vivida como una realidad de otro hemisferio. Ahora, cuando las cifras de contagios están en constante aumento en la provincia, el diagnóstico acertado y el uso adecuado de los equipos de protección personal son vitales.
El médico cirujano Leonardo Ponce está a cargo del área Covid que es parte de la división Guardias y Urgencias del Hospital Cullen. El sector está organizado para recibir a los pacientes, tanto si llegan de manera espontánea como si son derivados a través del 0800-5556549, vienen desde su domicilio o de algún otro efector público o privado.
“En esta área se hace un segundo triaje o valoración y determinamos cuál será el destino de esos pacientes”, explica el profesional. Y apunta que en primera instancia habrá que determinar si es un caso sospechoso de Covid y a partir de allí se realizarán distintos estudios con los equipos de radiología, laboratorio y, si es necesario, tomografía. Y con el apoyo de especialistas en neumonología lo catalogamos luego de reunir esa información”. A partir de allí, el destino del paciente puede ser el domicilio con indicaciones, internación o el área crítica. “En ese caso, la valoración se hace, a veces, coordinada con médicos del 107 para que lo esté esperando la Unidad de Terapia Intensiva. Si no es así, el paciente es valorado por médicos en el shock room y se decide dónde tendrá que ser derivado”.
– ¿En qué momento se establece que un paciente no es Covid positivo? ¿Cuánto tiempo les lleva determinar esa condición?
– Cuando se activa un protocolo Covid tenemos que interpretarlo como un caso sospechoso; descartarlo nos lleva un promedio de una hora y media o dos horas donde el desgaste y el estrés que implica usar los equipos de protección personal con todo lo que significa para la intervención de rayos, laboratorio, enfermería y técnicos, es tedioso. Por eso pedimos ser muy estrictos y sensibles en la activación de un protocolo en un paciente que no es Covid. Venimos desde hace muchos meses con una preocupación: hasta hace poco no teníamos una circulación y en esta área en la que estamos no teníamos pacientes Covid positivos. Hoy en día, mi preocupación pasa por ingresar a este lugar a un paciente no Covid mal interpretado y que esté compartiendo (el espacio) con pacientes que sí son positivos.
– ¿Ese estrés que se vive en esta área se traslada cuando termina la jornada laboral?
– Vivimos un nivel de alerta necesaria para evitar el contagio. Eso y el uso de los elementos de protección personal hace que la posibilidad de que nos contagiemos frente a un paciente Covid positivo sea realmente muy baja. A ese nivel de alerta necesitamos disminuirlo y descargarlo cuando nos vamos. Cuesta desconectarse pero es fundamental porque esto no para: llevamos (en esta situación) desde el 23 de marzo. Al principio fue un período de aprendizaje y capacitación. Creo que hoy estamos en condiciones de decir que podemos resolver todo lo que llega pero la exigencia es mucha.
– ¿El miedo a contagiarse está presente?
– Todo el tiempo. Yo cambiaría “miedo” por “alerta”. Es importante que no paralice ese miedo porque es ahí donde se van a cometer errores. Tenemos que estar alertas a no cometer equivocaciones, estar monitoreados, hacer un checklist, que el compañero controle cómo te cambiaste, cómo te descambiaste, qué tocás. Estoy convencido de que uno se contagia afuera, en la vida social, en un ambiente cerrado, al compartir un espacio sin tapabocas, al no lavarse las manos. Todos repetimos el mismo discurso porque vemos que es así. Acá, en el área Covid, al igual que en el área crítica, no tenemos profesionales contagiados.
– Siempre volvemos a hacer las mismas recomendaciones que ya hacíamos en marzo: lavarse las manos, usar tapabocas.
– Hasta ahora lo único que ha demostrado ser efectivo es el distanciamiento social. Si pudiéramos cumplir con ese concepto de “burbuja social” sería muy importante. Y cumplir con lo que se repite todo el tiempo: uno no se contagia en la calle, sino en un ambiente cerrado con gente desconocida o si alguien rompe la fidelidad con esa “burbuja” y estuvo con una persona de quien se desconoce el nexo. En ese momento, lo más importante es anular a todos los contactos porque informar e identificar hace que disminuya la propagación del virus. Es fundamental el aislamiento inmediato de la persona que es identificada como contacto estrecho.
La valoración de un paciente con Covid-19 para definir dónde será internado requiere de un trabajo interdisciplinario que involucra a un equipo de profesionales y técnicos.Foto: Flavio Raina.
Ahora que no aplaudimos
La pandemia puso al personal de salud en un primer plano, en la primera línea de fuego, por usar una de las tantas metáforas bélicas a las que se apeló en estos meses.
La primera cuarentena y las sucesivas fases de aislamiento y distanciamiento permitieron capacitar al equipo de salud en la atención de una enfermedad nueva y desconcertante. Desde la utilización de equipos de protección personal hasta el manejo de respiradores; desde la elaboración de estadísticas y proyecciones hasta la salida al terreno para “buscar el virus”.
Todo, mientras se contaban camas y se adaptaban espacios para una atención diferenciada.
Ahora que los aplausos de las 9 de la noche ya no se escuchan, el personal de salud sigue ahí, en la primera línea de fuego.