Una santafesina pudo: ganarle al coronavirus, a los escraches y al odio
Micaela dice que nunca se imaginó a los 20 años algo similar. Jura que se cuidó, que no salió de su casa, que siguió todos los consejos. Pero entre 100 mil habitantes que tiene la ciudad donde vive, en Venado Tuerto, le tocó a ella. Fue la única a la que el hisopado le dio positivo: se contagió de coronavirus.
La llamaron el viernes 24 de abril a las 8:30 de la mañana, directamente desde la Fiscalía. El mensaje fue corto, conciso, claro y frío. Muy frío: “Tu estudio dio positivo de COVID-19”. Eso fue todo. Tuvo 15 minutos para llorar, ir corriendo a contarle a su mamá y esperar otro llamado. En este caso, fueron los del 107, para avisarle que tienen que analizar a todos los que viven con ella.
“Mi mamá lo tomó con tranquilidad, de hecho, a las 48 horas que yo me fui, a ella le dijeron que en mi casa estaban todos bien –madre y tres hermanos menores de edad-. No había contagiado a nadie. Eso era lo que más me preocupaba. Fue angustiante. Ahí me avisaron que yo tenía que irme a otro lugar”, contó en exclusiva a este medio.
Estuvo asintomática al comienzo. Luego transitó la enfermedad con síntomas leves, como dolor de garganta. Algo que remarca, es que no sentía en un punto olores, como el de la lavandina. La enfermedad, vino por el lado de su cuñada, que había viajado Brasil un mes antes y que pasado los 30 días resultó positiva de coronavirus. “Es muy posible, según el médico, que se contagiaron en Venado. Eso es lo que no entendemos”, dijo.
Reconoce que al principio no quiso saber nada con irse a recuperar fuera de su casa. Pero la explicación que le dieron, la convenció: “Al ser mi nivel tan bajo de COVID-19, no era bueno que me aíslen por ejemplo con la familia de mi novio. Si me iba con ellos, era para empeorar. Entonces me hablaron de esta alternativa y me vinieron a buscar”, relató.
En este caso, eligieron llevarla fue el campo que posee el Instituto Santa Rosa. Ahí se montó un Centro de Aislamiento que cuenta con un servicio de enfermería las 24 horas, un médico disponible a la espera de cualquier llamado de emergencia, un equipo de limpieza, servicio de seguridad y de catering, respectivamente.
“Llegué un lunes al mediodía al campo. Ahí podía manejarme y hacer lo que quiera. Estaba con el celular, en el patio respetando la ‘zona roja’, tomaba mate con mi propio equipo y miraba series. Algunas veces, también me ponía a bailar. Al comienzo me dormía tipo 3 de la mañana y me levantaba a las 9. Descansaba mal. Ni siquiera podía con la siesta. Al cuarto día recién pude dormir bien. Me acostaba tipo 1 de la mañana y arrancaba a las 11”.
Valora, no haber estado sola. Esto es, porque la asistían enfermeras y un encargado del predio para que nada le falte: “Lo que menos quería era pensar. Era para tirarme abajo. Me preguntaba sola por qué entre tantos millones de argentinos me tocó a mí. Siempre estuve guardada. Cumplía con el aislamiento. Mi mamá hacía los mandados, desinfectaba continuamente. Nunca espere que me pase tan de cerca”.
Los otros infectados
Además de cargar con su enfermedad, también tuvo que hacerle frente a otra amenaza: la violencia y la impunidad que generan las redes sociales o las aplicaciones de mensajería. Desde ver su cara o la de su familia circulando, a tener miedo de que agarren a piedrazos la casa en que vive. Todo fue parte del mundo virtual que la rodeaba en simultáneo.
“Sufrí mucho el acoso por las redes y por teléfono. Ver mi casa y mi cara, siempre acompañadas de amenazas. Todo el tiempo me acusaban de mentirosa. La gente sin que yo sepa, ya tenía un diagnóstico antes. Hostigaban a mi familia. En ese sentido fue muy mala la enfermedad”, remarcó.
Por eso, al momento de recibir el alta –hace unos días-, lo primero que hizo fue colgarlo en Twitter: “Lo hice público porque estaba feliz. Y por las malas lenguas. La gente que hablaba de más. Continuamente tenía el celular saturado de gente preguntando. Algunos querían ayudar y otros de chusma. Yo optaba por no responder. Por eso conté todo en las redes”, agregó.
Aseguró que su vida ahora es normal. Sigue los protocolos y cuidados que tiene todo el mundo. En especial, se aleja del frío: “Agradezco y siempre voy a estar agradecida de toda persona que me ayudó y me dio una mano a mí y a mí familia. Principalmente agradezco al personal médico que me estuvo atendiendo siempre con una sonrisa enorme. Mis enfermeras una dulzura y me llevo todo lo bueno que dieron. Agradezco que nunca me faltó nada y puedo decir que al ser la única paciente me trataron como una reina. Hoy estoy contenta y feliz. Hoy estoy sana”.
La primera
Según trascendió, Micaela fue la primera santafesina internada en un Centro de Aislamiento. Tal fue la noticia, que el propio gobernador Omar Perotti lo dio a entender en la apertura de las sesiones ordinarias en la Legislatura, el pasado 1º de mayo. Obviamente, no se mencionó la identidad de la persona.
Es para recordar que por disposición del Estado provincial, el municipio venadense tiene que contar con 150 camas de aislamiento disponibles. En caso que se llegará a ocupar el 50 por ciento del sistema, tienen que comenzar a activar uno nuevo.