Unión cortó con la mala racha y le ganó 2 a 0 a Estudiantes
Tras nueve fechas sin ganar, el Tate derrotó a Estudiantes después de 21 años. Machuca la rompió toda: desequilibrio y golazo.
Dario Pignata
Gustavo Munúa, como todo uruguayo futbolero desde 1950 para acá, aprende el ritmo y tararea “los de afuera son de palo…” antes que cualquier canción de cuna tradicional. Lo inmortalizó “El Negro Jefe”, ese gran Obdulio Varela en el Maracanazo Mundial contra Brasil.
Una vez más, el fútbol demostró que es el lugar más veloz para volver del ridículo. Es que el entrenador charrúa salió a dirigir en el 15 de Abril con “casi todo” en contra y sin embargo sus players le respondieron de la mejor manera en el peor momento desde su llegada a Santa Fe.
Ganó y ganó bien Unión, sin discusión, dejando la misma sensación de cuando empataba o perdía: “Si tuviera un 9 como la gente podría disfrutar más y sufrir menos”; en el campo y en el césped. Poner en campo jugadores como Vecino a Marabel es jugar directamente con diez. Pasa que poner al Machuca de este viernes es jugar con 12. Entonces, los números dan y fue reglamentario: entró con once el Tate.
Lo del chico del club, reclutado en Rosario, fue excepcional y coronó su gran noche con un golazo de potrero en medio del profesionalismo.
La previa para el Tate, pareció una semana de 100 días y no de siete. Pasó de todo. Se perdió el sábado con San Lorenzo. El domingo, gran parte de la CD (grupo grande) y una parte importante de la llamada “mesa chica de fútbol” (los tres vice y otros tres dirigentes), comenzó a poner los puntos finales en el ciclo del entrenador. El presidente, ausente en el Pedro Bidegain por un viaje social a Mendoza, recibía toda la marcha de la bronca en su celular.
Sin embargo, las decisiones de fondo las tomó el lunes Luis Spahn. Primero, escuchó a cada uno de sus seis laderos en el fútbol profesional. Después, en una decisión que había tomado en medio del mercado de verano de pases cuando se produjo el quiebre Munúa-Battión, decidió descabezar la Secretaría Técnica. Luego, en un lunes interminable, se fue a hablar con el entrenador.
La idea fue comunicar la salida mencionada y sondear el ánimo del coach uruguayo en medio de las quejas generalizadas de dirigentes, hinchas y socios. Del otro lado, certeza y convicción: “A esto lo sacó adelante, soy el técnico de Unión”.
Si el presidente esperaba, de parte de Munúa, alguna flaqueza o debilidad no la encontró. Y tampoco encontró “ayuda” cuando hizo el escaneo con el representante del entrenador.
Con hinchas, socios, CD, mesa chica de fútbol y ex secretaría técnica en contra por la falta de resultados, Munúa recibió en Casasol un gesto no habitual antes de Estudiantes. Lo llamó el “Mugre” Corvalán y le dijo: “Gustavo, el plantel quiere hablar con vos”. Ahí, los que juegan y los que no juegan le dieron el respaldo al entrenador en medio de la crisis. A ese relato, había que ponerle el dato en la cancha y responder con la pelotita para quebrar la sequía.
En síntesis, relación quebrada desde lo conceptual. El entrenador y su entorno están aferrados a frases como “Nunca Unión pudo posicionar y vender al mundo jugadores como se hizo en este tiempo. Primero Gastón González, después Nardoni y por último Portillo. Y convencidos que sigue otra camada para ir por el mismo camino”. Como si Munúa viera algo que los dirigentes no ven y viceversa. Porque el DT traza, desde su convicción, una línea rara: “Recién van cinco fechas”, como borrando los últimos partidos del torneo anterior donde arrancó la falta de victorias.
Vamos al juego en sí. Equipos en crisis, entrenadores conectados a sillas eléctricas y necesidades similares: ganar. Eso sí, mientras Munúa hizo algunos retoques (uno obligado, por la baja de Calderón expulsado), del otro lado Balbo metió escoba, plumero y goma: limpió a los históricos y borró los nombres de peso. Afuera, todos: Mariano Andújar, Mauro Boselli, José Sosa y Pablo Piatti.
En el inicio, gracias a las corridas de Machuca, mejor Unión, que se le fue encima, aunque después emparejó Estudiantes. La crisis se hizo presente de cada lado: un par de “tiritos” del local (Vera y Machuca, a las manos de Sappa) y lo mismo del visitante (primero Godoy, después Más).
Eso sí, donde perdió Unión fue en las amarillas: Machuca, Corvalán y Aued se fueron condicionados al descanso del entretiempo. El mejor gambeteador se pasó de rosca, el “Mugre” lo atendió varias veces de atrás a Méndez y Aued cortó una contra de atrás.
En el complemento, la pelota quieta mató al especialista histórico del rubro en Argentina desde Don Osvaldo. Ganó dos veces en la altura, tapó Sappa, lo festejó Aued pero se lo dieron a Piris. Fue un grito de desahogo para todos.
Con el 1-0 y con jugadores que dieron la cara por el entrenador, los cambios eran necesarios en el horno de Santa Fe. Metió primero el de Marabel por Vecino (la nada misma) y después tres cambios juntos (Roldán, Zenón y Luna Diale). Y hasta se dio el lujo de bautizar a Ludueña.
Mele, esta vez, atajó cuando el 2-0 estaba sentenciado y sin riesgo. En medio de tanto lío, Unión encontró un símbolo de paz. Ganó bien y la rompió toda Machuca, un jugador sobre-protegido por un entrenador que está convencido de esa gambeta que abre y facilita. Esta vez, le dio continuidad al slalom y le agregó un golazo de potrero para saltar los carteles y festejar de cara a la gente. El mejor regalo del alumno al maestro.
Contra la opinión de la CD, de la mesa chica de fútbol, de la ex secretaría técnica, de gran parte de la gente, de la racha actual (9 sin ganar) y de la estadística (21 años sin ganarle a Estudiantes), Gustavo Munúa recordará para siempre esta noche calurosa de Santa Fe. Le traerá el recuerdo de cuando era “gurí” en Montevideo y su padre cantaba: “LOS DE AFUERA SON DE PALO”. Esta vez, su negrito jefe se llamó Machuca