Unión perdió por goleada con Argentinos
Argentinos se aprovechó, lo bailó y lo goleó 5 a 1. El derrumbe de Unión no tiene fin y no sólo acumuló su cuarta derrota consecutiva, sino que le convirtieron 12 goles. Y eso que River le hizo precio y Moyano tuvo una noche bárbara en el Monumental.
Muchas veces se habló de la importancia del aspecto anímico. El porcentaje de incidencia lo define cada uno. Para algunos es superior, para otros inferior. Pero nadie puede ignorar de la gravitación que tiene. Y Unión es un equipo que flaquea por todos lados. Es un tembladeral en lo anímico. Inseguro, falto de confianza. Y eso se traslada a lo futbolístico. Las piernas y la cabeza no responden, más allá de cuestiones tácticas que evidentemente no funcionaron y que uno supone que se tuvieron en cuenta.
¿Qué es lo que mejor hace Argentinos Juniors?, tener la pelota, jugar a la pelota. ¿Y qué hizo Argentinos Juniors?, jugó a la pelota. Con una gran comodidad, con mucha seguridad y aprovechándose de un rival tremendamente endeble.
Los pelotazos filtrados, la explotación de las espaldas de Esquivel y Gerometta y las dudas constantes que tiene Unión cuando debe marcar en el juego aéreo defensivo, hicieron estragos en un equipo que se convirtió en un verdadero tembladeral.
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¿Cuánto duró la resistencia de Unión?, casi nada. Porque si bien el primer gol llegó pasados los 20 minutos, en ese pasaje inicial había sido todo de Argentinos Juniors. Mucha quietud en el mediocampo de Unión. Perdidos los tres que Mosset eligió para el trabajo más arduo de contención y jugo (Cañete, Mosqueira y Aued). Y sin saber cómo tomar a los dos de afuera (Montiel por izquierda y Cabrera, el ex Unión, por derecha). O bajaban los de arriba o los tomaban los de atrás. La cuestión es que ellos dos se cansaron de meter pelotazos cruzados y centros que lastimaron muchísimo a una defensa muy insegura e irresoluta.
El desconcierto fue creciendo y el partido se definió con demasiada rapidez. Las diferencias futbolísticas, físicas y tácticas entre un equipo y otro eran demasiado evidentes. Mucho se dice que el fútbol argentino es parejo y competitivo. Este partido, precisamente, no era el mejor ejemplo.
Las dudas de Unión no aflojaron en el segundo tiempo y ya a los 7 minutos Avalos (imparable y figura) puso el 4 a 0. Era tan lapidario como decisivo, aunque de más está decir que el partido se había definido sin la necesidad de que llegase ese cuarto gol en el inicio del complemento.
Por momentos era toqueteo, “baile”. Unión lo sufría. Por allí uno le puede reclamar a Mosset que no haya efectuado modificaciones en el entretiempo, pero la pregunta es: ¿para qué?, quizás para inyectar algo distinto, pero ni siquiera haciendo los cinco de un solo saque podía llegar a cambiar algo. Lo hizo en el cuarto de hora, metiendo a Roldán, Luna Diale y Del Blanco. Salió un intrascendente Aued, un Cañete lleno de imprecisiones y un Zenón que no aportó casi nada, apenas un remate de zurda que obligó a una buena intervención de Lanzillotta.
Poco y nada más se puede decir de un partido sin equivalencias. Apenas un esbozo de reacción en el final con el gol de cabeza del Rayo González. Pero sólo para la estadística. Ya era demasiado tarde para un equipo derrumbado en todos los aspectos, que aprovechó que el rival se tomó un respiro en la parte final, sacó el pie del acelerador y esperó el final de un partido que tenía ganado mucho tiempo antes.
No imagino el domingo a Unión sin el nuevo DT en el banco. Llámese Sebastián Méndez (el que tiene más chances) o el que en definitiva se elija. Así, Unión se derrumba y avergüenza con una producción patética. Hay que tomar nota urgente. Y no errarle.