Ushuaia recupera sus costas después de una década de contaminación cloacal
La mítica costa de Ushuaia, donde miles de visitantes buscan el reflejo de paisajes extremos, iba camino a convertirse en un lugar impactado y nauseabundo, producto de un inédito proceso de contaminación cloacal. Hasta que la reacción comunitaria y la intervención institucional se concretaron en un cúmulo de acciones de saneamiento que ahora prometen recuperar el equilibrio natural de la zona.
La mítica costa de Ushuaia, donde miles de visitantes buscan el reflejo de paisajes extremos, iba camino a convertirse en un lugar impactado y nauseabundo, producto de un inédito proceso de contaminación cloacal. Hasta que la reacción comunitaria y la intervención institucional se concretaron en un cúmulo de acciones de saneamiento que ahora prometen recuperar el equilibrio natural de la zona.
Diez años de inacción estatal y falta de inversiones llevaron a que la ausencia de tratamiento de los efluentes cloacales contaminara la cuenca hídrica de la ciudad, y que por acción de la gravedad, al tratarse de un lugar con pendiente, todo ese impacto fuera absorbido por el frente costero hasta convertirlo en un “inodoro a cielo abierto”, como lo definieron las organizaciones que primero visibilizaron el tema hasta lograr que se introdujera en la agenda pública fueguina.
“Ushuaia atraviesa todavía una emergencia ambiental de la cuenca hídrica que tiene su epicentro en la costa, básicamente, porque la ciudad no mantuvo activo y en algunos casos no construyó, un sistema para colectar y tratar los efluentes cloacales”, explicó a Télam Guillermo Worman, actual presidente de la Dirección Provincial de Obras y Servicios Sanitarios y ex titular de la Organización No Gubernamental (ONG) Participación Ciudadana.
Según Worman, cuando en 2012 se comenzó a tomar dimensión del problema, las casas, los comercios y las industrias de la ciudad volcaban el contenido de sus baños y cocinas, directamente sobre los cursos de agua, o en redes cloacales que después terminaban en el mar sin ningún tratamiento.
“El problema no era la costa en sí, sino lo que llegaba a ella a través de la conjunción de ríos, arroyos, turbales y chorrillos. Es un caso de contaminación antrópica, o sea producida por el hombre y no por una actividad industrial como sucede -por ejemplo- en el Riachuelo”, señaló el especialista.
Funcionarios del Municipio y del gobierno provincial reconocieron que la mitad de Ushuaia no tiene un sistema de tratamiento de efluentes y los vuelca directamente al mar, mientras que la otra mitad posee un régimen de cloacas conectadas a un tronco principal, y luego a un sistema de impulsión y pretratamiento que deriva efluentes a un dispersor marítimo, aunque todo este circuito fue abandonado y dejó de funcionar por lo menos durante una década.
La situación generó dos grandes centros de contaminación: la Bahía Encerrada, un sitio emblemático en pleno centro de la ciudad que despide olor nauseabundo cuando sube la temperatura, y Bahía Golondrina, el lugar donde está ubicado el aeropuerto.
Las advertencias que comenzaron a escucharse por parte de ONG’s como Participación Ciudadana y ABE (Asociación Bahía Encerrada) llevó a instituciones como la Prefectura Naval, la Armada Argentina y el propio Municipio a conformar una comisión para la redacción de un Plan de Manejo Costero, donde el problema de la contaminación ocupó el centro de la escena.
Los biólogos de Ushuaia Oscar Amín y Laura Comoglio realizaron los primeros estudios donde se detectaron 5,4 millones de coliformes fecales en turbales urbanos, unas mil veces más que lo aceptado para este tipo de cauces de agua, y hallaron sitios con menor nivel de oxígeno en agua que lo permitido.
Un estudio realizado por científicos del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) dependiente del Conicet, reveló en 2013 “altos valores de bacterias coliformes fecales, lo que indica una clara contaminación por materia fecal” en arroyos y chorrillos, además de “sustancias de alto impacto contaminante (metales pesados e hidrocarburos) en las bahías”.
Con diagnósticos de sobra, pero sin resultados, las organizaciones optaron por iniciar una causa judicial por protección de intereses difusos que derivó en la aplicación de un mecanismo inédito, ya que el juez Civil Alejandro Fernández permitió a los vecinos interesados adherir a la demanda, además de realizar audiencias públicas e inspecciones a los sitios contaminados.
Fernández terminó emitiendo sentencia el 26 de agosto de 2014, y condenó tanto al gobierno provincial como al Municipio a realizar las inversiones necesarias en el sistema cloacal y a remediar los sitios contaminados.
“Ha quedado plenamente acreditado el daño ambiental provocado por la deficiencia del sistema cloacal existente en la ciudad de Ushuaia”, por lo que “resulta necesario ejecutar obras tanto para reparar lo existente y complementarlo; cuanto para dotar a determinadas áreas de un sistema cloacal suficiente”, afirmó la sentencia.
El abogado de la ONG Participación Ciudadana, Manuel Raimbault, sostuvo que aquel fallo apuntó a “producir un cambio cultural y a entender que no es posible el crecimiento de una población sin un desarrollo sustentable y sin obras públicas prioritarias guiadas por el sentido común”.
Según Worman, a partir de la sentencia se reparó y puso en funcionamiento el sistema de tratamiento e impulsión de líquidos que había sido abandonado, y también se elaboró -durante la gestión de la ex gobernadora Fabiana Ríos- un Plan Director de Agua y Cloacas con las obras prioritarias que hacen falta para concluir el saneamiento.
“En la zona sin sistema se construirá una planta de tratamiento y se harán obras complementarias. En Bahía Golondrina se triplicará la capacidad de la planta actual, se mejorará la impulsión y se reconstruirá el emisario submarino”, detalló el presidente de Obras Sanitarias.
Por su parte, en Bahía Encerrada -el sitio emblemático para el turismo- se quitarán los barros contaminados y se encararán tareas de reforestación para generar un nuevo entorno natural.
“La idea es desactivar esta bomba ambiental y retomar el equilibrio. Será un proceso paulatino, de 4 a 5 años. En ese lapso habrá que monitorear el mejoramiento de los índices de calidad del agua. No es automático pero es posible”, consideró Worman.
Los recursos para hacer las obras suman 500 millones de pesos y serán aportados por el Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura Regional, gracias a gestiones realizadas por la actual gobernadora Rosana Bertone.
El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, estuvo en Ushuaia la semana pasada, y durante un acto frente a la Bahía Encerrada, confirmó que los fondos ya están disponibles.
“Corrimos el riesgo de que nada menos que el Canal Beagle comenzara a parecerse al Riachuelo. Nos importa por los visitantes, pero también por quienes vivimos acá. Ahora tenemos la oportunidad de remediarlo”, concluyó el especialista.
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