18 familias descendientes de indígenas mapuches-tehuelches se oponen a las ayudas ofrecidas por la minera Pan American Silver, propietaria del segundo yacimiento de plata del mundo: Proyecto Navidad, en la Patagonia argentina. La historia revela cómo la empresa intenta ganarse a las comunidades para que la actividad sea aprobada en sus territorios.
Al norte de la provincia de Chubut, casi en el centro de la Patagonia argentina, se encuentra el pueblo Yala Laubat. Lo habitan 18 familias descendientes de los indígenas mapuches y tehuelches, que escaparon de los campos de detención creados durante la Campaña Conquista del Desierto en 1880, nombre que se le puso a la ofensiva militar dirigida por el general Julio Argentino Roca, para extender el territorio del Estado argentino hacia las áreas pobladas por los pueblos originarios del país.
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“Vivimos de la ganadería de ovejas y caprinos (cabras) desde que fuera introducida por el Estado argentino en la zona. Parte de la producción es para la subsistencia de nuestras familias y otra, sobre todo la lana, es vendida afuera. La lana de nuestras ovejas es una de mejor calidad de la Argentina por lo que nos permite vivir de eso”, sostiene a Sputnik Mabel Lienqueo, una de las pobladoras de Yala Laubat, que en la lengua indígena tehuelche significa “junquillo grueso” o “pasto chato”.
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Chubut es una de las principales exportadoras de lana hacia Asia, Europa y Estados Unidos, donde es utilizada para vestimentas de alta moda. Los pobladores de la meseta patagónica, como Yala Laubat, subsisten, en parte, gracias a las ventas de la lana que esquilan de sus ovejas, cada año, según Ana María Troncoso, historiadora y autora del libro Todavía No, dedicado a la meseta norte de Chubut, una región patagónica de vegetación baja y grandes porciones de tierras habitadas por poco más de 7.000 personas.
Además, cultivan pequeños huertos y venden cueros de animales de la zona para una economía de subsistencia, que equilibra las necesidades de cada una de las familias de acuerdo a lo que producen.
“Son comunidades que tienen un largo historial de resistencia a cualquier forma de capitalismo que se contraponga con su forma de vida con la que permanecen en sus territorios”, afirma a Sputnik Troncoso.
Desde noviembre, la pequeña localidad es noticia por haber rechazado que una empresa minera perfore un pozo de agua que abastezca a sus pobladores, en medio de una grave sequía. Su historia revela las distintas formas con la que la compañía intenta ganarse a los habitantes de la zona para llevar adelante su proyecto minero.
Historia de la minera, su llegada y la maldición de un cementerio
Hace décadas, comunidades mapuches-tehuelches de la meseta y cordillera patagónica, como las de Yala Laubat, mantienen conflictos con quienes consideran intrusos en sus tierras. El más conocido es con la familia Benetton, uno de los mayores terratenientes de la provincia, por unos campos que consideran propios por pertenecer a sus antepasados.
Chubut, además, es considerada la provincia argentina con mayor cantidad de tierras en manos extranjeras, un total de 856.596 hectáreas según el Registro Nacional de Tierras Rurales.
Pero, a principios de los 2000, un nuevo actor entró en la meseta central de Chubut; una empresa minera llamada Ima Exploration, de origen canadiense, atraída por el segundo yacimiento de plata del mundo, bautizado Proyecto Navidad.
Uno de los primeros encontronazos con las comunidades ocurrió en 2005 cuando la empresa movió un cementerio mapuche-tehuelche (chenque) del yacimiento hacia un terreno entre Lagunita Salada y Blancustre, dos pequeños poblados a pocos kilómetros.
“Yo voy a ir a la tumba de tu abuelo a buscar sus huesos, y después los voy a tirar arriba de tu escritorio a ver si te gusta”, recriminó Lucas Antieco, un líder de la comunidad mapuche-tehuelche, al administrador de la empresa luego del traslado del cementerio, avalado por las autoridades provinciales de Chubut.
“Desde ese momento, el yacimiento quedó engualichado”, afirmó un poblador de la meseta que participó en el traslado cuando el periodista Luis Manuel Claps lo consultó.
La empresa canadiense Ima Exploration, luego, perdió la titularidad del yacimiento en la justicia canadiense en 2008. Y su sucesora, la también canadiense Pan American Silver, aún pelea porque la provincia apruebe la actividad minera en la misma meseta donde se encuentra el Proyecto Navidad.
La resistencia de Yala Laubat
“Yala Laubat se encuentra a 30 kilómetros, en línea recta, del Proyecto Navidad de Pan American Silver. Como en otras comunidades, la empresa ha intentado entrar con ayudas a las escuelas y los hospitales”, comenta a Sputnik Isidoro Gómez, cuarta generación de una de las familias fundadoras del poblado de 60 habitantes.
Uno de los últimos intentos ocurrió en diciembre de este año cuando la dirección de la escuela de Yala Laubat pidió a la empresa ayuda con las medallas que se entregan a los egresados a final de año. “En respuesta, donaron unas con el logo de Pan American. Al enterarse, los padres exigieron a las autoridades que las rechazaran, y la asamblea de la comunidad emitió un comunicado en apoyo a su posición. Al final se decidió que fueran compradas por la cooperativa escolar organizada por los propios padres”, afirma Gómez.
Para la historiadora Aldana Ibarrola, dedicada a los estudios de la meseta norte en la Universidad de la Patagonia San Juan Don Bosco, la escuela es una de las instituciones del Estado más importantes en el pueblo. “Cualquier acto o festividad en la escuela se convierte en un evento que involucra a toda la comunidad. Allí funciona el comedor y un teléfono que usan los pobladores para comunicarse. Los pobladores además allí reciben sus salarios y jubilaciones, una vez al mes, cuando va el banco móvil”, remarca.
El intento fallido de colaborar con la escuela se repitió en el hospital, durante la pandemia, cuando Pan American Silver llevó barbijos con el logo también de la compañía.
Yala Laubat, desde sus orígenes, vive con problemas de suministro de energía, como buena parte de los pueblos y aldeas de la meseta de Chubut. Tiene luz de 8:00 a 14:00 y de 18:00 a 24:00, gracias a un generador que funciona con combustible, en una provincia que genera 13 veces la energía que necesita. Por unos años, unos molinos eólicos resolvieron el problema hasta que se rompieron.
“En 2018, el pueblo se quedó sin luz porque el Gobierno provincial dejó de enviar combustibles con regularidad. Las autoridades hablaron con la empresa para que los ayudara así que, en unos días, llegó un camión con 250 litros de gasoil”, recuerda Gómez.
Al enterarse, los pobladores de Yala Laubat votaron en una asamblea, casi de forma unánime, rechazar la ayuda de la minera. “Las cosas que debe hacer el Gobierno [provincial] las intenta cubrir la empresa porque la mayoría de las comunidades se oponen a la minería”, sostiene Isidoro.
Las críticas de los pobladores se dirigen a los jefes comunales e intendentes de la meseta, como Miguel Omar Ancamil, a cargo de la localidad. Para Gómez, “los intendentes ante cualquier problema llaman a la minera para que se los resuelva”.
La región patagónica ha sido una de las más afectadas por la crisis en Argentina. Por ejemplo, en la zona donde queda Yala Laubat se han perdido más de 100.000 ovejas, en una década, por la sequía y abandono de campos. La falta de ayuda del Gobierno provincial ante eventos climáticos, muchas veces, es utilizada por la empresa minera para ganarse a las comunidades.
“Las camionetas de la minera fueron las primeras en repartir ayudas luego de la erupción del volcán Puyehue de Chile que llenó de cenizas la meseta en 2011. Cuando viene el invierno hacen lo mismo al darle leñas a los pobladores rurales como una forma de ganarse a las comunidades. También ofrecen casas y trabajos a quienes están desempleados“, sostiene a Sputnik Patricia de Chacay Oeste, un poblado a pocos kilómetros de Yala Laubat.
Las acciones de la minera han dividido a los pobladores de la meseta, en su mayoría, entre quienes viven en los pueblos más grandes y las comunidades como las de Yala Laubat. Lo que quedó claro cuando los intendentes de las tres principales localidades —Gastre, Telsen y Gan Gan— publicaron un comunicado el pasado 17 de diciembre apoyando la minería: “Es lo que la meseta central necesita para que la región salga del ostracismo, brinde trabajo y dignidad a nuestros habitantes”.
En cambio, en 2018 se realizó en Yala Laubat una reunión anual del trawn, el parlamento mapuche tehuelche, donde los pobladores de comunidades originarias manifestaron que la meseta no es zona de sacrificio.
“Incluso los lonkos [jefes de las comunidades] pidieron a la Legislatura que se les consulte, antes de realizar cualquier proyecto minero, de acuerdo al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, suscripto por Argentina que lo establece como obligatorio previo a cualquier explotación en las tierras habitada por pueblos originarios”, afirma la historiadora Ibarrola.
Yala Laubat y la lucha por el agua en Argentina
El pueblo desde hace varios años se abastece de agua de un mallín, nombre dado por los mapuches a las “praderas cenagosas” o humedales, gracias a un pozo de ocho metros de profundidad. La meseta es una de las regiones patagónicas más afectadas por una desertificación que ha secado ríos y arroyos, como el Perdido que llega a Yala Laubat.
El fenómeno de El Niño, que genera grandes olas de calor entre tres y siete años, ha tenido, en este contexto, un impacto negativo en el humedal que abastece, con frecuencia, a Yala Laubat. También las bajas nevadas de la temporada de invierno han hecho que llegue poca agua del deshielo de las sierras de la cordillera andina. “En mayo nos quedamos sin agua por lo que, desde Lagunita Sala, un pueblo cercano, nos mandan camiones cisternas con 6.000 litros que alcanzan para llenar un tanque por familia”, afirma a Sputnik Mabel Lienqueo, pobladora de Yala Laubat.
“Reclamamos al Gobierno de Chubut que haga otro pozo de 40 o 50 metros que permita abastecernos del acuífero de Sacanana, el segundo más grande del país. Mandaron una perforadora en septiembre, pero a los nueve metros se rompió. Todavía al día de hoy, los mecánicos enviados por las autoridades no han podido arreglarla, por lo que seguimos sin una fuente de agua propia que nos de autonomía”, agrega Mabel.
El problema se agravó cuando, a principios de noviembre, la comunidad se quedó sin agua por una serie de eventos desafortunados, como la avería del camión cisterna diario destinado al pueblo, la escasez de agua de los pozos de Lagunita Salada, que abastecían también a la comunidad, y la rotura de un generador eléctrico que impidió a Blancustre, otro pueblo cercano, bombear liquido a otro camión preparado para un envío de emergencia a Yala Laubat.
La solución de las autoridades locales fue pedir auxilio a la empresa minera quien, de inmediato, pago el envió de una cisterna. “Nos enteramos porque un representante de la compañía pasó por el pueblo a contarnos del pago, y prometernos que también financiarían la perforación del pozo”, sostiene Mabel.
La comunidad, en respuesta, votó, otra vez en una asamblea, rechazar las dos ayudas ofrecidas por Pan American Silver. “Una vez más rechazamos que sea la empresa quien resuelva los problemas de nuestra comunidad. Esperamos que les quede en claro cuál es la dignidad de esta comunidad y se abstengan de volver a intentar meter a la empresa en nuestro territorio”, recriminaron a las autoridades las 18 familias que habitan el pequeño poblado.
Acto seguido organizaron una colecta para pagar la perforación que necesitan para abastecerse de agua. La campaña se volvió viral en las redes sociales cuando el 17 de diciembre estallaron las protestas contra la aprobación de la actividad minera justo en el territorio de la meseta donde queda Yala Laubat.
Una creencia generalizada de las comunidades originarias es que la minera ha afectado cuencas de agua como la del acuífero Sacanana, capaz de abastecer hasta tres millones de personas si se tratara sus afluentes. Pan American Silver, en cambio, sostiene que su proyecto minero sería incapaz de afectar cuencas como la del Sacanana y el Río Chubut, que abastece a buena parte de las localidades de la provincia.
“Es indignante y absurdo que la empresa, que nos saca el agua, intente pagar las perforaciones. Es una burla para nosotros”, sentencia Mabel.